El 5 de noviembre de 2024 quedará grabado como el día en que el trumpismo retornó a la Casa Blanca. Las elecciones presidenciales de Estados Unidos permiten ver la crisis social y política al interior de este país. Como en muchas partes del mundo, el inicio del siglo XXI ha significado una polarización de los discursos políticos que han revivido liderazgos altamente conservadores o radicales que, a pesar de las vueltas que ha dado la historia, tienen eco.
Si bien, al interior de este país, este segundo momento de Trump como presidente cuestiona el status quo tradicional de la política; es importante también identificar los posibles alcances de esto a nivel internacional.
A modo de preámbulo, se rescatan un par de premisas importantes:
1.La victoria de Trump no era algo que no fuera posible. Es decir, el escenario de las elecciones estadounidenses fue altamente caótico para los demócratas, que no se podía romantizar de más la continuidad demócrata o caer en discursos de inclusión forzada para capitalizar votos.
- A nivel internacional, cualquiera de los dos triunfos significaba una continuidad en las tensiones entre la visión occidental y el resto del mundo. En este punto, la diferencia era la forma en que se puede ejecutar esta visión. La llegada de Harris no necesariamente resolvía los retos dentro de la política mundial y la situación económica. Sin embargo, implicaba una versión políticamente correcta o soft de hacer las cosas. Mientras, que el triunfo de Trump suscribe a una forma tosca, radical y volátil. Justo en estas características es en dónde radica el “encanto” de este outsider.
- El primer mandato de Trump se erigió en un mundo distinto. Este factor es importante, ya que su primer triunfo fue casi una década atrás; en un mundo donde la pandemia era impensable, así como una Unión Europea sin Brexit, en donde una segunda invasión rusa a Ucrania no se vislumbraba y mucho menos el escenario en Palestina y la gran crítica de esto desde el Sur-global. Justo en este último término, que es el Sur-global se encuentran muchos cambios respecto a la percepción del sistema internacional desde la visión del Norte-global. Como último elemento, el triunfo de Trump en 2016 fue en un tiempo en el que había otra China.
Hacia el reencuentro de Xi y Trump como líderes en el sistema internacional
Tal como se señala, el primero momento de Trump se suscitó en un mundo con otras características y particularidades. En el caso de China, en ese tiempo, nos referimos igual, al primer mandato de Xi Jinping. En donde se identifica una primera fase de la transición del llamado “ascenso pacífico” hacia un papel más proactivo en la arena internacional. Justo en este primer momento, Xi estaba volcado al interior para institucionalizar su pensamiento hacia el rejuvenecimiento y la modernización. A nivel internacional, eran los primeros años de las propuestas de multilateralismo, que hoy han evolucionado con un mayor alcance y formalización.
Por otro lado, esta primera experiencia dejó las bases de la tensión y la competencia sistémica entre dos potencias de alcance global como lo son China y Estados Unidos. Trump inicia una guerra comercial y Biden encaminó una guerra tecnológica. En este sentido, se reafirma la premisa de que, sin importar el resultado de estas elecciones, no significaba un cambio radical en la relación entre Washington y Beijing.
No obstante, el retorno de Trump tiene impacto en la dinámica regional de América del Norte y del resto del mundo. Aquí es importante rescatar las primeras declaraciones, ya como virtual ganador, en donde se ha centrado en lo interno ante la idea de “sanar” al país e incluso su postura sobre no iniciar guerras.
Esto lleva a dos breves reflexiones, a nivel seguridad internacional, y en específico a lo que compete a China, uno de los tópicos importantes es el tema Taiwán. En este aspecto, Trump no necesariamente representa la continuidad de la postura de Biden respecto a este tema. Al contrario, se ha mencionado a Taiwán como un agente que también pone en riesgo a la seguridad económica de Estados Unidos; e incluso se ha dicho que asistir militarmente a Taiwán implicaría un costo. Adicional a esto, es tarea dar seguimiento a la postura del Indo-Pacífico que tendrá Trump, si desde la visión de sanar a Estados Unidos y no crear nuevos conflictos, se incline más a lo económico que a lo militar, como lo había hecho Biden. En este sentido, el ejercicio lleva a reflexionar sobre la evolución de las alianzas regionales fortalecidas por los demócratas como: Japón, Australia e India; y al mismo tiempo, será interesante cómo retomará el gobierno de Trump su relación con la ahora alianza ruso-norcoreana.
