Dentro de su desplazamiento a Europa, a lo largo de cual ha tenido ocasión de visitar varios países e instituciones, (entre ellas la Unión Europea), el Presidente Xi Jinping ha desarrollado una visita de Estado a Francia entre los días 25 a 28 de marzo de 2014.
El hecho de que Francia forme parte de esta visita (junto con Holanda, Bélgica y Alemania) es ya, de por si, una señal positiva para el país. En todo caso, no debemos dejar de contextualizar este hecho dentro de la lectura, mucho más negativa, de que ningún país de la UE (ni las propias instituciones comunitarias), han figurado hasta hora en la larga lista de viajes del Presidente chino desde que tomó las riendas del poder, tanto del PCCh (noviembre de 2012) como del Gobierno (marzo de 2013), y ello a pesar del largo número de viajes ya realizados.
Este hecho muestra, con claridad, el interés relativo que el Gobierno chino concede a Europa a pesar de que la UE sea su principal socio comercial. Xulio Ríos valora este hecho como “cierto desentendimiento estratégico” (“Europa en la ecuación global de Xi Jinping”. Observatorio de la Política China. 23 de marzo de 2014.) y otros autores, incluso, van más allá y cuestionan el carácter “estratégico” de dicha relación (por ejemplo, Hoslaj J. en “The elusive axis: assessing the EU-China strategic partnership”).
Si nos centramos en el caso particular de Francia, no hay duda de que la presencia del Presidente chino en el país es un acontecimiento de especial relevancia que, además, se enmarca dentro de las celebraciones (iniciadas el pasado 27 de enero) del 50 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países. En todo caso, más allá de este acontecimiento, las implicaciones de esta visita y la valoración de las relaciones actuales entre Francia y China deben ser analizadas con más detenimiento y siempre dentro de, al menos, una doble vertiente, política y económica.
Desde un punto de vista político, esta visita corrobora el buen momento y el buen entendimiento entre ambos gobiernos, alimentado por esas celebraciones del 50 aniversario, pero ya trabajadas con carácter previo por toda una serie de reuniones de alto nivel entre responsables políticos franceses y chinos.
Así, tomando como punto de partida la visita de Estado del Presidente de la República François Hollande, a China los días 25 y 26 de abril de 2013, han realizado visitas de alto nivel a China la totalidad de las más altas personalidades francesas, en lo que puede considerarse toda una ofensiva institucional dirigida a elevar el nivel de la relación bilateral.
De esta forma, se han producido de forma casi sucesiva los viajes del Primer Ministro, Jean Marc Ayrault (5 a 9 de diciembre de 2013), del Presidente de la Asamblea Nacional, Claude Bartolone (23 a 27 de enero de 2014), del Ministro de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius (20 a 25 de febrero de 2014), así como de toda una larga serie de Ministros y personalidades políticas muy vinculadas a China (como es el caso, especialmente, de Martine Aubry o de Jean-Pierre Raffarin).
Con todo ello, el actual Gobierno ha logrado recomponer las relaciones bilaterales, que llegaron a su momento más delicado bajo la presidencia de Sarkozy, cuando esa relación se vio sometida a frecuentes encontronazos (los más conocidos fueron los sucedidos alrededor del paso por Francia de la antorcha olímpica en su camino a Beijing). No debe olvidarse que estos importantes desencuentros, entre otros, motivaron la suspensión de la Cumbre China-UE del año 2008. La situación actual dista mucha de la de aquellos momentos y en Francia se destaca el hecho de que el Presidente de la República fuese el primer Jefe de Estado occidental en ser recibido por Xi Jinping tras su nombramiento como Presidente.
La visita de estos días contribuye a reforzar esta idea de una relación política sólida entre ambos países (que han reafirmado en una declaración conjunta su acuerdo de “partenariado estratégico”), si bien la prensa francesa no ha dejado de remarcar, de forma muy evidente, cómo este encuentro se produce en un momento de muy diferente coyuntura política para ambos mandatarios. Así, si por un lado asistimos a un proceso de progresiva acumulación de poder en manos del Presidente chino, que disfruta de un liderazgo consolidado e incontestable (incluso con un cierto desplazamiento de las funciones del Primer Ministro, Li Keqiang), ello contrasta con el delicado momento político actual del Presidente de la República francesa, con cotas históricamente bajas de aprobación y muy debilitado por el resultado de la primera ronda de las elecciones municipales o por la nueva subida del desempleo, que se ha conocido en pleno desarrollo de la visita del mandatario chino.
