Distensión virtual Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China

In Análisis, Política exterior by Xulio Ríos

La cumbre virtual entre Joe Biden y Xi Jinping contrastó vivamente con el encuentro de Anchorage (Alaska) de marzo, cuando tuvo lugar la primera reunión vis a vis desde que asumiera la presidencia y llevado a cabo por delegaciones diplomáticas de ambos países. Si entonces se escenificaron los profundos desacuerdos entre las dos principales potencias mundiales, que lógicamente persisten, ahora el acento se ha puesto en una voluntad compartida de desdramatizar esas diferencias y encauzarlas.

Xi instó al presidente estadounidense a ejercer liderazgo político, cumplir con la promesa de no buscar una nueva guerra fría y todo hacer por garantizar la estabilidad de las relaciones bilaterales en un marco de cooperación, respeto y coexistencia. Al respecto, reiteró la existencia de “intereses profundamente entrelazados”, al igual que “no tiene intención de venderle al mundo su propio camino de desarrollo”.

El presidente Biden persiste en etiquetar la relación con China de «competición estratégica». Así lo indicó en las jornadas previas a esta cumbre. Lo quiera o no, esto conduce el vínculo bilateral a una dinámica de competencia en la que parece primar la contención del adversario, primera urgencia para la Casa Blanca, una visión que puede condicionar también la política de los países aliados, incluida la UE, que igualmente parece abdicar de aquel afán de “autonomía estratégica” reivindicada durante el incómodo mandato de Donald Trump.

Queda por ver hasta dónde llegará este amago de distensión dados los numerosos y complicados antagonismos políticos, geopolíticos, estratégicos y tecnológicos que separan a ambos países. Por lo pronto, no cabe esperar que nadie baje la guardia.

Las presiones a las tecnológicas chinas, persisten, como también el desequilibrio de la balanza comercial (de 189.000 millones de euros en los primeros ocho meses de 2021 frente a los 166.500 del año pasado), las restricciones a las inversiones chinas en EEUU y de EEUU en China, el cuestionamiento de la OMC en un efecto contagio que podría extenderse aun más, etc. Por supuesto también las discrepancias políticas sobre “ideas y valores” que se escenificarán en la cumbre sobre la democracia prevista para el 9 y 10 de diciembre en EEUU y convocada, en lo sustancial, para afear los déficits del modelo chino en materia de derechos humanos y demás aunque con voluntad más de autobombo que de autocrítica, que también falta haría.

¿Se aleja el fantasma de una nueva guerra fría? Las señales de alerta persisten, especialmente a la vista de la promoción de alianzas de seguridad como el AUKUS, que se suma al QUAD y a los Cinco Ojos. Otro tanto podíamos decir de propuestas como Build Back Better World (B3W), formulada con el claro propósito de desafiar la Iniciativa de la Franja y la Ruta china.

Las miradas podrían dirigirse a Taiwán como hipotético reflejo de esa distensión. ¿Rebajará Biden el acercamiento militar y político con Taipéi? Un cambio en esto no se le perdonarán en casa, como tampoco en Taipéi, que ha elevado el listón. Y para China se trata de un asunto mayor en el que no cabe hacer concesiones. Xi lo dejó bastante claro en el trascurso de las más de tres horas de reunión.

El líder chino llegó a esta cumbre tras una sexta sesión plenaria del Comité Central del PCCh en la que vio reforzado su poder personal, discurso e influencia política. La situación de Joe Biden es otra bien distinta, con un país dividido por la mitad y equilibrios nada fáciles. Aun así, el encuentro puede haber servido para poner coto a la espiral descendente de las relaciones entre Estados Unidos y China del último lustro, llevando a ambas partes de regreso a un marco bilateral que le permita recuperar cierto nivel de  confianza mutua.

Si bien las relaciones entre Estados Unidos y China pueden ser menos hostiles en los próximos meses, cabiendo una pronta institucionalización de los intercambios y el diálogo bilateral a todos los niveles para contribuir a gestionar mejor el riesgo estratégico, la competencia se antoja inevitable ya que los intereses fundamentales de Estados Unidos y China chocan aun en dominios relevantes.

Las diferencias mutuas contarán ahora con almohadillas de sentido común para evitar que la competencia entre las dos superpotencias se desvíe  hacia el conflicto. Puede parecer poco, pero ese acuerdo de principio traslada una cierta sensación de alivio que ojalá no sea pasajera.