En el iceberg de “la guerra comercial más tonta” Raquel León de la Rosa, directora del Observatorio de la Política China

In Análisis, Política exterior by Director OPCh

Hace un par de días el periódico “The Wall Street” publicó un artículo titulado “La guerra comercial más tonta de la historia”. En este artículo de opinión se hace referencia a las pueriles decisiones de Donald Trump respecto a socios comerciales como Canadá, México y China. Esto principalmente por la intención de imponer aranceles para estos tres socios comerciales.

Es importante señalar que en la narrativa del neonacionalismo estadounidense trumpista, la romantización de un globalismo en contra Estados Unidos ha tenido como principales antagonistas a estos tres países. Es decir, la crítica no es algo nuevo; pues en la primera administración de Trump, el concepto de “Make America Great Again” se centró en deslegitimar las relaciones comerciales de Estados Unidos con estos socios “ventajosos”.

En aquel momento, esto llevó a la llamada guerra comercial entre Estados Unidos y China, en donde acciones como la prohibición de Huawei y una vorágine de contragolpes arancelarios se hicieron presentes. Así como reclamos ante la OMC. Respecto a los socios norteamericanos, la administración de Trump llevó a la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y sumergió al acuerdo en un etnocentrismo comercial, así como nominal, llevándolo incluso a renombrarse como USMCA (Acuerdo Estados Unidos, México, Canadá). Esta nueva versión del acuerdo puso una serie de candados y buscó fortalecer la regionalización entre estos tres actores. Ejemplo de esto las reglas sobre contenido regional y las cláusulas de finalización del acuerdo en caso de que México o Canadá firmaran acuerdos con economías de “no mercado”, como lo señala el capítulo 32 del tratado.
En 2019, las exportaciones estadounidenses se centraban en petróleo refinado, petróleo crudo, gas, coches y circuitos integrados; siendo sus principales socios: Canadá, México, China, Japón y Alemania. En las importaciones, se compraba principalmente: coches, petróleo crudo, equipo de transmisión, ordenadores y medicamentos; siendo sus proveedores: China, México, Canadá, Alemania y Japón (OEC, 2025).

A siete años de distancia, las medidas de aquella primera administración no resultaron necesariamente en un fin del vínculo deficitario de Estados Unidos con estos socios comerciales, pues tuvo que suceder una pandemia para evidenciar la alta dependencia comercial de Estados Unidos respecto al exterior. En la dinámica comercial, la oferta exportable y las compras internacionales no han cambiado. Sin embargo, la experiencia de la crisis de suministro y el intento de desacoplamiento de China sólo llevaron a un reajuste de las redes globales de producción a través de impulsar el nearshoring, que como consecuencia posicionó a México como el principal socio comercial de Estados Unidos para finales de 2024; seguido de Canadá y China.

En esta editorial del Wall Street, se rescatan frases como: “Autarquía no es el mundo en que vivimos o uno en el que queramos vivir, como Trump probablemente aprenderá pronto». Por lo tanto, una de las grandes incógnitas es ¿qué tan sostenible es esta autarquía? Y si lo comercial, ¿es realmente el objeto de confrontación entre Estados Unidos y sus principales socios comerciales, y en especial, China?

En búsqueda de un revés

El retorno de Donald Trump al gobierno de Estados Unidos ha significado un reforzamiento del discurso “anti” dentro de este país. A tal grado de no sólo confrontar el concepto de lo que es Estados Unidos al exterior, sino también de forma interna.

La toma de posesión de Trump fue un mensaje contundente sobre la “nueva” plutarquía al gobierno y los “valores” que abraza esta élite. A nivel mercadológico, fue una imagen que dejaba ver un cambio drástico en la vida interna y externa. No obstante, las primeras órdenes presidenciales de Trump no “comprometían” la dinámica económica del país, sino se enfocaron más a lo social, principalmente en temas como la migración y la política de género. Esta “estabilidad” momentánea se reflejó en los tipos de cambio frente al dólar en donde no pasó a mayores, sólo se limitó a amenazas arancelarias y un discurso antisistémico fuerte.

En la cronología de los hechos, el “golpe” inesperado vino con el lunes rojo en medio del festejo del Año Nuevo Lunar, pues la llegada de otro campeón tecnológico chino, DeepSeek. Una empresa de inteligencia artificial que visibilizó la brecha tecnológica entre China y Estados Unidos, que a nivel financiero destrozó a la alianza de los “hermanos tecnológicos” de la plutarquía de Trump. Siendo el caso de NVIDIA el más asombroso, pues esta empresa había cerrado el 2024 como la empresa que más había crecido en el tema de semiconductores al ser el mayor vendedor de este componente en todo el mundo.
La respuesta no se hizo esperar, por lo que el anuncio de aranceles para estos tres socios comerciales se confirmaba. Para el caso de los países norteamericanos, se impondría un arancel del 25%, mientras que para China del 10% a partir de febrero.