A nivel económico, este momento conlleva una continuidad a la regionalización y el proteccionismo bajo el discurso de la amenaza china, entre otras. Basado en esto, la región del TMEC se perfila a ensimismarse ante las potenciales barreras arancelarias y no arancelarias que promueva el gobierno de Trump. Más allá de la próxima revisión del TMEC en 2026, un mayor cierre perfila un incremento del nearshoring, que significa una potencial llegada de capital extranjero masivo a México, entre ellos el chino, y una mayor clusterización hacia industrias tradicionales y emergentes. Por otro lado, Trump en el gobierno no necesariamente significa que el mundo se detenga, pero si refiere a puertas que puedan cerrarse y que sea necesario buscar caminos alternos. En este punto, la China de Xi ha sido experta en descentralizar sus vínculos para mantener siempre canales de comunicación abiertos; por ello la Xiplomacy es una maquinaria sumamente activa bajo la gran infraestructura diplomática con la que cuenta. Es así, como los avances en la legitimidad de los valores de gobernanza que promueve China, no terminarán con el regreso de Trump. Es decir, la Franja y la Ruta, la Comunidad de Destino Compartido, el BRICS + y demás mecanismos impulsados por China seguirán evolucionando y adaptándose según cómo este cambio en Washington genere o no espacios para que China avance en su posicionamiento.
Durante las comunicaciones del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Popular China del 6 de noviembre, Mao Ning fue muy contundente en sus respuestas sobre Trump y las expectativas en la relación bilateral. Sus declaraciones fueron: “La elección presidencial de Estados Unidos es un asunto interno. Respetamos la decisión del pueblo estadounidense… La política de China respecto de Estados Unidos es coherente. Seguiremos considerando y manejando nuestras relaciones bilaterales según los principios del respeto mutuo, la coexistencia pacífica y la cooperación beneficiosa para todos”.
¿Quién gana, quién pierde?
Como se ha revisado a lo largo del texto, este evento no señala una dinámica de absolutos, sino un reajuste de la dinámica internacional. Mucho se ha especulado sobre si China tenía o no un candidato o candidata favorita a ganar; al mismo tiempo, se ha dicho que Beijing se estaba previendo en cualquiera de los escenarios. Una realidad es que un escenario en donde Washington no sea tan presente en el Estrecho de Taiwán es algo que se alinea a la continuidad del “Principio de una sola China”.
Sin embargo, sobre la pregunta ¿quién ganó las elecciones de Estados Unidos?, la respuesta puede ir más allá de lo político y tal vez debería señalar que Elon Musk fue el gran ganador. En la mencionada guerra tecnológica, es conocido el año 2023 significó el ascenso de la empresa china BYD y que esto ha desatado una serie de medidas en Estados Unidos y la Unión Europea. En este sentido, Tesla es el principal competidor de la empresa de vehículos eléctricos china. Dentro de las medidas tomadas desde el gobierno de Biden, la Ley CHIPS complicó la red de producción y las CGV en las que la empresa Tesla opera, principalmente por la proveeduría de bienes intermedios que en gran porcentaje son abastecidas por empresas de origen chino. Si bien el discurso de Trump ha sido muy agresivo respecto a China y resalta el nacionalismo estadounidense; en la praxis, el lobbying empresarial que apoyó la campaña de Trump no necesariamente se alinea a romper estas CGV que vuelven competitivas a sus empresas. En este sentido, es importante señalar que Trump también ha criticado a la Ley CHIPS. Por todo esto, el triunfo republicano da un respiro al emporio de Musk y, por otro lado, se vuelve un reto directo para sus competidores chinos, pero no necesariamente es un escenario negativo, ya que los factores que vuelven competitiva a la empresa BYD son muy distintos a Tesla. Al mismo tiempo, este posible escenario de relajamiento de proveeduría mantiene el suministro chino. En esta premisa de las ventajas hacia Musk, otro aspecto es que, con el anuncio del triunfo de Trump, las acciones de las empresas de Elon subieron inmediatamente.
En conclusión, estas elecciones dejan lecciones interesantes con respecto a qué sucede al interior de Estados Unidos y su sistema político. Sobre la relación con China, este texto deja a la luz algunas posibilidades a través de la experiencia del primer mandato y la evolución de la guerra comercial. No obstante, ambos países comparten algo que es prioritario, que es impulsar su economía y a sus empresas estratégicas, que hoy son las vinculadas con la tecnología.