Los desencuentros parecen una fatalidad difícilmente evitable en las relaciones sino-indias. China e India tendrían todo lo necesario para ser complementarios pero las disputas de larga data y las desconfianzas respecto a algunas estrategias clave del momento presente impiden la consolidación de avances significativos en su relación bilateral. Ambos son miembros de los BRICS, el grupo que también comprende Brasil, Rusia y Sudáfrica. También son parte de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), así como ambas destacan entre las principales naciones del G-20. Y, sin embargo, más que la condición de socios pesa la sensación de amenaza, especialmente en la percepción de Nueva Delhi respecto a Beijing.
Recientemente, China expresó su firme oposición a la visita del primer ministro de India, Narendra Modi, a una área en disputa instando a Nueva Delhi a que no actúe de forma que pueda complicar el asunto fronterizo en el territorio llamado Arunachal Pradesh, establecido en gran medida en tres áreas de Tíbet (Monyul, Loyul y el Bajo Tsayul), que ahora están ocupadas por India. Estas tres áreas, localizadas entre la «línea de McMahon» y la tradicional frontera consuetudinaria entre China e India, siempre han sido territorio chino, dicen en Beijing. En febrero de 1987, las autoridades indias declararon la fundación del llamado Arunachal Pradesh en este territorio.
Otro frente que alimenta las discrepancias es el acercamiento de India con Taiwán. En Taipéi, la victoria del soberanista PDP en 2016 aumentó las posibilidades de intensificar los lazos bilaterales con India. Este febrero, una delegación de tres diputadas taiwanesas fue recibida en Nueva Delhi, un gesto inusual que abre una grieta en el ansiado aislamiento propiciado desde Beijing. En lo económico, el comercio bilateral pasó de 1,2 mil millones de dólares en 2000 a 6 mil millones en 2016, con casi 90 empresas taiwanesas trabajando en la economía india. En agosto de 2015, Foxconn, con sede en Taiwán, uno de los mayores fabricantes de hardware del mundo, anunció una inversión de 5.000 millones de dólares en India. Al proporcionar un gran mercado, India podría ayudar a reducir significativamente los lazos económicos cada vez más profundos entre China continental y Taiwán, un objetivo declarado de la administración de Tsai Ing-wen como parte de su Nueva Política hacia el Sur.
Taipéi impulsa la idea de que el desarrollo de los lazos estratégicos con India debe fundamentarse en la resistencia estratégica a las amenazas de seguridad planteadas por China continental compartiendo, entre otros, el interés común de evitar que Beijing haga del Mar de China meridional su zona exclusiva.
Con su acercamiento a Taiwán, India no pondrá formalmente en cuestión la política de una sola China, pero eso no impedirá que Nueva Delhi pueda estrechar sus lazos de seguridad y económicos con Taiwán, de la misma manera que Beijing está expandiendo su participación con Islamabad en la Cachemira ocupada por Pakistán.
Mejorar la posición regional
India ansía fortalecer su posición en la región, tal como evidenció en el Diálogo internacional de Raisina celebrado el pasado enero en Nueva Delhi, patrocinado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de la India y la Observer Research Foundation (ORF), un grupo de expertos indio.
El tema de la segunda edición del Diálogo de Raisina fue «Gestionar las transiciones disruptivas». Y como la «transición disruptiva» número uno se identificó a la Nueva Ruta de la Seda que con tanto afán promueve China. El Diálogo de Raisina ilustró al completo el alcance del tránsito del pivote terminológico de Washington desde el «Asia-Pacífico» de Obama hasta el «Indo-Pacífico» de Trump, al tiempo que concretó con rotundidad la prescripción incorporada en la nueva Estrategia de Defensa del Pentágono. Según esta, China, junto con Rusia, son «poderes revisionistas» empeñados en socavar el «orden internacional basado en normas», especialmente China con su «economía predatoria» que se desarrollará completamente a través de su Iniciativa de la Franja y la Ruta.
La estrategia del Indo-Pacífico cuenta con el respaldo de EEUU y también se la considera una respuesta a la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China. Australia, EE. UU., India y Japón están considerando establecer un esquema conjunto de infraestructura regional como alternativa a la multimillonaria propuesta china en un intento por contrarrestar la creciente influencia de Beijing.
Para China, las relaciones con India son de gran valor pero su capacidad de atracción mengua ante el peso gigantesco de la desconfianza entre ambas capitales. De Chindia, poca cosa.