El nacionalismo de Japón es precedente fatal para Asia

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Asia está siendo testigo de un desbordamiento de nacionalismo. Los conflictos que involucran a algunas islas del Pacífico Occidental podrían cambiar el foco de atención en Asia Oriental, llevándolo de la cooperación al antagonismo. Japón está dando un mal ejemplo en este proceso.


En la historia moderna, Japón fue la primera potencia naval de Asia. La expansión excesiva no sólo trajo una temprana modernización al país, sino que de modo colateral propició catástrofes para los japoneses, como las dos bombas atómicas arrojadas contra su territorio en 1945. Fueron las acciones de las potencias mundiales, encabezadas por EEUU a mediados del siglo XX, las que interrumpieron la expansión japonesa y redujeron relativamente su territorio.


Tras la Segunda Guerra Mundial, Japón ha estado negado a tomar en serio las lecciones de la historia. En lugar de reflexionar sobre lo ocurrido, ha permitido que se acumule su despecho por la tragedia. Hoy, Japón tiene conflictos territoriales con varios vecinos marítimos. Todas las controversias sobre las islas son resultado del rediseño de los límites después de la Segunda Guerra Mundial.



Es una pena que los japoneses no hayan conseguido escapar al fantasma de esa guerra, deshaciéndose así del nacionalismo estrecho que una vez marcó su destino de manera indeleble. Incluso hoy, la nación sigue rindiendo culto a criminales de guerra de primera categoría, en el Santuario de Yasukuni.



A finales del siglo XX, se fueron intensificando gradualmente las tensiones en Asia Oriental, a consecuencia en buena medida de las acciones de Japón.



Para establecer límites geográficos, se precisa de una alta dosis de buena voluntad y sinceridad. China ha solucionado sus conflictos por la isla de Heixiazi con Rusia por medio de negociaciones, y ha delimitado todas las fronteras terrestres con sus vecinos, excepto la India. No parece probable que ocurra lo mismo en las negociaciones similares con los japoneses.



La prolongada tradición nacionalista nipona ha estado presente en las agendas de todas las administraciones de ese país en su historia moderna. El Gobierno japonés y muchos intelectuales han sido leales a esta tradición.



Tal cota de nacionalismo ha estimulado el crecimiento de sentimientos nacionalistas en el continente asiático. También ha significado afrentas derivadas de temas como las visitas al Santuario de Yasukuni, la revisión de conflictos en libros de textos de historia y el diferendo limítrofe por las islas.



Al igual que la contrafuerza acompaña a la fuerza, el nacionalismo de Japón se neutralizará a sí mismo. El público siempre encontrará razones para protestar y los políticos no dejarán de enarbolar sus causas.

Pero esto no cambia la estructura de crecimiento en otros países del Oriente.



China se desarrolla a pasos acelerados y otros países asiáticos continúan con su pujanza económica, mientras que el nacionalismo de Japón sólo genera deudas para una economía en declive.



El nacionalismo es cada vez más como una pala, con la cual no estamos seguros si estamos cavando un huerto o un sepulcro. Por lo tanto, es mejor no seguir profundizando en el agujero.



Los japoneses parecen muy apasionados y vigorosos con la pala en las manos, acción que ha sumido a la región en un ambiente de crisis. Va siendo hora de que se tomen un receso.(Pueblo en Línea)


03/11/2010