La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha publicado recientemente el informe anual sobre el Plan de Necesidades y Prioridades de Corea del Norte para el año 2019. Se estima que 11 millones de personas en la República Popular Democrática de Corea (RPDC), de una población total aproximada de 25 millones, carecen de suficientes alimentos, agua potable o acceso a servicios básicos como salud y saneamiento, siendo particularmente más vulnerables las mujeres, los niños, los ancianos y las personas con discapacidades. La desnutrición generalizada amenaza a toda una generación de niños, con uno de cada cinco sufriendo retrasos en su desarrollo debido a la desnutrición crónica. A causa de la defectuosa atención médica y de la falta de acceso a servicios seguros de agua, saneamiento e higiene, los niños también corren el riesgo de morir a causa de enfermedades que son perfectamente curables o evitables en otras condiciones. La ONU, por ello, ha hecho una llamada para proporcionar urgentemente una ayuda de 120 millones de dólares USA que se considera vital fundamentalmente para 3,8 millones de personas que necesitan asistencia humanitaria.
Asimismo, también resulta muy preocupante que la producción total de alimentos en el año 2018 haya sido más de un 9% menor que en el 2017 y, a su vez, haya sido la producción más baja en más de una década. Esto ha dado lugar a una importante brecha alimentaria, lo cual ha abierto la puerta a un posible deterioro de la situación humanitaria en la RPDC y al aumento de la desnutrición y las enfermedades.
En esta ocasión, los funcionarios norcoreanos de las Naciones Unidas en Nueva York hicieron una solicitud pública de asistencia alimentaria humanitaria, indicando que este año el país se enfrentará a un déficit de 1,4 millones de toneladas de producción de alimentos, especialmente en cultivos clave de arroz, trigo, patata y soja. Es de destacar que el momento para llevar a cabo la solicitud no fue aleatorio sino que se realizó solo diez días antes de la desafortunada Cumbre de Hanoi entre el presidente de los Estados Unidos Donald Trump y el líder norcoreano Kim Jong-un a finales de febrero. Corea del Norte buscaba la eliminación de las sanciones internacionales como objetivo clave en la cumbre, si bien, ésta terminó abruptamente, sin llegar a ningún tipo de acuerdo.
En su requerimiento, Corea del Norte afirmó que las sanciones le estaban negando el acceso a las importaciones de alimentos que tanto necesita su población, si bien hay expertos que consideran que ésta es una declaración que no se sostiene ya que el régimen de sanciones aprobado por el Consejo de Seguridad de la ONU se centra en limitar el acceso de Pyongyang a los bienes y financiación necesarios para mejorar su capacidad militar, en particular sus programas nucleares y de misiles como combustible para aviación, productos refinados del petróleo, petróleo crudo y gas natural, helicópteros, buques de guerra, armas militares, etc. Las sanciones también prohíben la exportación a Corea del Norte de artículos de lujo, como automóviles de alta gama, licores caros, ropa de diseño y otros. Ni siquiera podría considerarse que las sanciones sobre los productos del petróleo pudieran tener impacto alguno sobre la producción agrícola ya que el nivel de mecanización de ésta en el país es muy bajo.
Corea del Norte a lo largo de varias décadas ha aplicado la doctrina Juche basada en la autosuficiencia del régimen y la política Songun de priorización de lo militar. Tras la llegada al poder de Kim Jong-un, se adoptó la política Byungjin de desarrollo paralelo, tanto de tipo militar como económico, como doctrina para maximizar el desarrollo económico y el nivel de vida de la población. Sin embargo, el régimen de Kim Jong-un ha continuado las mismas prácticas seguidas por su padre y su abuelo hacia la gran mayoría de los habitantes de Corea del Norte y no hay nada que sugiera que el levantamiento de las sanciones contra Pyongyang liberaría recursos que se utilizarían para mejorar el acceso a alimentos y asistencia sanitaria para la gente de Corea del Norte.
Tras décadas de prácticas agrícolas deficientes y a pesar del compromiso de Kim Jong-un con el desarrollo económico del país, la falta de inversiones adecuadas ha contribuido a reducir la producción agrícola. La agricultura en Corea del Norte tiene, por un lado, problemas inherentes por ser un país muy montañoso y, por otro lado, se cita en el en el memorando del Representante Permanente de Corea del Norte ante las Naciones Unidas que la otra causa de la escasez de alimentos en la RPDC son los desastres naturales como las altas temperaturas, sequías y fuertes lluvias. Aunque Corea del Sur tiene tierras más favorables para la agricultura, sufre de condiciones meteorológicas similares y está sujeta a la misma sequía e inundaciones que el Norte. Sin embargo, el Sur ha seguido mejores prácticas agrícolas y ha invertido más en el sector rural.
