¿Estamos ante un nuevo comienzo en las relaciones China-UE? Desde Atenas, el primer ministro Wen Jiabao apelaba a resetear las relaciones bilaterales. Lo hacía al tiempo de ratificar el compromiso de Beijing con la estabilidad del euro y de asegurar inversiones en diversos sectores del país helénico que apuntan a una clara voluntad de utilizar Grecia como cabeza de puente para la penetración en los mercados de los Balcanes y de África del Norte.
La agenda bilateral sinoeuropea apenas se ha movido un ápice. El déficit comercial, el yuan, la propiedad intelectual, etc., siguen inamovibles, al igual que, desde el otro lado, las transferencias de tecnología, el reconocimiento como economía de mercado o el levantamiento de las sanciones impuestas en 1989. En terreno pantanoso se encuentra también el diferendo climático o las medidas a adoptar para evitar un Irán nuclear. No obstante, pese a ello, todos parecen coincidir en que la crisis económica representa una oportunidad para establecer espacios de convergencia y parecen dispuestos a crear una nueva atmósfera que permita salir del actual stand by.
La “vía europea” en relación a China, basada en la primacía del diálogo político, ha dado escasos resultados. Tampoco China, desde que publicó su primer libro blanco sobre la UE, el primero de su diplomacia allá por 2003, ha podido confirmar el status singular de la Unión en el concierto global. Pero China no desea un “segundo frente” en Europa ante el delicado cariz que están tomando las relaciones con EEUU y apuesta por matizar y quebrar el eje euroatlántico. Mejorar las relaciones con Bruselas es un imperativo obligado. De ahí las declaraciones de firme apoyo al euro, confiando en que pueda fraguarse una alianza mínima en relación a temas que considera cruciales como la reforma de las instituciones internacionales y la gobernanza económica global.
El peso de China en Europa sigue creciendo. Es ya el segundo destino de las inversiones chinas en el exterior (5,9%, solo por detrás de América Latina), al tiempo que reafirma su condición de país inversor global (pasó de la duodécima posición en 2008 a la quinta actual).
China tiene clara la necesidad de aprovechar la crisis para ultrapasar la interdependencia bilateral y dar paso a una más intensa colaboración con la UE. ¿Y Bruselas? El reto sigue siendo el mismo: ser capaz de articular una agenda propia, elaborar un discurso que pueda ser defendido no solo por las instancias comunitarias sino también por el conjunto de países miembros. No lo tendrá fácil el servicio europeo de acción exterior, pero es condición sine qua non para que la UE, como tal, sea tomada en serio por Beijing.