El dilema USA-BAII: Dar el brazo a torcer o estrechar la mano

In Análisis, Política exterior by PSTBS12378sxedeOPCH

De “convidado de piedra” a “anfitrión protagonista” en el nuevo status quo de la financiación global. El Banco Asiático de Inversión para la Infraestructura (BAII) es una vuelta de tuerca más al ansiado sueño chino.

Dentro del ambicioso proyecto de Xi Jinping,  basado en tres pilares básicos: ideología, diplomacia y economía ([1]), el BAII es tan solo la consecuencia inevitable de años de frustración de los países emergentes, y especialmente de China, en las instituciones económicas mundiales: Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial.

El origen se remonta a los intentos del Gobierno de Pekín de adquirir protagonismo y mayor representatividad en estos hegemónicos financiadores a cambio de apoyo económico ([2]) y que hasta este momento siempre han encontrado la negativa de Estados Unidos y de  sus socios  y la desconfianza estratégica hacia nuevas recetas monetarias en lo que se ha denominado por expertos la “desdolarización” o  la “internacionalización del yuan”.

La invitación de China ha tenido un éxito sin paliativos. Desde el Memorando de Entendimiento de octubre de 2014 al  reciente 31 de marzo de 2015, plazo de finalización para ser miembro fundador del banco,  ya se han sumado sucesivamente  a este macroproyecto: Alemania, Francia, Italia, Países Bajos, Suiza, España, Nueva Zelanda, Australia, Corea del Sur,… Hasta Reino Unido, aliado incondicional de Estados Unidos, participa ya  en el diseño de sus estatutos que cuentan con un capital social de 100 mil millones de dólares.

            El atractivo no sólo radica en las facilidades del promotor (que  aportaría el 50 por ciento con reducción de la participación a medida que se sumen más países al proyecto[3]) ni en la permisibilidad de otras posibles vía de financiación (préstamos interbancarios y emisión de bonos soberanos). El “producto estrella” del BAII es la financiación de la red  de transportes, infraestructuras y comunicaciones de las Nuevas Rutas de la Seda y de la Seda Marítima del Siglo XXI que permitirán establecer un corredor comercial y económico de un mercado potencial de 4.400 millones de personas,  una conexión directa Oriente a Occidente con más de 2000 años de antigüedad.

En esta “fiesta  created by China”, hay una ausencia comentada: la política americana de “Pivot to Asia”. ¿Dejará Estados Unidos pasar la oportunidad de ser otro aliado estratégico más en este proyecto que representa un tercio de la riqueza mundial?  ¿Declinará el billete de un tren como el de Yiwu-Madrid  que conecta 13.000 kilómetros [4]  alternativos a los itinerarios del enclave oriental del Pacífico? ¿Dará su brazo a torcer ante la amenaza estratégica de un banco mundial más  ágil, rápido y económico que los bancos existentes? ¿Estrechará la mano, tal y como ha declarado Japón, que pese a estar preocupado desde el Banco Asiático de Desarrollo sobre cuestiones de gobernanza y transparencia en el nuevo banco,   se reserva su  opción de adhesión? Las respuestas  desde Washington no tardarán en llegar.

 


[1]             Xulio Rios, “El proyecto de Xi Jinping”. El País. Opinión. 07/02/2015.

[2]             Alfredo Toro Hardy. OPCH: “El Banco de Inversiones de Infraestructuras Asiáticas y el fracaso de Washington  30/03/2015

[3]               Declaraciones de Lou Jiwei  es Ministro de Finanzas de la RPPChina desde 2013. 

[4]             Macarena Vidal Liy. “El País”. Internacional. 17/02/2015.