El dilema de China en Myanmar: ¿le beneficia o no el golpe militar? Bienvenido Tingyi Chen Weng es estudiante del Grado de Relaciones Internacionales en la UCM y realiza prácticas en el OPCh

In Análisis, Política exterior by Xulio Ríos

A principios de febrero, el golpe militar en Myanmar y la detención de Aung San Suu Kyi y otros líderes de la Liga Nacional para la Democracia (LND) captaron la atención del mundo. Los países occidentales se apresuraron a rechazar el golpe. El G7, la Unión Europea o Estados Unidos pronto lo condenaron. Por el contrario, China decidió no condenar públicamente el golpe de Estado en Myanmar, adoptando una postura mucho más comedida que los gobiernos occidentales. China, incluso, llegó a bloquear una declaración de condena al golpe militar en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que adoptó al final una declaración mucho más contenida de lo propuesto inicialmente por los británicos. Por su parte, los medios de comunicación chinos se limitaron a señalar una “reorganización del gabinete en Myanmar”, en vez de un golpe de Estado, como señalaron los gobiernos y medios de comunicación occidentales.

Todo esto desató la proliferación de especulaciones sobre la participación y el apoyo de China al golpe militar. Varios hechos suscitan las sospechas de los manifestantes. En primer lugar, la propia no condena del golpe militar por parte de China. Esto ha generado el descontento de los manifestantes que portaban carteles en chino como “Parar de ayudar al golpe militar” o “Fuera gobierno chino” a las puertas de la embajada china en Myanmar. Aunque el sentimiento anti-chino en Myanmar no es nada nuevo —ya desde los años sesenta se han dado varias protestas en contra de China—, este hecho ha vuelto a desatar otra oleada de protestas anti-China.

En segundo lugar, la visita del ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi, a Myanmar días antes de los acontecimientos y su reunión con el comandante en jefe del Tatmadaw—como es conocido el ejército de Myanmar—, Min Aung Hlaing, quien estuvo detrás del golpe militar de principios de febrero. Esta reunión, por tanto, esgrimen, pudo haber servido para la preparación para el golpe militar. No obstante, hay que señalar, que durante esa visita a mediados de enero, el ministro Wang también se reunió tanto con el presidente Win Myint, como con la Consejera de Estado y Ministra de Asuntos Exteriores, Aung San Suu Kyi, ambos de la LND.

Finalmente, los manifestantes señalan también una posible ayuda china para establecer el firewall que permitiría bloquear el acceso a Internet en Myanmar en los días posteriores al golpe militar. Otra idea que se apunta es la presencia de soldados con apariencia étnica china en la dura represión contra las protestas de los días posteriores.

Por tanto, se nos plantean aquí varias preguntas: ¿realmente beneficia a China una restauración de una dictadura militar en Myanmar?; ¿ayudaría el establecimiento de una dictadura militar al desarrollo de los proyectos e intereses chinos en Myanmar?; ¿es probable que China haya ayudado al Tatmadaw a realizar el golpe militar en Myanmar?

La respuesta rápida es que no. Las relaciones entre China y Myanmar han sido ambivalentes durante las últimas décadas y un gobierno militar no ha sido la garantía de un posicionamiento más favorable hacia China. De hecho, una de las razones que señalan varios autores y académicos por la cual se dio la apertura democrática en Myanmar a principios del milenio fue la búsqueda por parte del Tatmadaw de reducir la gran dependencia hacia China, que se había ido configurando desde el establecimiento de una dictadura militar a finales de los años ochenta, en gran parte debido a las duras sanciones impuestas por las potencias occidentales. A pesar de las buenas relaciones establecidas durante esta época, la desconfianza por parte del Tatmadaw hacia China nunca llegó a desaparecer. La principal razón de ello era el apoyo que prestó China a las guerrillas comunistas en el noroeste del país hasta mediados de los años ochenta.

De esta forma, el primer gobierno civil establecido en 2010 bajo la presidencia de Thein Sein (del Partido de la Unión, la Solidaridad y el Desarrollo, apoyado y creado por el Tatmadaw) buscó alejarse de China y acercarse a Occidente. El hecho más pragmático de esta política fue la puesta en standby del megaproyecto chino de la presa de Myitkyina, que iba a ser la mayor presa construida por una empresa china fuera de las fronteras de la RPCh.