En todo caso, más allá de este aspecto, la evaluación de una relación bilateral no puede hacerse, en exclusiva, en base a la relación política ya que el reto, más aún en el caso de las relaciones con China, es que esta mejora del entendimiento mutuo se traduzca en resultados concretos y tangibles. Y en esta segunda perspectiva, más ligada a la economía, la situación no es, ni mucho menos, favorable para Francia que debe afrontar con carácter urgente, la necesidad de reequilibrar esa relación. Sin lugar a dudas, el creciente desequilibrio económico y comercial respecto a China que Francia viene registrando en los últimos años, explica el fuerte componente económico de la agenda de la visita.
En este ámbito económico, la relación bilateral generó, por si sola, un 40% del total de déficit comercial francés en 2013. En cifras, ello supone un déficit de 21,6 millardos de euros (25,9 si se incluye Hong Kong), muy superior al que Francia registra, por ejemplo, con Alemania (16,4 millardos de euros). Francia está sufriendo el ascenso en la cadena de valor de los productos chinos y ese déficit comercial es creciente en los últimos años. Ello se agrava por la todavía baja penetración de los productos franceses en China, cuya cuota es de solo un 1,2% del total de las importaciones chinas (frente, por ejemplo, un 4,8% en el caso alemán). Solamente en algunos sectores en los que Francia es fuerte (agroalimentario, salud, cosmética o desarrollo sostenible) las exportaciones francesas a China crecieron de forma significativa en 2013.
Por lo que se refiere a las inversiones chinas en Francia, si bien el clima creado por el Gobierno francés es muy favorable a ello (como ha demostrado, por ejemplo, su actitud en relación a la entrada de Dongfeng en el capital de PSA), la realidad de las cifras indica una muy débil presencia de Francia en las decisiones inversoras de las empresas chinas. Como recuerda “Les Echos”, Francia supone apenas un 1% de la inversión total china en el exterior en el año 2013. Ello se traduce en que solo se registran 250 sociedades chinas presentes en Francia en 2013 frente a cerca de 9.000 francesas en China o, como se remarcaba estos días, que por 500.000 empleos creados por las inversiones francesas en China, solo se calculan 12.000 en Francia debido a las inversiones chinas.
Como decíamos, no es de extrañar, en base a lo anterior, que la agenda del Presidente chino en Francia haya tenido un muy marcado carácter económico.
La primera jornada del Presidente chino en Francia no se centró en París, como es habitual, sino en Lyon, en lo que fue un claro gesto a las largas raíces de las relaciones chino-francesas. En esa ciudad, el Presidente chino visitó la sede del Instituto Franco-Chino de Lyon, donde tuvieron la oportunidad de formarse y pasar algunas temporadas, tanto históricos líderes políticos chinos, como científicos, novelistas o poetas.
La elección de Lyon como primera etapa de este viaje cobra sentido en la medida en que Lyon siempre fue, además, una ciudad muy volcada al comercio con China y, no en vano, era considerada como el límite occidental de la ruta de la seda. La jornada en Lyon se completó, con una visita al centro de investigación biomédica “BioMérieux”, que colabora con algunas agencias e instituciones chinas en campos como el tratamiento de la tuberculosis y otras enfermedades.
Pero, como se señalaba anteriormente, el elemento principal de la visita ha sido económico y muy dirigido a visualizar el esfuerzo en reequilibrar los intercambios comerciales. Así, el desarrollo de la agenda se ha trufado de toda una serie de actos de firma de acuerdos empresariales, algunos de los cuales no son sino la formalización de decisiones ya tomadas y ya anunciadas pero que revisten, todos ellos, una importante significación y que muestran a las claras los sectores de mayor potencial de colaboración entre ambos países.
