Una de las razones fundamentales del colapso de la Unión Soviética fue el haber tratado de mantener la paridad armamentista con Estados Unidos. Ello le permitió a Reagan colocar al oso ruso contra las cuerdas de la bancarrota, a través de un incremento desmesurado del gasto militar norteamericano. Es un error del cual los chinos tomaron debida nota y que ha condicionado su pensamiento estratégico con relación a Washington.
Como resultado de lo anterior, «China busca convertirse en una superpotencia asimétrica` fuera de la esfera del poder militar convencional» (Mark Leonard, What Does China Think, New York, 2008). De acuerdo con esta perspectiva, la rivalidad estratégica con EEUU debe simbolizarse en la metáfora del David contra Goliat, que busca explotar los puntos débiles de un poderoso adversario sin buscar equipararse a él. Para ello, el pensamiento militar chino busca sacar provecho a las vulnerabilidades que se derivan de la obsesión norteamericana por los sistemas y equipos armamentistas, a expensas de la visión estratégica de conjunto.
Desde un grupo de misiles que cieguen a los satélites que guían a su compleja red de sistemas militares entrelazados, hasta un virus que descontrole a su red informática central, son diversas las opciones planteadas para neutralizar la fuerza apabullante del Goliat estadounidense, a una fracción del costo incurrido por aquél. Sin embargo, lo asimétrico no se circunscribe solo a lo militar, sino que abarca al amplio espectro de sus potenciales puntos débiles. Dentro de éstos, el económico ocupa un lugar muy relevante.
En su obra Unrestricted Warfare (Beijing, 1999), dos de los más importantes estrategas militares chinos, Qiao Liang y Wang Xiangsui, hacían referencia a cómo un especulador financiero como George Soros pudo poner de rodillas a los prósperos «tigres asiáticos» en 1997. Para ellos, esto ilustraba a cabalidad las potencialidades de la «guerra financiera». ¿Qué pensar hoy día con respecto al billón de dólares norteamericanos de los que dispone China en sus reservas internacionales?
Como señalaban David Levey y Stuart Brown: «Una súbita falta de disposición por parte de los inversionistas extranjeros de continuar añadiendo activos en dólares, a su ya larga cuenta de activos en esa denominación, desencadenaría un pánico que lanzaría por la estratosfera las tasas de interés y haría caer en una grave crisis a la economía estadounidense» («The Overstretch Myth», Foreign Affairs, marzo/abril 2005). El potencial de manipulación sobre la economía norteamericana del que dispone China, por esta vía, es inconmensurable.
A pesar de que Pekín contempla a lo financiero dentro de su arsenal de guerra asimétrica, EEUU sigue colocando masivamente sus bonos del Tesoro en manos chinas, con el propósito de financiar su deuda. Deuda frecuentemente contraída para desarrollar nuevos sistemas armamentistas. Si algo debió haber aprendido EEUU de su triunfo frente a la Unión Soviética es que la guerra más exitosa es aquella que no tiene que librarse. Paradójicamente, fue Pekín quien comprendió el significado de la lección. Llegado el caso, qué arma asimétrica tan espectacular sería ésta para China.