La victoria de la LND en las elecciones de 2015 suponía la creencia de una continuidad en la política exterior e incluso un mayor acercamiento a Occidente. En este aspecto, no hay que olvidar que Occidente ha sido el mayor apoyo para la líder de la LND, Aung San Suu Kyi, quien incluso llegó a recibir el Premio Nobel de la Paz. No obstante, para sorpresa de los analistas internacionales, Aung San Suu Kyi llevó a cabo un cambio en la política exterior de Myanmar hacia China, adoptando una posición mucho más pragmática que la llevada a cabo por Thein Sein.

Desde entonces, el gobierno chino ha invertido grandes esfuerzos en establecer y estrechar lazos con los líderes democráticos burmas, principalmente con Aung San Suu Kyi. Las reuniones bilaterales se han ido sucediendo y, bajo el gobierno del LND, se ha ido desarrollando el Corredor Económico China-Myanmar bajo los auspicios de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Asimismo, los dirigentes de la LND han apreciado mucho el apoyo prestado por parte de China en la crisis de los rohingyas cuando el país fue condenado internacionalmente.

El posible interés chino en apoyar el golpe militar y un cambio de gobierno en Myanmar, por tanto, no parece tan claro. La no condena por parte de China se ajusta a la máxima de la política exterior china de “no interferencia en asuntos internos” —uno de los cinco principios de coexistencia pacífica—. Para China, el golpe militar es un asunto interno de Myanmar y debe solucionarse internamente. Chen Hai, embajador chino en Myanmar, señalaba en una entrevista para medios de comunicación chinos, que “lo importante para Myanmar y su pueblo es trabajar juntos para encontrar una solución eficaz a la crisis política interna”. Por otro lado, China no ha sido el único país que se ha pronunciado de esta manera. Otros países de la ASEAN también han adoptado la misma postura.

Un nuevo gobierno militar seguramente no tenga la intención de revertir el progreso económico de Myanmar de los últimos años, pero es de esperar que se impongan una serie de sanciones por parte de los países occidentales —como ya ha ocurrido por parte

de los Estados Unidos—, por lo que podría repetirse la historia del último gobierno militar, cuando las sanciones internacionales obligaron a la Junta militar a acercarse a China.

Aunque el establecimiento de un gobierno militar pueda parecer que beneficie a China debido a la probable creación de una mayor dependencia y estableciéndose como la única opción de un posible nuevo gobierno militar, esto no tiene por qué beneficiar a los intereses chinos. En este sentido, hay que tener en cuenta que tanto la política exterior china como la idiosincrasia interna han cambiado notablemente desde el último gobierno militar en Naipyidó. China ya no es el estado que financiaba las guerrillas comunistas al noroeste de Myanmar. La política del “going out” (出去走) y la creciente internacionalización de las empresas chinas, hacen que la estabilidad estatal de los países donde estas se establecen sea una prioridad para los intereses globales chinos.

No cabe duda de que China seguirá trabajando con Myanmar, independientemente del tipo de gobierno que se establezca, debido a su indiferencia tanto al tipo de sistema político como al respeto de los Derechos Humanos. Sin embargo, a China le interesan los gobiernos “normales” y estables en los que las inversiones chinas puedan desarrollarse sin convulsiones.  De esta forma, los esfuerzos de China puestos en el Corredor Económico China-Myanmar —sobre todo, en el estratégico oleoducto y gasoducto que conecta Kyaukphyu con la provincia china de Yunnan—, podrían verse afectados por la inestabilidad que supondría un gobierno militar y un creciente sentimiento anti-chino en la sociedad civil provocado por la creciente confrontación entre las partes.

En conclusión, es probable que China prefiera la restauración de la “democracia” y volver a tratar con los líderes de la LND, que regresar a un gobierno militar imprevisible y aislado de la sociedad internacional, donde las empresas chinas no podrían obtener tantos beneficios como en una economía más abierta y en continuo crecimiento, a pesar de que esto pudiera originar una creciente dependencia hacia China. Así, el embajador chino en Myanmar, Chen Hai, señalaba que “la LND, liderada por Aung San Suu Kyi, mantiene una buena relación con China, y se comprometen a promover conjuntamente la construcción de una comunidad de futuro compartido China-Myanmar, el Corredor Económico China-Myanmar”. Por tanto, no parece que China tenga un excesivo interés en cambiar el statu quo en Myanmar.