La secuencia de cumbres y giras al máximo nivel que ha vivido Asia-Pacífico en las últimas semanas, con la notoria ausencia del presidente Obama por cuestiones domésticas, ha servido a China de tribuna para revalidar su discurso dirigido a los países vecinos, calmar inquietudes e ilustrar la clara presencia de dos visiones y enfoques ante la evolución regional, uno centrado en el fomento del comercio y la cooperación como base de la confianza para resolver las diferencias en otros campos, y otro centrado en el cultivo paralelo de alianzas y acuerdos que elevan la significación de los problemas relacionados con la seguridad.
En este último aspecto, es evidente que las autoridades chinas han rebajado el tono y sin renunciar a las posiciones de principio en las complejas querellas territoriales que le asedian, las invocaciones a la paciencia y al desarrollo pacífico, complementadas con el llamamiento a la búsqueda de un modelo asiático propio para encarar las controversias sobre una base bilateral, han primado en sus gestos.
El grupo ASEAN se confirma como la piedra angular del proceso de cooperación en Asia oriental. Aun en estado incipiente el acuerdo trilateral entre China, Corea del Sur y Japón, aquejado de las desavenencias políticas entre Tokio y Beijing, el protagonismo de los dos grandes escenarios ha ganado relevancia pugnando por la intensidad de las respectivas fuerzas de atracción. Uno, el propuesto por ASEAN con participación china, desemboca en la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, siglas en inglés), que ya ha iniciado discusiones con vistas a formarse en 2015. El otro, bajo el liderazgo estadounidense y por el momento con China fuera, el TPP (Acuerdo de Asociación Transpacífico), pretende cerrarse este mismo año.
En la reciente reunión de APEC, Indonesia reiteró su renuencia a unirse al TPP. Sus detractores se quejan de la falta de transparencia en las negociaciones y temen los cambios legislativos que impondrá y sus consecuencias. Japón, al tiempo que refuerza su alianza militar con EEUU, se ha unido a él, mientras China, a finales de mayo, anunció que evaluaría la posibilidad de participar en las conversaciones, sin que más se haya sabido por el momento. La propuesta del TPP es interpretada en términos estratégicos como expresión del tridente integrado con la presión militar y diplomática para contener a China. En 2014, Birmania, flamante aliado estadounidense e hipotético socio para una política de contención, presidirá la ASEAN. Mientras, China, multiplica sus esfuerzos para ganarse el favor de Vietnam. La mayoría de países apuesta, llegado el caso, por la doble integración.
El primer ministro Li Keqiang, muy activo en la región, ha definido como prioritaria la mejora del TLC con los países de ASEAN y habla de una “década de diamante” que puede transformar estructuralmente la región asegurándole un destino común y compartido. Para amortiguar las reservas y acallar los temores, mostró un nuevo tono a propósito de las disputas en el Mar de China meridional. El “estilo de Asia” que preconiza consiste en enfatizar lo económico como clave para incrementar la confianza mutua y debilitar las tensiones, eclipsando el interés de aquellos terceros que proyectan atizarlas para ganar influencia y peso en la competición estratégica que les enfrenta.
Esas dos aguas que se mueven en la región también alcanzan a los desacuerdos manifestados a propósito de la dirección y orientación de los foros multilaterales existentes. China rechaza los intentos de introducir en estos mecanismos el debate de temas políticos o de seguridad que, asegura, dañan el enfoque inicial –el estilo de Asia- de centrarlos en la cooperación y el desarrollo. La integración de EEUU en 2011, secundado por Japón, a quien China acusa de querer llevar a la región hacia la confrontación, indica el origen de esta nueva controversia. Cabe resaltar que EEUU y Japón han acordado la expansión de la cooperación militar incluyendo un plan para revisar el tratado de seguridad bilateral antes de final de año. También acordaron el próximo despliegue de drones tipo Global Hawk. Beijing, aunque espera contar con Rusia para garantizar la seguridad y la estabilidad regional, considera que la participación de países ajenos a las querellas solo complicará la situación.
Li Keqiang anunció el compromiso de China con el nuevo concepto de seguridad que abarca la seguridad integral, la seguridad común y la seguridad cooperativa, avanzando igualmente en la seguridad tradicional y no tradicional. También trazó con los países en liza fórmulas de cooperación, innovadoras y experimentales, que abren un horizonte relativamente esperanzador, situando la resolución definitiva de las discrepancias en el marco de una visión de largo plazo y laboriosamente trabajada en marcos menores hasta alcanzar el consenso.
La columna vertebral de dicho proceso estriba en el fomento de una mayor integración económica y un comercio más cohesionado capaz de asegurar el mantenimiento de elevados ritmos de crecimiento, mejorando la conectividad y el ensamblaje regional en un contexto internacional adverso. Es una propuesta interesada, pero también sensata y ambiciosa, que pese a ello no encontrará pocas dificultades para abrirse camino.