Pocas semanas después de que el Vicepresidente de China Li Yuanchao visitará a América Latina, en su primera gira al exterior, toca el turno ahora al Presidente Xi Jinping. Nada tiene de extraño este interés, habida cuenta de que el comercio entre dicha región y China pasó de 8 millardos de dólares en 1999 a 233.7 millardos en 2011 y, de acuerdo al ex Premier Wen Jibao, habrá de alcanzar 400 millardos en 2017 (Alfredo Toro Hardy, The World Turned Upside Down: The Complex Partnership between China and Latin America, World Scientific, London, 2013). Sin embargo, la gira a Trinidad y Tobago, Costa Rica y México asume características especiales.
La primera de las tres escalas tiene connotaciones comerciales y políticas. Trinidad y Tobago posee grandes reservas gasíferas y petrolíferas y miraba a Estados Unidos como su cliente natural. No obstante, en este último país se están conjugando grandes desarrollos de hidrocarburos de esquisto con importantes descubrimientos Costa Afuera, lo que apunta a su independencia energética. Así, mientras China está a la búsqueda de nuevas fuentes de aprovisionamiento energético, Trinidad requiere sustituir a su mercado de exportación tradicional. Ello determina una convergencia natural de intereses y hace que Trinidad se inscriba dentro del mismo patrón de relaciones que se da entre Pekín y América del Sur. Pero esta visita al país caribeño tiene también una dimensión política. La Cuenca del Caribe es el área del mundo donde Taiwán encuentra mayor reconocimiento internacional. Trinidad no sólo es el Estado del Caribe angloparlante con las más antiguas relaciones diplomáticas con Pekín sino que, en Puerto España, Xi se reunió con los mandatarios de ocho países del CARICOM con los que su nación también mantiene tales lazos. Las ofertas de cooperación puestas sobre el tapete, amén de los 6.3 millardos de dólares en cooperación que China comprometió hacia la subregión en 2011, actúan como potente incentivo para que los que aún reconocen a Taiwán cambien de bando.
La visita a Costa Rica apunta claramente hacia el aspecto político. No sólo porque este país tiene pocos recursos naturales que ofrecer a China sino porque es la única de las naciones centroamericanas que reconoce diplomáticamente a Pekín. Nuevamente, los acuerdos mil millonarios de cooperación en materia de energía, infraestructura, educación y comercio firmados llevan un mensaje implícito. China, por lo demás, debería incrementar de manera significativa las importaciones desde Costa Rica, país al que en 2010 compró 688 millones de dólares, básicamente en componentes electrónicos, y al que vendió 3.107 millones (Alfredo Toro Hardy, citado).
El porque de la visita a México es más difícil de dilucidar. Más allá del petróleo, México no dispone de recursos naturales para la exportación y ese petróleo complementa la autosuficiencia energética norteamericana dentro de un marco volcado sobre sí. Por lo demás, las manufacturas de China y México compiten por el mismo mercado: Estados Unidos. Las inversiones en México con miras al mercado estadounidense irían a contracorriente de las cadenas de producción asiáticas cuyo epicentro es precisamente China. Vender más a México tampoco pareciera la razón. De hecho, en 2011 menos de 2% de las exportaciones mexicanas fueron a China (8.3 millardos de dólares), mientras que el 15% de las importaciones mexicanas (41. 4 millardos), provinieron de China (Alfredo Toro Hardy, citado). En adición al hecho protocolar de reciprocar la reciente visita del Presidente Peña Nieto a Pekín, la escala mexicana es con mucho la menos clara el punto de vista de los intereses chinos.