En las relaciones con EEUU, China viene demostrando una gran capacidad para gestionar las desavenencias tácticas pero no así para desactivar las desconfianzas estratégicas. Como ilustración de lo primero cabe señalar, por ejemplo, el reciente anuncio del Departamento de Comercio de Estados Unidos de no iniciar una investigación de las acusaciones respecto a las prácticas monetarias del gigante oriental. De lo segundo, se podría destacar el también reciente informe del Pentágono a propósito de la evolución de las capacidades militares de China.
Las tensiones estratégicas entre Beijing y Washington constituyen el asunto más delicado de las relaciones bilaterales, en especial, porque van en aumento y no parecen ceder. Los problemas de seguridad en la península coreana, Taiwán o los litigios territoriales en el mar de China meridional han dado buena cuenta de ello en los últimos meses. China ha interpretado el ejercicio militar conjunto de Corea del Sur y EEUU en sus aguas próximas como una medida solo parcialmente dirigida contra Pyongyang y más bien como expresión de un giro estratégico compartido por el eje Seúl-Washington orientado a enarbolar un discurso más enérgico en Asia oriental, tras la asunción del presidente Lee Myung-bak. Ante las dudas surgidas en la relación con Tokio tras la victoria del Partido Democrático de Japón, EEUU optaría por reforzar su alianza con Seúl, tratando de reafirmar su esfera de influencia. Las maniobras equivaldrían así a un “recordatorio estratégico” de EEUU. La Marina del Ejército chino ha respondido con ejercicios militares en el Mar Amarillo en la primera semana de septiembre.
El informe del Pentágono sobre las capacidades defensivas de China destaca las incertidumbres respecto a sus intenciones militares. A pesar del incremento del 7,4% en 2010 (por debajo de las dos cifras de las últimas décadas), EEUU exagera el poder militar chino elevándolo al doble de lo anunciado oficialmente. Por otra parte, la magnitud del acercamiento a Taiwán preocupa en Washington, pero no tanto a consecuencia de su dimensión económica como por las frecuentes visitas al continente de generales retirados de la isla rebelde (oficialmente aun prohibidas) ante la sospecha de que actúen de intermediarios en hipotéticas negociaciones informales, desmentidas por Taipei. Después del anuncio de una venta de armas a Taiwán por valor de 6.400 millones de dólares, el Pentágono anuncia para finales de 2010 un nuevo informe sobre la correlación de fuerzas aéreas en la zona que podría incluir la recomendación de nuevas ventas a Taipei, quien ansía sustituir sus F5 y Mirage 2000 por F16. De ser así, Beijing pondrá el grito en el cielo.
China, por otra parte, anunció recientemente que con la ayuda de un pequeño submarino colocó su bandera nacional en el fondo del mar de China meridional, un territorio en el que abundan los recursos marítimos y minerales, objeto de disputa entre diferentes países de la región, y que en su día originó enfrentamientos armados con Vietnam. En julio, Washington provocó la irritación de Beijing al anunciar su intención de intervenir como mediador en el debate.
La península coreana, Taiwán o el mar de China meridional son puntos estratégicos de gran importancia para EEUU. Eso explicaría el notable acercamiento de Washington a Vietnam, ante la necesidad de contener su pérdida de influencia en el sudeste asiático. China ha advertido a Hanoi que no debe “jugar con fuego”, ya que puede resultar, al final, el “peor parado”, al sobreestimar la capacidad de protección que estaría dispuesto a prestarle EEUU.
Pese a las reiteradas manifestaciones de ambas partes tratando de quitar hierro a las desavenencias, lo cierto es que la agenda geopolítica revela claras tensiones entre el empeño por crear un arco de aliados que circunde a China con miras a contenerla y los intentos de ésta por impedirlo.
Por el momento, ello no afecta de modo relevante a las relaciones económicas y comerciales, que ofrecen un generoso colchón condicionado por la interdependencia mutua. Por otra parte, la inversión de China en EEUU, especialmente en bonos del Tesoro (en descenso en junio y julio, aunque manteniendo su primacía en el ranking acreedor) no parece afectada si bien tampoco permite moderar demasiado la gestión de sus intereses respectivos.
Con independencia de si se inclina o no la balanza global en favor de Oriente con mayor o menor intensidad o si simplemente se impondrá por la vía de hecho un nuevo equilibrio que podría permitir un mayor protagonismo de otras potencias, lo cierto es que China, dadas sus características, está destinada a ser potencia, con un poderío que debiera acomodarse a las condiciones actuales de la sociedad internacional, esas que han convertido en obsoleto el dominio imperial de EEUU. A ambos urge una nueva mirada de la realidad, requiriéndose voluntad de acomodo como actitud, virtud y exigencia superadora tanto de las desavenencias tácticas como de la competencia estratégica que hoy caracterizan su compleja relación.