La visita del presidente español Pedro Sánchez a China ha permitido dos constataciones importantes. Primero, que la sintonía entre ambas partes persiste y que se revela como un capital político de gran relevancia para afrontar los retos comunes. Y segundo, que ambos gobiernos se conjuran para impulsar el diálogo como mecanismo principal para hallar soluciones negociadas a las tensiones arancelarias con la UE.
En su segunda visita a China en poco más de un año, algo poco habitual, y recibido por el presidente Xi Jinping y las máximas autoridades del país, a Sánchez le habrá servido para tomar el pulso a la situación en un momento en que las relaciones UE-China se encuentran en una coyuntura crítica. Es preciso elegir camino: o soluciones consensuadas que tengan en cuenta los intereses de ambas partes o pinchazo más profundo de lo deseado de esa burbuja que China y la UE han logrado construir con perseverancia en sus casi 50 años de relaciones formales explicitando una dinámica constructiva y de respeto mutuo. El presidente español se ha ofrecido como interlocutor, una posición que en Beijing no se considera mero postureo sino de alto valor para evitar ese temido horizonte de una confrontación sistemática.
España, claramente preocupada por los efectos inmediatos de la apertura de una dinámica de confrontación comercial con China, va sin embargo más allá de las implicaciones para tal o cual sector amenazado explícitamente por esa dinámica negativa, enfatizando los principios que deben guiarnos: diálogo bilateral y marco multilateral. Con independencia de cual fuese el color del gobierno en plaza, esa es la apuesta constructiva que siempre ha caracterizado la posición de España en la relación con China.
En lo estrictamente bilateral, ambas partes han destacado en esta visita la importancia de prestar atención a los nuevos sectores económicos en los ámbitos de alta tecnología o la transición verde, la cooperación climática, manufactura, biotecnología o industria aeroespacial, como también en la ampliación de la cooperación con países terceros con la vista puesta en el Sur Global.
En la misión también ha quedado claro que el diálogo no solo debe materializarse en la cumbre, entre los máximos dignatarios de los respectivos países, sino que debe impregnar la mayor variedad posible de plataformas y actores, desde los empresariales a los sociales, desde el poder central al autonómico o local. Esa tupida red se dispone como una garantía de salvaguarda frente a las tensiones.
Igualmente, cabe reseñar el énfasis en el valor de las respectivas culturas como soporte contextualizador. Se trata de un activo de valor económico y político que no debe despreciarse pues, al contrario, constituye un firme pilar de una rica y profunda comunicación que puede influir en la orientación general de los vínculos bilaterales. Ser el único país europeo que cuenta con centros culturales en las dos ciudades más importantes China no es cosa menor.
Eludir la tentación de las restricciones
Solo si se es capaz de eludir las restricciones en los intercambios será posible reforzar y profundizar las relaciones. Este punto de partida es también la clave para que España pueda dar una respuesta adecuada al desequilibrio comercial bilateral y alentar la presencia de más empresas en China.
Para que esto sea factible es importante también que los medios de comunicación hagan su aporte, dando puntual cuenta de la trascendencia de algunas decisiones de alcance que se vienen produciendo en China y que afectan a las dinámicas económicas, apuntando a una nueva proyección en la apertura. Conocer estas tendencias es fundamental para establecer estrategias informadas y optimizar las nuevas oportunidades, esta vez sin quedarse atrás.
El entorno internacional es complejo y los compromisos de cada parte a veces pueden dificultar el ejercicio de una autonomía que aporte la holgura indispensable; sin embargo, si ambas partes asumen como tendencia principal la apuesta por la estabilización, esta podrá ser preservada de forma efectiva.
La tradición de España en el compromiso por la paz goza de crédito en China y sin duda es una carta de presentación que puede facilitar la implicación en el impulso a los procesos de pacificación en conflictos como Ucrania o Gaza que inquietan a la comunidad internacional. Cabe explorar esas opciones.
El año próximo celebraremos los 20 años de la asociación estratégica integral. Ambas partes anhelan aprovechar esta conmemoración para auspiciar un nuevo impulso. Será posible en la medida en que salgamos airosos de las actuales fricciones, con la confianza política a buen recaudo y los principios guía revalidados. No es poco lo que está en juego.
(Para El Independiente)