Entre estos sectores encontramos los de automoción, aeronáutico, alimentario, nuclear, desarrollo sostenible y salud entre otros, ámbitos todos ellos en los que se han concretado estos días actuaciones comerciales relevantes.
El acuerdo más visible ha sido el de oficialización de la entrada de la empresa china Dongfeng en el capital del grupo PSA a través de la adquisición de un 14% de esta empresa, en lo que represéntala inversión más grande jamás hecha por un grupo chino en Francia.
La visita también ha servido para dar un importante impulso a la cooperación aeronáutica que ya se viene desarrollando de la mano de Airbus y que ha llevado a que China sea capaz de absorber, en la actualidad, el 20% de la producción de esta compañía. Además de la firma de nuevos acuerdos de cooperación industrial, se ha comprometido la continuidad, al menos hasta el 2026, de la cadena de ensamblaje que esta compañía tiene en Tianjin. En todo caso, el elemento más novedoso ha venido de los acuerdos cerrados con Airbus-Helicópteros, que fabricará 1.000 helicópteros en cooperación con la empresa china Avic.
En el ámbito agroalimentario, sector muy importante en Francia, se ha firmado un acuerdo de intenciones por el cual se aprueba que un primer grupo de tres empresas francesas puedan ofrecer sus productos en China. La previsión es que este listado pueda verse, posteriormente, ampliado. No hay que dejar de señalar que en Francia se pone el acento estos días en el retraso que este país lleva en materia de alimentación en China frente a sus competidores españoles o italianos. Estos acuerdos se ven como una oportunidad de recuperar el terreno perdido frente a ellos.
En el ámbito del “desarrollo sostenible” y de todos los sectores que se mueven detrás de esta denominación (desarrollo urbano, energía, movilidad, sostenibilidad, agua, servicios urbanos, etc.), destaca la firma de un acuerdo para que el conglomerado creado por el gobierno francés para agrupar a las empresas punteras en estos sectores (que se denomina “Vivapolis”) sea el principal socio extranjero en la puesta en marcha de estos proyectos. En este campo no hay que dejar de alabar la visión de las autoridades francesas que llevan muchos años desarrollando ideas y proyectos para hacer de Francia un modelo a imitar de desarrollo sostenible en unos momentos en que China está decidida a que la urbanización sea, junto con el consumo interno, el pilar fundamental de su desarrollo económico.
Junto a todo lo anterior, también debe citarse la apuesta francesa por entrar en el mercado chino en el ámbito de las residencias de mayores, cuestión de importancia dado el perfil demográfico y el proceso de envejecimiento de este país. Así, dos empresas francesas han formalizado acuerdos con socios chinos para la construcción de asilos y residencias en China.
A la vista de todo lo anterior, no cabe duda de que Francia tiene muy claro tanto el diagnóstico de su desequilibrio comercial actual con China, como los sectores en los que debe apoyarse para que se produzca un redireccionamiento de esta relación. A este análisis se ha dedicado, también, el Foro Económico chino-francés celebrado en la última jornada de la presencia del Presidente chino en Francia y que ha reunido a cerca de 400 empresarios de ambos países (250 de ellos chinos) y en el cual, según los asistentes, la idea más presente ha sido la de “reequilibrar la relación comercial”.
No resultará fácil para Francia equilibrar un déficit comercial tan abultado y la tendencia de los últimos años no invita a ser optimistas. La visita del Presidente Xi Jinping ha visualizado, de forma muy clara, la normalización de las relaciones políticas, lo que es, sin duda, el elemento indispensable para el fortalecimiento de las relaciones comerciales con China. Para poder dar más pasos, Francia ya ha demostrado tanto su actitud abierta a la recepción de inversión china (incluso en industrias claves), como su claridad de objetivos a la hora de definir los sectores en los que debe apoyarse para una política comercial más agresiva en China.
Esta visita ha sido, sin duda, una buena muestra de esa “diplomacia económica” que con mucha determinación el Ministro de Asuntos Exteriores francés, Laurent Fabius, está queriendo implementar y que se basa en que los instrumentos del Estado estén al servicio de los intereses económicos del país. Si en algún ámbito esto es indispensable para Francia, este es el de las relaciones con China. Y esta visita ha sido una muy buena muestra de ello.