El culebrón coreano se asemeja cada día más a una montaña rusa. Un día estamos al borde de la guerra y al siguiente a un paso de una entrevista inédita Trump-Kim (otro tanto ocurrió con China: un día Trump habla con Tsai Ing-wen para desairar a Xi Jinping y poco después se deshace en elogios a él y descarta volver a conversar con Tsai sin su “permiso”). En perspectiva, recuérdese que, alternativamente, anteriores administraciones de EEUU ya ensayaron con Corea del Norte la firmeza y el diálogo. Y si el diálogo brindó relativos réditos y valiosos momentos de calma (reunión de familias, inversiones, etc), la política de sanciones ha sido un fracaso. La actual estrategia, de haberla, tiene altas probabilidades de fracasar igualmente.
El escenario ante nosotros es tan desconcertante como desestabilizador. Si trascendemos Corea del Norte, la razón inmediata más poderosa que podría explicar este repentino y acusado interés de Trump por agitar las tensiones con Pyongyang pudiera ser la de contribuir a que Seúl elija en las elecciones anticipadas del 9 de mayo un candidato dispuesto a continuar con la instalación del sistema de defensa antimisiles THAAD, pieza que algunos consideran clave en una hipotética política de contención de China. Tras la desastrosa presidencia de la conservadora Park Geun-hye, el gran favorito en esta elección es Moon Jae-in, candidato que desea recuperar el diálogo con Pyongyang y repensar la pertinencia de dicha instalación, promovida con calzador en un contexto de grave inestabilidad política en Seúl. . La exacerbación de las tensiones puede inclinar al electorado hacia las opciones de “fuerza”. O no. Se han registrado importantes enfrentamientos entre las fuerzas del orden y los habitantes de Seongju, que pretenden paralizar el despliegue.
Por otra parte, es verdad que Kim Jong-un ha persistido en los últimos años y meses en sus desafíos; también lo es que las intensas maniobras militares de EEUU y sus aliados han preocupado incluso a muchos surcoreanos, inquietos por la falta de control de los acontecimientos por parte de su propio gobierno, siempre a expensas de las opciones unilaterales de Washington. Pyongyang ha respondido con mucho ruido, pero de baja intensidad final: pruebas fallidas de misiles, ejercicios de artillería, etc.
El secretario de Estado Tillerson declaró en su gira por la zona que EEUU no quiere “cambiar el régimen” y que ansía “una solución negociada”. Pero la presión militar aumenta como consecuencia de una sorprendente cuando menos consideración del régimen juche como el principal desafío de su política exterior. Ante el simulacro de lanzamiento de una bomba nuclear contra los principales objetivos de Corea del Norte o la presencia del portaaviones USS Carl Vinson y su grupo de ataque en unos ejercicios coordinados con Seúl y considerados los más grandes de la historia, la preocupación sube enteros.
La justificación de la instalación del sistema THAAD es la amenaza norcoreana. Beijing y Moscú aseguran que las intenciones reales van más allá, abarcando el norte, noreste y algunas zonas del este de China, así como el extremo oriente de Rusia. De hecho, dicen, no podrá neutralizar los misiles norcoreanos si Pyongyang los lanza a gran escala. Ambos países estudian medidas militares de respuesta a lo que consideran una “provocación”. En un contexto de distensión Seúl-Pyongyang, los argumentos estadounidenses flojearían. Beijing presiona para demostrar su capacidad de gestión de la crisis y evitar un desenlace negativo para sus intereses. Si Kim Jong-un va por libre, puede pagar un alto precio.
La presión ambiental puede devenir en resultados contrarios a los esperados por los estrategas de la Casa Blanca, especialmente si lo que buscan realmente es garantizar la continuidad del THAAD a toda costa. Moon Jae-in, según las encuestas, dobla las expectativas de su rival más directo, Ahn Cheol-soo, y casi triplica al candidato del partido hasta ahora gobernante, Hong Joon-pyo.
Puede que Trump gesticule una vez más con las amenazas y advertencias, con tácticas oportunistas con las que espera obtener a cambio no se sabe muy bien qué, pero con este proceder pierde credibilidad en la mayoría de los países de la región, confundidos por un manejo desconcertante de la tensión. Por el contrario, la propuesta china de “doble suspensión” (de pruebas a un lado y de ejercicios militares a otra) puede abrir camino a la recuperación de la sensatez. ¿Habrá un punto de inflexión el 9 de Mayo? El futuro de la península de Corea deben decidirlo los coreanos.