Muchos han visto su presencia como un paso más para proclamar el regreso de EEUU a la región, tras varias décadas descuidando sus intereses allí.
En la década de 1990, el ex primer ministro de Malasia Datuk Seri Mahathir propuso la creación de un foro económico en Asia Oriental. Esta idea, sin embargo, fue rechazada enérgicamente por Washington, preocupado de que una medida así pudiera perjudicar sus intereses y desafiar su hegemonía.
Aunque EEUU estableció una relación de diálogo con la ASEAN en los años setenta del siglo pasado, no fue hasta julio de 2009 cuando finalmente firmó el Tratado de Amistad y Cooperación con el Sureste Asiático.
Así pues, durante un largo período de tiempo Washington consideró la Cumbre de Asia Oriental como un mecanismo redundante, con objetivos y significados imprecisos.
Sorprendentemente, EEUU dio un giro de 180 grados en su estrategia asiática y la propia secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, presentó un cambio de política hacia la región.
Antes de la cumbre del foro de Cooperación Económica de Asia y el Pacífico (APEC, siglas en inglés), celebrada en Hawái la semana pasada, Clinton declaró que «en estos momentos la región de Asia-Pacífico se enfrenta a problemas que necesitan el liderazgo de EEUU» y que el siglo XXI es «el siglo de EEUU en el Pacífico».
Washington, además, dio una serie de pasos para promover su estrategia central, anunciando su «regreso» a Asia como líder.
La superpotencia ya ha aumentado su despliegue militar en Australia y se ha involucrado activamente en los mecanismos de cooperación en Asia Oriental, mientras cortejaba a algunos países de la región e interfería en disputas entre países.
Washington también aclaró su naturaleza como potencia en Asia-Pacífico para buscar «el siglo de EEUU en el Pacífico» y salvaguardar la seguridad y la prosperidad de la región.
La decisión estadounidense, sin embargo, ha levantado sospechas entre los países asiáticos, y muchos de ellos se preguntan a qué de «liderazgo» aspira Washington en el futuro.
Es innegable es que el océano Pacífico pertenece a todos los países bañados por sus aguas, pero no sólo a EEUU.
Al reivindicar su vuelta a la región, Washington se enfrenta a cuestiones que tienen difícil respuesta: ¿Cómo podrá incrementar la confianza de los países asiáticos? ¿Cómo ayudará a mantener la estabilidad regional y promover la prosperidad común? ¿Qué pasos dará para adaptarse al creciente poder regional de China?
De hecho, China y otras naciones asiáticas nunca han considerado que EEUU haya abandonado Asia-Pacífico y tampoco han excluido al país norteamericano de la región. No obstante, es improbable que aprueben la tentativa estadounidense de imponerles sus valores o el denominado «liderazgo» que pretende ejercer en Asia.
Lo que necesita justo ahora la región es un socio de confianza, no una nación que trate de asumir el liderazgo e intente actuar como árbitro.
Después de años tratando de cooperar con el resto del mundo, el Sureste Asiático ha atravesado por cambios significativos. La cooperación de beneficio mutuo y el desarrollo pacífico se han convertido en los principales objetivos de la región.
Si EEUU sigue con la mentalidad que tenía durante la guerra fría y continúa relacionándose con las naciones asiáticas de un modo agresivo, estará predestinado a ser repudiado en la región.
Washington también debería abstenerse de propiciar disputas o usurpar los intereses de otros. En caso contrario, la estabilidad y la prosperidad de la región serán un sueño imposible.