La próxima cumbre EEUU-China permitirá tomar el pulso a las relaciones sino-estadounidenses. La visita de Estado de Xi Jinping viene precedida por importantes convulsiones financieras pero en un contexto de amortiguación del tono de las habituales tensiones económicas. Por el contrario, la rivalidad estratégica parece haberse incrementado.
Preguntas
1. ¿Cómo definiría el actual momento de las relaciones sino-estadounidenses?
2. ¿Qué razones principales obstaculizan el entendimiento entre ambos países?
3. ¿Confía en que pueda llegar a establecerse esa relación de nuevo tipo reclamada por las autoridades chinas primando la cooperación sobre la contención o la confrontación?
Colaboran en este Especial del OPCh: Fernando Delage (director de Casa Asia-Madrid entre 2005 y 2010 y especialista en asuntos asiáticos) y Jorge E. Malena (Universidad del Salvador, Buenos Aires, Argentina).
La próxima cumbre EEUU-China permitirá tomar el pulso a las relaciones sino-estadounidenses. La visita de Estado de Xi Jinping viene precedida por importantes convulsiones financieras pero en un contexto de amortiguación del tono de las habituales tensiones económicas. Por el contrario, la rivalidad estratégica parece haberse incrementado.
Preguntas
1. ¿Cómo definiría el actual momento de las relaciones sino-estadounidenses?
2. ¿Qué razones principales obstaculizan el entendimiento entre ambos países?
3. ¿Confía en que pueda llegar a establecerse esa relación de nuevo tipo reclamada por las autoridades chinas primando la cooperación sobre la contención o la confrontación?
Colaboran en este Especial del OPCh: Fernando Delage (director de Casa Asia-Madrid entre 2005 y 2010 y especialista en asuntos asiáticos) y Jorge E. Malena (Universidad del Salvador, Buenos Aires, Argentina).
RESPUESTAS DE Fernando Delage (director de Casa Asia-Madrid entre 2005 y 2010 y especialista en asuntos asiáticos)
1. ¿Cómo definiría el actual momento de las relaciones sino-estadounidenses?
Como de notable incertidumbre. El consenso de que fue objeto durante décadas la política china de EE UU se está rompiendo. La inquietud por las implicaciones de la mayor ambición diplomática china y de su proceso de modernización militar está reforzando a los defensores de una abierta política de contención. Por su parte, la agenda de Xi Jinping refuerza un impulso nacionalista, mientras que sus movimientos estratégicos revelan una impaciencia por modificar el status quo. Pese al interés compartido de ambas partes en la paz y la cooperación, se va hacia una espiral de creciente tensión.
2. ¿Qué razones principales obstaculizan el entendimiento entre ambos países?
La razón fundamental es la incompatibilidad de sus respectivos conceptos sobre el orden regional asiático. De manera más inmediata, la cercanía de un proceso electoral en EE UU y la posible pérdida de credibilidad de Xi Jinping por la gestión de las dificultades económicas puestas de manifiesto este verano complican las posibilidades de entendimiento. La dinámica política interna de ambos países crea un contexto que prima sobre los imperativos de la política exterior.
3. ¿Confía en que pueda llegar a establecerse esa relación de nuevo tipo reclamada por las autoridades chinas primando la cooperación sobre la contención o la confrontación?
Que prime la cooperación sobre la confrontación es sólo un aspecto de esa propuesta. Implicaría también para EE UU un reconocimiento por su parte de los “intereses centrales” de China en Asia o, incluso, de una potencial esfera de interés de Pekín. No cabe esperar por tanto que Washington asuma la iniciativa como tal. Cuestión distinta es la convicción—que parece compartir la administración Obama—de la necesidad de dar forma a unas reglas de coexistencia que neutralicen la deriva hacia un enfrentamiento resultante de sus diferencias estructurales. La seguridad marítima sería una de esas cuestiones fundamentales sobre las que llegar a algún acuerdo. Esa disposición podría desaparecer si los republicanos llegan a la Casa Blanca en las próximas elecciones.
RESPUESTAS DE JORGE E. MALENA, Escuela de Estudios Orientales, Universidad del Salvador, Buenos Aires, Argentina.
1. ¿Cómo definiría el actual momento de las relaciones sino-estadounidenses?
En febrero de 2012, el entonces Vicepresidente de China Xi Jinping convocó a Washington a construir “un nuevo tipo de relación entre países grandes”, lo cual tuvo como respuesta en marzo de ese año por parte de Hillary Clinton (en aquel momento Secretaria de Estado de EE.UU.,) que “los dos países deben crear un marco para construir confianza a lo largo del tiempo”, dado que “no hay contradicción entre apoyar el surgimiento de China y promover los intereses de EE.UU.”.
