El alegato diplomático de Xi Jinping

In Análisis, Política exterior by PSTBS12378sxedeOPCH

La Conferencia Central sobre Trabajo Relacionado con los Asuntos Exteriores, celebrada en Beijing los días 28 y 29 de noviembre, ha resaltado la importancia de la actual fase histórica para desarrollar una acción exterior que contribuya de forma decidida al “rejuvenecimiento nacional” del país, primando la satisfacción de los intereses propios, en especial atendiendo a la tríada integrada por la soberanía, la seguridad y el desarrollo, sin menoscabo de insistir en su vocación pacífica. China, se reitera, atraviesa un “período de oportunidad estratégica” y debe hacer cuanto esté a su alcance para lograr hacer realidad “el sueño chino”.

En su discurso, Xi Jinping situó como meta para la presente década el logro de los “dos objetivos centenarios”: duplicar el PIB de 2010 y el ingreso per cápita de los residentes urbanos y rurales y culminar la construcción de una sociedad acomodada cuando el PCCh celebre su centenario (2021). Dichos compromisos fueron definidos en el XVIII Congreso del PCCh (2012).

Esta conferencia, llevada a cabo ocho años después de la convocada por Hu Jintao –que fue la primera de su tipo-, destacó el valor de la “planeación global” y las “intrépidas iniciativas” promovidas por el actual liderazgo y que han redundado en una clara mayor presencia activa de China en los asuntos internacionales.

Las bases de este nuevo tiempo diplomático enfatizan varios elementos. En cuanto a la caracterización del momento internacional actual, en primer lugar, el ambiente internacional se define como “cambiante” y “complejo”, si bien la tendencia a la multipolaridad no se verá alterada. Por otra parte, se enfatiza que la globalización económica, que implica un delicado ajuste, tampoco se detendrá (y China se erige en paladín incontestable de ella conjurando los proteccionismos). Asimismo, se indica que la reforma del sistema internacional es la respuesta inevitable a las tensiones y luchas que lo acompañan. Esas tres tendencias (multipolaridad, globalización, reforma del sistema global) conforman los principales vectores de un tiempo irreversible que culminará con la recuperación de la posición central de China en el orden internacional. En suma, el actual es un presente de cambios marcados por profundos ajustes que deben ser contemplados bajo el prisma de las “leyes históricas”.

Xi enfatizó en su discurso la importancia concedida a las relaciones entre los “países importantes”, pero igualmente a la política de vecindad en un entorno, reconoció, marcado por la “incertidumbre”. También destacó la exigencia de igualdad en la comunidad internacional así como su compromiso a la hora de “hablar por los países en desarrollo”, sin que eso suponga adscripción a forma alguna de “alineación”; por el contrario, China apuesta por la construcción de “una red global de cooperación”.

Las líneas de fuerza de la diplomacia china se orientarían a promover un nuevo tipo de relaciones internacionales basado en la doble idea del desarrollo compartido y la seguridad común.

La condición crucial del momento que vive China le conmina a desarrollar una estrategia diplomática “distintiva y con la debida modestia de su papel como un gran país”, enfatizando la singularidad de su camino y su visión, indisolublemente asociada al incremento del poder blando para comunicar mejor su mensaje al mundo. China, a fin de cuentas, no va a disimular más su poder (finiquitando los consejos diplomáticos de Deng Xiaoping), simplemente lo va ejercer pasando a la acción de forma más decidida y segura.

Los movimientos audaces que hemos visto en el último año presagian cambios importantes en su implicación regional y global. La conferencia sirvió para hacer un primer balance pero sobre todo para marcar el rumbo, con una llamada expresa a  los múltiples actores de la diplomacia china, dentro y fuera del país, a acelerar los tiempos e iniciativas, situándose en disposición de trascender los retos y desafíos pendientes.

La persistencia en la defensa de la soberanía, de los derechos e intereses marítimos en disputa con terceros o la unidad nacional frente a los secesionismos internos podría derivar en la apertura de frentes de inestabilidad en el entorno regional. Pero la fórmula aconsejada para diluirlos es, una vez más, la promoción de la prosperidad, considerada el bálsamo amortiguador de todos males habidos y por haber.