La visita a España del vice primer ministro chino Li Keqiang, figura clave de la próxima generación de dirigentes en el populoso país oriental, evidencia la buena sintonía existente entre las autoridades chinas y españolas y, asimismo, el compromiso del gigante asiático con la estabilidad económica y financiera de nuestro país. En el último año, también han visitado España otras figuras relevantes como el primer ministro Wen Jiabao, He Guoqiang, y, brevemente, Xi Jinping. Por otra parte, Beijing se ha convertido en el segundo poseedor de deuda española. La reciente visita del ministro de Industria a China y la inminente apertura en Madrid de la delegación del banco chino ICBC, junto al aumento de la presencia empresarial española en el país asiático señalan factores positivos que tienen ante sí un enorme desafío: corregir nuestro abultado déficit comercial, superior a los 14.000 millones de dólares.
Sin duda, esta atmósfera y la propia crisis señalan oportunidades claras para sentar las bases de un salto cualitativo en las relaciones sino-españolas, cambio que debe reflejarse en una mayor inversión china en España, pero también en una mayor presencia –con mayores apoyos- de las pequeñas y medianas empresas españolas en el mercado chino. Es necesario interiorizar la necesidad de un esfuerzo común e integral ya que, de lo contrario, esta ocasión podría malograrse. En esto, nadie regala nada. Por otra parte, dicha política debería complementarse con gestos en otros campos, afrontando viejos problemas que aun aguardan solución (desde la política de becas a la de visados), reforzando así esa tupida red que debe contribuir a equilibrar y afianzar las relaciones bilaterales.
Dicho entendimiento debería incorporar igualmente otra perspectiva innovadora: la triangulación con Taiwán, reconocida potencia comercial y tecnológica, y cuarto poseedor de divisas del mundo. Desde 2008, el entendimiento entre Beijing y Taipei, especialmente en el orden económico, dibuja un nuevo escenario que abre amplias posibilidades de cooperación. Tras la firma del acuerdo comercial, en junio de 2010, entre China continental y Taiwán, difícilmente habrá marcha atrás en dicho proceso y los dos viejos rivales se aprestan a muscular su integración con una voluntad que incluso arrastra tras de sí a la hasta ahora irreductible oposición independentista, ya en disposición de abrir canales de comunicación con el Partido Comunista de China. Las reservas de naturaleza política subsisten, pero se amortiguan y abordan en canales diferenciados.
Es tiempo, pues, de dar el salto, abandonando viejos enfoques y prestando atención, sin complejos, a las nuevas corrientes que imperan en la zona, siguiendo de cerca y aprovechando esos históricos cambios de tendencia, registros que no debieran pasarnos desapercibidos y, por el contrario, servir de referencia para situarnos en la cresta de la ola, dejando a un lado las tradicionales inercias.