Por lo tanto, a pesar de los desastres naturales y dificultades climáticas en el Norte, se ha observado una respuesta inadecuada de Pyongyang para enfrentarse a estos problemas y no se ha preparado ni se han resuelto con efectividad los desastres naturales previsibles. A pesar de que el cumplimiento de su política de desarrollo económico legitimaría al líder de Corea del Norte ante su pueblo, hasta ahora ha destinado la mayor parte de sus presupuestos al aspecto militar de su política Byungjin, fomentando el desarrollo de su programa nuclear hasta conseguir convertirse en un país nuclear de facto, fortaleciéndose dentro del tablero de ajedrez mundial para, así, mantener activa su capacidad de disuasión y proteger su seguridad. Pyongyang, a lo largo de estos años, no ha llevado a cabo una inversión adecuada en infraestructura agrícola e insumos necesarios, ha fracasado en su obligación de mejorar las condiciones de vida de los más débiles y, en cambio, los fondos del gobierno han sido destinados a su programa nuclear y a inversiones para el desarrollo de grandes proyectos que beneficiarían a la élite. No se ha dado ningún movimiento por su parte que sugiera que el levantamiento de las sanciones pudiera ser utilizado para mejorar el acceso a los alimentos y a los tratamientos médicos de la población más vulnerable, por lo que la actuación humanitaria se considera que debería ser directa, a través de agencias especializadas.
Kim Jong-un es consciente de que la recuperación económica es fundamental para legitimarse en el poder y es por ello que desde el año 2018, una vez completados los ensayos balísticos y nucleares que consideraba necesarios para su programa nuclear, ha llevado a cabo una estrategia diplomática de acercamiento a los Estados Unidos, China y Corea del Sur que, hasta ahora, no le ha dado los resultados deseados, el levantamiento de las últimas sanciones impuestas a lo largo de los años 2016 y 2017. Estas sanciones, una vez han sido aplicadas, no son fáciles de levantar ya que para ello se necesita de la aceptación unánime por parte de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (China, Francia, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos). Es un acuerdo que parece difícil de alcanzar ya que, aunque China y Rusia decidieran dar este apoyo a Corea del Norte a través de un levantamiento paulatino de las sanciones, la posición de los Estados Unidos respecto a esta concesión es firme y se encuentra íntimamente unida a la desnuclearización completa, verificable e irreversible del país. Para Corea del Norte, sin embargo, parece no haber una combinación de incentivos que puedan hacer que renuncie a sus armas nucleares, ya que representan la disuasión esencial para la supervivencia del régimen. Todo ello muestra una falta de entendimiento entre los dos países que impide avanzar en las negociaciones sobre la desnuclearización de Corea del Norte.
Los Estados Unidos han tenido siempre un papel preponderante en los programas humanitarios de la ONU, algunos de los cuales han facilitado ayuda a Corea del Norte. La crisis humanitaria en ese país es grande y la provisión de ayuda para los norcoreanos en situación vulnerable es algo moralmente correcto. Además, pudiera permitir que Estados Unidos hiciera algo visible para beneficiar a Corea del Norte, demostrar que está interesado en mejorar las condiciones de vida de la población más necesitada del país y que es una asistencia compatible con la firmeza en las negociaciones para la desnuclearización. El senador Ed Markey del Partido Democrático ha pedido al presidente Trump que permita a los trabajadores humanitarios la entrada en Corea del Norte, a pesar de la prohibición de viajar al país y ha afirmado que se puede ayudar a afrontar el grave problema de seguridad en Corea del Norte tratando de mitigar la prolongada crisis humanitaria. Este movimiento, por un lado, podría beneficiar al régimen de Kim Jong-un pero, por el otro, podría ser una estrategia diplomática que creara una mejor atmósfera que facilitara las relaciones entre los dos países y el progreso en las negociaciones sobre los espinosos temas relacionados con el programa nuclear y el futuro papel de los Estados Unidos en la Península de Corea.