Estados Unidos y China: Cuando la balanza se invierte

In Análisis, Política exterior by PSTBS12378sxedeOPCH

La relación Washington-Pekín se sustenta en dos “g”: geopolítica y globalización. Mientras la primera los enfrenta, la segunda ha tendido a unirlos. De no ser por el efecto amortiguador de la globalización, la geopolítica los hubiese conducido a un ambiente de Guerra Fría. La globalización comienza a transformarse, sin embargo, en factor de divergencia. Si las dos “g” en lugar de contrabalancearse se inclinasen en una dirección de confrontación, Estados y China se adentrarían en una peligrosa dinámica. Más aún, ello daría forma a un eje Moscú-Pekín enfrentado a Washington.

Geopolítica

     Dos escenarios básicos y una razón de fondo son responsables de la confrontación geopolítica. El Mar del Este de China y el Mar del Sur de China conforman los escenarios. En el primero un archipiélago inhabitado de 7 kilómetros cuadrados de superficie, reclamado por China y Japón y conocido como Senkaku/Diaoyu, da forma a un potencial conflicto bélico entre estas dos naciones susceptible de involucrar también a Estados Unidos. Allí confluyen los sentimientos nacionalistas de las partes reclamantes, importantes reservas de hidrocarburos y el Tratado de Defensa Recíproco entre Estados Unidos y Japón que obligaría al primero a acudir en apoyo del segundo en caso de guerra. Washington ha dejado claro su disposición a lo último.

      En el Mar del Sur de China, de su lado, convergen factores más complejos. Los mismos incluyen la ruta marítima más transitada del planeta; significativas reservas de hidrocarburos; importantes riquezas pesqueras; múltiples diferendos en torno a tres grandes archipiélagos (Pratas, Paracels y Spratlys) que enfrentan a China con Vietnam, Filipinas, Malasia y Brunei y, finalmente, el claro apoyo estadounidense a quienes adversan a China.

      La razón de fondo deriva del acuerdo fundamental alcanzado por Pekín y Washington en 1972. Según el mismo Estados Unidos reconocía al Partido Comunista como legítimo gobierno de China y a cambio este último aceptaba el liderazgo de Estados Unidos en la región Asia-Pacífico. Para el primero ello brindaba la posibilidad de salir de la guerra de Vietnam sin que China explotase sus vulnerabilidades. Para el segundo era garantía de que Washington no se aliaría con Moscú en su contra, en momentos en que las tensiones entre Pekín y Moscú habían llegado a un punto álgido.

     Transcurridos más de 40 años de dicho acuerdo y luego del ascenso económico exponencial evidenciado por China, Pekín considera desfasados los términos del mismo. Asumir una posición de subordinación permanente en una zona del mundo en la que desde tiempos inmemoriales y con excepción de los últimos 175 años fue potencia hegemónica, no resulta aceptable para China. Su aspiración es la paridad estratégica con Washington en el Asia-Pacífico. Esto es abiertamente resistido Washington. Hugh White refleja la postura estadounidense al señalar: “De acuerdo a sus círculos políticos Estados Unidos debe hacer y hará lo que sea necesario para preservar su primacía…Ante sus ojos el suyo es el único gran poder del sistema internacional” (The China Choice, Oxford, Oxford University Press, 2013).

Globalización

       En 2013, y bajo el impulso de la globalización, China vendió 439 millardos de dólares a Estados Unidos quien, a su vez, le vendió 120 millardos. Este superávit comercial ya de larga data le ha permitido a China convertirse en el mayor tenedor de bonos de la deuda pública estadounidense, brindándole fuerte respaldo a esta última economía. El monto de dicha tenencia alcanzó a 1,27 billones (millón de millones) de dólares en diciembre 2013. No en balde se habla de la fusión entre ambas economías. Sin embargo en este ámbito se genera también competencia y el Acuerdo de Libre Comercio Trans Pacífico (TPP), impulsado por Washington, va a contracorriente de los flujos de integración y comercio chinos en el Este de Asia. En contexto, no obstante, la globalización ha unido más de lo que ha separado.

     Aparecen ahora tres factores de divergencia en el ámbito de la globalización que inclinarán a esta última en sentido negativo. Pekín está promocionando activamente tres iniciativas fuertemente resistidas por Washington: El Banco de Infraestructura e Inversiones Asiático, el Fondo de la Ruta de la Seda y el Área de Libre Comercio para la Región Asia-Pacífico. El primero, para el cual China ha comprometido 50 millardos de dólares así como la aquiescencia de múltiples países de la región, busca suplantar dentro de ese ámbito geográfico a las multilaterales financieras respaldadas por Washington. El segundo retoma, bajo la égida y el respaldo financiero de Pekín, una propuesta de interconexión de infraestructuras en el Centro y el Sur de Asia que había sido propuesta en 2011 por Washington pero que nunca despegó. El tercero promueve un acuerdo de libre comercio para la región Asia-Pacífico que diluiría al TPP propuesto por Washington en momentos en que este último no logra tomar cuerpo.