Un poco más de tres años después de ese intercambio de buenas intenciones, cunden las críticas, acusaciones y desconfianza mutua, tanto a nivel gubernamental como en los medios de comunicación social.
EE.UU. y China son aún los dos principales motores del crecimiento económico mundial, lo cual se complementa con la sostenida interdependencia existente entre ambas economías: aunque las IDE de China a nivel mundial van muy rezagadas con respecto a las de los EE.UU., en el año 2020 las inversiones chinas sobrepasarían las de los EE.UU. Al mismo tiempo, las exportaciones de EE.UU. con destino a China crecen más rápido que sus importaciones desde China, a la vez que las inversiones chinas en EE.UU. se incrementan más rápido que las de EE.UU. en China.
Por estas razones de carácter económico, a lo cual se le suman desafíos de índole estratégica (como la seguridad energética y alimentaria, la lucha contra el cambio climático y el terrorismo), las críticas, acusaciones y desconfianza no deberían tener tanta incidencia.
2. ¿Qué razones principales obstaculizan el entendimiento entre ambos países?
En gran medida, existen percepciones engañosas de las que resultan malentendidos. Por un lado, EE.UU. observa con aprensión la política de “país grande” que ha asumido China, cristalizada en contraer mayores responsabilidades internacionales y desarrollar emprendimientos económicos a gran escala en diversas regiones del mundo. Por el otro lado, China mira con recelo la implementación de la estrategia de “pivot asiático” y la continuidad de la preeminencia estadounidense en el sistema comercial y financiero internacional.
También existen cuestiones concretas que obstaculizan los lazos entre ambos países: Washington rechaza el accionar chino en materia de delitos cibernéticos, espionaje económico, construcción de instituciones financieras alternativas, manipulación del valor de la moneda, supresión de disidencia interna, expansionismo en el Mar del Sur de la China, etc. Beijing a su vez repudia lo hecho por EE.UU. en lo atinente al mantenimiento del apoyo militar a Japón, Filipinas y Taiwán, la restricción a los países emergentes de mayor representación en los organismos económicos internacionales, la imposición unilateral del “quantitative easing”, etc.
3. ¿Confía en que pueda llegar a establecerse esa relación de nuevo tipo reclamada por las autoridades chinas primando la cooperación sobre la contención o la confrontación?
La visita de Estado del presidente Xi Jinping entre el 22 y 29/9 del corriente brindará una importante oportunidad para convenir compromisos específicos y reencaminar la relación estratégica. En cuanto a los primeros, se podrían alcanzar acuerdos para (a) disminuir las emisiones de dióxido de carbono, (b) atenuar la subrepresentación de China en el FMI y Banco Mundial, y (c) poner en marcha un código de conducta ante encuentros aéreos no planeados en los mares del Este y Sur de la China.
Con respecto a reencaminar la relación estratégica, la observancia de los principios de la “major country diplomacy” gestada entre febrero y marzo del 2012 (evitar la confrontación y el conflicto, practicar el respeto mutuo y cooperar para alcanzar el beneficio mutuo) podría ser una realidad que va más allá de los pronunciamientos diplomáticos.
Ello sería así en virtud de que, en el actual período de transición del poder internacional, Washington tiene ante sí la posibilidad de dar por tierra el hasta ahora infalible dictum de Tucídides (v.g. que el surgimiento de una potencia lleva a codicia, temor y enemistad, cuya inevitable consecuencia es el conflicto). En el mundo académico, las opciones a la hora de caracterizar la futura relación entre China y los EE.UU., son la conciliación y la contención. La primera es sostenida por pocos estudiosos, a los que se los tacha de naïf (los más destacados Charles A. Kupchan y Lyle J. Goldstein), mientras que la segunda es la que tiene más aceptación, a partir del predominio de la escuela realista.
Sin embargo, dadas (a) la interdependencia económica entre ambas potencias, (b) el cada vez menos dispar poderío militar de cada actor y (c) las múltiples áreas de interés común en temas internacionales, es posible vislumbrar un ajuste en las estrategias vis-à-vis su contraparte. EE.UU. podría “acomodarse” ante la consolidación de la posición internacional de China, aprovechando la incorporación de la República Popular al sistema de las Naciones Unidas y su no rechazo integral al sistema económico internacional. China, por su parte, podría dejar atrás toda tentación “revisionista” del orden global, a cambio de acceder a mayores beneficios dentro del sistema.
De ese modo, sería posible cristalizar otra aguda definición de la ex Secretaria de Estado Hillary Clinton: “nuestras dos naciones tratan de hacer algo que nunca fue hecho en la historia: escribir una nueva respuesta a la pregunta sobre qué sucede cuando se encuentran una potencia establecida y una potencia en ascenso”.
Desde ya, las consecuencias para el resto del mundo de este eventual “acomodamiento estratégico” deberán ser parte de un futuro análisis.