La amenaza china: palabras diferentes, un mismo mensaje

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Pueblo en línea, 28/12/2011-- Como parte de mi labor asesoría para las casas editoriales de China, hace poco hice una búsqueda en Internet de libros sobre el tema de la "amenaza china".


Amazon.com, por ejemplo, ofrece al menos una docena de títulos actuales, tales como El despertar del Dragón Rojo: la amenaza militar de la China comunista a Estados Unidos, El robo de secretos comerciales, El espionaje industrial y la amenaza de China, La amenaza china: cómo la República Popular China se propone lidiar con EEUU, y ¿Es China una amenaza para la economía de EEUU?

Una revisión de El despertar del Dragón Rojo dice que «es un fascinante toque de clarín para comprender el peligro que enfrentamos y la necesidad de reconstruir los sistemas militares y de contra-inteligencia de EEUU».

 

Por su parte, The Economist en Reino Unido avisa contra ‘Los peligros de una China en ascenso «, mientras que el Financial Times expone a la amenaza de las empresas estatales chinas” al apropiarse «(robar) en otros países de la tecnología de vanguardia.

 

Toda una industria editorial en auge, por lo que parece. Sin embargo, me pregunto si quienes emiten estas advertencias se dan cuenta de lo mucho que duplican las prácticas iniciadas en el siglo XIX. Las palabras son diferentes (antes, era la «amenaza amarilla»), pero el mensaje no ha cambiado – como he expuesto en frecuentes conferencias sobre esos estereotipos ante el público en Beijing.

 

Desde la Edad Media hasta el siglo XIX, Occidente consideró a China como una tierra de gran cultura, pero un cambio de actitud se produjo cuando el país cayó en el atraso de la dinastía Qing en descomposición, y las naciones occidentales se aprovecharon para apoderarse de trozos de territorio chino.

 

La percepción de que a los chinos les faltaba valor personal de cara a estas depredaciones no hizo más que alimentar este desprecio. A esto hay que añadir la mala impresión creada por los campesinos chinos, pobres y analfabetos en gran medida, que se convertían en trabajadores contratados en Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica.

 

A pesar de que estos trabajadores desempeñaron una función vital en puestos de trabajo peligrosos y sucios relacionados con las minas de oro de California y la construcción del ferrocarril transcontinental estadounidense, por ejemplo, su presencia con el tiempo se percibió como una amenaza para el empleo local.

 

El siguiente paso fue la discriminación racial desembozada. EEUU prohibió la inmigración, mientras que otros países impusieron altos impuestos para su entrada. Hoy en día, sigue siendo difícil para los chinos viajar libremente a Occidente.

 

Fue alrededor de la década de 1870 cuando se popularizó el término «amenaza amarilla» en EEUU. y Europa. Los novelistas y los cineastas asumieron el tema en sus respectivas representaciones de ficción, que penetraron profundamente en la psiquis occidental.

En este sentido, me llama la atención la gran similitud entre las actitudes de entonces y ahora.

 

Por ejemplo, una caricatura aparecida en un periódico de Nueva Zelanda de 1907 muestra a un pulpo con una cara china envolviendo con sus tentáculos a una joven en representación de la nación – los tentáculos llevan leyendas como codicia, libertinaje, brutalidad, comercio del opio y malos hábitos. En 2011, un periódico australiano publicó una caricatura anti-asiática, en la que se veía a un pulpo con Australia en sus garras, subrayando una vez más la amenaza para el bienestar de los blancos.

 

El primer personaje de ficción que encarnaba la amenaza amarilla apareció en una novela publicada en 1892 sobre un señor de la guerra chino y pirata llamado Kiang Ho, quien rondaba los mares con una flota de naves rápidas y un super-submarino, dispuesto a capturar y hundir a todos los barcos occidentales.

 

En la actualidad nos encontramos con que Estados Unidos, Japón y otros países asiáticos se preocupan por la amenaza a sus intereses estratégicos en el Pacífico Occidental, la cual derivaría de la creciente fuerza naval de China – no sólo de sus submarinos y buques rápidos, sino también de su portaaviones. ¡En fin, que el autor de 1892 sabía más de cuatro cosas!

 

Pero el arquetipo de la amenaza amarilla en la ficción por excelencia fue sin dudas «Fu Manchú», personaje creado en 1913 por un escritor inglés, para representar a un genio malvado que conspiraba para destruir el mundo.

 

Personalmente, veo en esta variante una expresión de la forma en que los medios de comunicación y los políticos occidentales demonizaban al presidente Mao Zedong en la cúspide de la Guerra Fría, mostrándolo como un loco dispuesto a desatar una guerra nuclear para lograr sus objetivos revolucionarios. Para ser justos, sin embargo, los líderes de China demonizaban a sus pares occidentales de la misma manera.

 

En 1950, la conocida revista estadounidense Time publicó una portada que muestra al presidente Mao rodeado de nubes de langostas capaces de devorar un campo de cultivos en un santiamén. La implicación era clara: Mao supervisaba cómo las hordas chinas aterrorizaban y despojaban al mundo de sus recursos.

 

Este mensaje se repitió en 1995, cuando el ecologista estadounidense Lester Brown escribió ¿Quién alimentará a China?, título en el cual abordaba la presión que para los recursos globales suponía la población enorme y creciente de China.

 

La «amenaza china” es frecuentemente evocada al referirse a su insaciable apetito por la inversión extranjera, y también cuando ha ido al mercado mundial a comprar grandes cantidades de trigo para compensar la escasez doméstica y, de nuevo, en lo tocante a sus enormes importaciones de petróleo crudo, mineral de hierro y otros minerales esenciales.

 

Cada vez que Occidente considera el reto de la China moderna, el mensaje tiende a reproducir los cánones asumidos hace dos siglos, otorgando actualidad a aquel viejo dicho de que «nada nuevo hay bajo el sol.”