Justo esta acción es la que motivó la editorial de “The Wall Street” que ridiculizaba a Trump y sus decisiones en política comercial.

Si bien las contundentes posturas de la y el mandatario de México y Canadá lograron posponer los aranceles, en el caso chino no fue así.

«Es más fácil variar el curso de un río que el carácter de un hombre»

Este proverbio chino deja ver el tipo de reto que es Donald Trump para Beijing, como un gobernante con un discurso pasional que deja mucho en duda la medición del alcance de sus decisiones.
Desde la primera administración de Trump, China ha jugado un “minimax”. Este es un término utilizado dentro de la teoría de juegos y que explica el alcance de negociación entre dos actores. También es definido como “un método de decisión para minimizar la pérdida máxima esperada en juegos con adversario y con información perfecta”.

Un ejemplo de esto es la respuesta desde la Comisión de Aranceles Aduaneros del Consejo de Estado, quien anunció este martes una imposición de aranceles del 15 % sobre el carbón y el gas natural licuado, y un arancel del 10% sobre el petróleo crudo, la maquinaria agrícola, los automóviles de gran cilindrada y las camionetas. Esta medida está predispuesta para ser válida a partir del 10 de febrero de este año.

¿Qué tan representativo es esto para Estados Unidos? En primer lugar, es importante recordar que este tipo de anuncios genera especulación en los mercados financieros. Por lo que productos como los hidrocarburos son afectados en sus precios. En este punto, los hidrocarburos son parte importante de la oferta exportable de Estados Unidos y de la directriz económica hasta ahora señalada por Trump. Dentro de la relación bilateral, el petróleo crudo representa el tercer bien estadounidense importado por China; mientras que los coches ocupan el quinto lugar en importancia. Para China, el petróleo crudo es el bien que más importa; no obstante, sus principales proveedores son Arabia Saudita con 19.6% y Rusia con 17.8%, dejando a Estados Unidos como su suministrador número 9 con 2.4%. Respecto a coches, este es un bien que a nivel importaciones en China representa el 2% del total de sus compras internacionales, siendo Alemania su principal proveedor con el 44.7%, seguido de Japón con el 16.8% y en tercer lugar Estados Unidos con el 12.5% (OEC, 2024).

A contraluz, estos aranceles son un impacto mínimo para China, mientras que para Estados Unidos tienen un mayor peso. Esto sin mencionar el alcance especulativo que esto tiene. Efecto abordado a continuación.

Más allá de la punta del iceberg

La respuesta china tiene un alcance mayor, pues todo este movimiento genera un efecto dominó en el mercado financiero y de beneficio para los socios “ventajosos” de los Estados Unidos. En el tema de tipo de cambio, monedas como el peso mexicano y el dólar canadiense se apreciaron frente al dólar tras este fin de semana lleno de “emociones”. En el caso del petróleo, su precio se abarató tras esta jugada, generando un impacto en los indicadores bursátiles, principalmente en el WTI, y teniendo una caída de -0.85% al cierre del día. Al mismo tiempo, las acciones de empresas como Aramco y Gazprom tuvieron altibajos durante el día. En esta dinámica, empresas como Sinopec y PetroChina fueron al alza.

Estos efectos son los que llevan a pensar que la política comercial de Estados Unidos es impulsiva y sin medición de alcance. En este sentido la especulación no es necesariamente un factor que fortalezca a la economía estadounidense. Al contrario, ha permitido ver la madurez que han alcanzado las lecturas desde Beijing y su posicionamiento económico. Al mismo tiempo, romper el perímetro de influencia a través de una desregionalización en Norteamérica implica un costo muy alto y espacios de oportunidad para China.

Esto pone sobre la mesa la pregunta ¿hacia dónde va esta confrontación? En respuesta a esto, es importante señalar que el espacio económico es algo que China ha reafirmado durante los últimos años. Esto sin dejar de lado que el mayor reto para China se encuentra al interior con la sostenibilidad de su modelo de desarrollo. Por lo que el escenario de confrontación está más orientado hacia la tecnología, como mecanismo de liderazgo internacional. Es ahí donde la nueva plutarquía estadounidense y su líder Elon Musk se convierten en el principal reto.

Ante esto el 2025 parece ser un año de constantes choques entre ambos actores. Esto ya pasó con la guerra comercial de 2018, por lo que será interesante observar si China “cavó el pozo antes de tener sed”. En otras palabras, ¿es suficiente la diversificación industrial, la investigación y el desarrollo tecnológico de China para encausar el río llamado Donald Trump?