España-China: Una cuestión de margen Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China

In Análisis, Política exterior by Xulio Ríos

Bien es sabido que las relaciones sino-españolas no son, ni mucho menos, marginales, pero la cuestión de su profundización y mejora es sí una cuestión de margen, es decir, de cuanta holgura disponen cada una de las partes, sobre todo la española, para avanzar en las relaciones bilaterales.

En lo económico, en los últimos años, las relaciones han seguido avanzando, con la asignatura del déficit comercial por resolver. China puede hacer más para moderarlo pero, sobre todo, quien más debe hacer es España y ahí cabe demostrar que se dispone de capacidades industriales y tecnológicas susceptibles de atraer el interés chino. Siempre hemos ido a remolque respecto a otras economías de nuestro entorno y eso cuesta corregirlo. Más parece un asunto estructural que de voluntad.

En lo político, España suscita buenas vibraciones en China. Madrid siempre ha sido visto como un apaciguador de tensiones. Hay en ello un capital que produce importantes rentas pero que es necesario actualizar. No es fácil en el actual contexto cuando las trifulcas sino-occidentales se prodigan en diversos frentes. La solidaridad atlántica y occidental a que se debe España limita significativamente el perímetro de las relaciones bilaterales. Lo vimos con el 5G de Huawei o con el rechazo a sumarse a la Iniciativa de la Franja y la Ruta que, en otras circunstancias geopolíticas, probablemente no ofrecería mayor problema.

¿Cuánto pueden sustraerse ambas partes del actual y enrarecido clima para mejorar las relaciones? España quiere inversiones y comercio. Tecnología, cambio climático, infraestructura, etc., son ámbitos de cierta ambición respecto a los tradicionales, muy dependientes de lo agroalimentario, el turismo, etc. Todo está bien pero el reto es subir algún peldaño mejorando los equilibrios. El comercio bilateral ha crecido, pasando de 37.900 millones de dólares en 2020 a 48.600 en 2023, un aumento del 28,23 por ciento, según la Cámara de Comercio Internacional de China. Ese mismo año, la tasa de cobertura española con China fue de tan solo el 17,1%.

La visita de Sánchez a China ha estado precedida de la del presidente andaluz Moreno Bonilla, correspondiendo nada menos que una invitación del Departamento Internacional del Comité Central del PCCh. El presidente andaluz se ha despachado en elogios a las transformaciones y apertura de China, su competitividad y progreso, confiando en que las relaciones mejoren generosamente. A Andalucía le interesan más intercambios e inversiones. Es una percepción que con seguridad comparten las diferentes comunidades autónomas. Estas bien pudieran tener más margen que el gobierno central para mejorar los vínculos económicos ya que, en lo político, pueden residenciar los temores en la Moncloa. Esa diferenciación de papeles, que podría implementarse de modo natural, mejoraría con un acuerdo político que, no obstante, en la actual dinámica de tensión PSOE-PP tiene escaso margen de recorrido. En cualquier caso, necesitarían una estrategia sólida de la que carecen. Seguimos instalados en poco más que la anécdota.

El presidente español Pedro Sánchez, de visita en China, se ha afirmado en los últimos años como un líder progresista de referencia en Europa. Y también España, tras haber superado los delicados momentos de épocas recientes, afirma el potencial de su economía, ahora mismo una de las más dinámicas del Viejo Continente. Ese bagaje, pese a las vicisitudes políticas internas, muy condicionadas por el doble hecho de la polarización y el diferendo territorial, le confiere a Sánchez un protagonismo y valor añadido sustancial en el complejo momento que viven las relaciones sino-europeas. Cuando se ofrece como interlocutor, en China le creen.

España no es un problema para China. Tampoco China lo es para España. Pero ambas partes tienen límites a la hora de construir una burbuja impermeable a la tensión exterior. España, por ejemplo, ha mostrado cierta autonomía en la posición ante la guerra en Gaza. Es difícil que pueda hacer lo mismo en relación a China sin recibir un tirón de orejas de Washington. Asi dio la impresión en la anterior visita de 2023 al coquetear y luego distanciarse de la propuesta china para poner fin a la guerra en Ucrania. Esa lección está aprendida en Moncloa.

Hay una oportunidad para alargar y explorar los márgenes, apelando a lo constructivo de la comunicación, implicando a más actores, como ahora se hace con la comunidad empresarial en esta visita, pero alargando los espacios de diálogo para que afloren los flujos precisos que apuntalen esa tendencia que apunta al compromiso. Cuanto más se estabilice la relación bilateral menos probabilidades habrá de que se tuerza y mayor será el capital de expansión en el ámbito europeo.

En 2025, España y China celebrarán el vigésimo aniversario del establecimiento de la Asociación Estratégica Integral. La visita puede ayudar a llegar a él con ciertos deberes hechos.