De gira por Asia, el secretario de Defensa estadounidense Chuck Hagel anunció el envío de dos nuevos buques de defensa antimisiles a Japón en respuesta a las “provocaciones” de Corea del Norte. Pyongyang realizó recientemente nuevos lanzamientos de misiles. EEUU tiene ya cinco navíos estacionados en Japón donde cuenta con unos 50.000 soldados en sus bases. Además, Washington decidió en octubre pasado desplegar un segundo radar de alerta en Kyoto y aumentar el número de misiles antimisiles con base en Alaska. El argumento es el mismo: la amenaza norcoreana. Aunque otras miradas apuntan a China.
Pyongyang, por su parte, denuncia una escalada belicista en el sur. El pasado 8 de Abril, Seúl lanzó un misil balístico con alcance de 500 km y anunció el desarrollo de otro de mayor alcance el próximo año. En paralelo, el intercambio de disparos entre las dos Coreas y la nueva controversia sobre los supuestos drones desplegados por el Norte, alimentan la tensión.
La intensificación de las maniobras conjuntas de EEUU con los países de la zona y la secuencia de respuestas de Pyongyang preocupa en China, incapaz de enveredar a su aliado y vecino y de moderar a las demás partes. Mientras crece el entendimiento de Beijing con Seúl, simbolizado en esa entrega de los restos de soldados chinos muertos en la guerra de Corea, las diferencias con el Norte persisten ante la resistencia de su líder, Kim Jong-un, a promover otra vía para asegurar la estabilidad y el desarrollo del país.
La incomodidad de China se acentuó en las últimas semanas al trascender el contenido del “Informe Kirby” sobre la situación de los derechos humanos en Corea del Norte, en el cual se detallan hechos de una enorme gravedad. Por primera vez, el juez australiano, al frente de una comisión de expertos, reunió en un documento del Consejo de Derechos Humanos un relato implacable que China se apresuró a descalificar porque “en nada contribuye a la solución de la cuestión norcoreana”.
Una vez más, esto no quiere decir que Beijing disfrute especialmente prestando cobertura diplomática a los más grandes agujeros negros del régimen norcoreano, ya hablemos de derechos humanos o de sus progresos nucleares, si bien es incapaz de soslayar sus propios imperativos geopolíticos.
La apuesta de Beijing ha priorizado la cooperación económica como piedra de toque para favorecer un cambio basado en los lineamientos de su propia apertura, confiando en que ello podría aportar soluciones a los demás contenciosos. En esto, también la clave de todo es el desarrollo, se piensa en China. Pero el caso es que los efectos de esta política se han mostrado limitados y a pesar de que China garantiza el suministro de petróleo o de alimentos además de inversiones financieras, la actitud de Kim Jong-un se ha venido caracterizando por el desaire.
De poco han servido las advertencias de Xi Jinping hace justamente un año cuando en la edición 2013 del Foro Boao pareció tomar distancias de su aliado, empeñado en una agresiva retórica desestabilizadora, alertando sobre el hecho de que “ningún país podría sentirse autorizado a obtener ventajas egoístas a costa de provocar el caos en la región y en el mundo”….
Pyongyang sigue explotando en beneficio propio la rivalidad de China con las alianzas establecidas por EEUU con Japón y Corea del Sur y con el temor chino a un hundimiento del régimen que podría derivar en dobles dosis de caos y de incremento de la influencia estratégica de EEUU.
China no puede desentenderse de la fuerte presencia de EEUU en el sur de la península y en toda la zona, pero la actual prospección sobre la definición de un nuevo modelo de relaciones entre grandes potencias podría tener consecuencias para Pyongyang si se dan determinadas circunstancias. Asimismo, la intensificación del acercamiento entre China y Corea del Sur –en buena medida acelerado por la actitud revisionista del derechismo nipón- y del debate en la propia China a propósito de la persistencia o abandono de un aliado que no da señales de enmienda de sus “errores”, puede conducir a una revisión de la política china en este aspecto más pronto que tarde con potencialidad suficiente para alterar buena parte de las reglas de juego de la región. Todo ello conforma un escenario de presión sobre el régimen norcoreano que podría tener consecuencias de alcance.
Por su parte, Seúl, por segundo año consecutivo, incluye en su plan presupuestario anual una partida para las tareas preparatorias de la reunificación de la península, señalando éste como uno de los cinco ejes clave de las cuentas de 2015. ¿Será que la debacle norcoreana está al caer y la reunificación más cerca de lo que parece?