China dio a conocer un nuevo documento que refleja su política hacia la Unión Europea (UE). Se trata del tercero, tras los publicados en 2003 y 2014 y llega en un momento complejo, cuando los signos de tensión amenazan con pesar más que los de entendimiento en las relaciones bilaterales. La reiteración de desconfianzas respecto a China en el marco comunitario solo alcanza a atemperarse con una visión compartida de crítica al proteccionismo de Donald Trump.
Si la UE asume el desencanto occidental por el signo de la evolución actual de China bajo Xi Jinping, reprueba su nacionalismo económico o su penetración en el tejido industrial de los países más desarrollados, desconfía de unos proyectos estratégicos que podrían dar al traste con la hegemonía liberal, etc., China, por su parte, parece querer rehuir un regreso al conflicto ideológico de antaño y apuesta por cortejar a la UE para propiciar un nuevo tipo de acercamiento sino-europeo ante la hipótesis de una cronificación de la rivalidad con EEUU.
En su documento, China clarifica posiciones, desdice tópicos y reitera la importancia de enfocar las relaciones con altura estratégica y de largo plazo, trascendiendo las dificultades y circunstancias del momento. Beijing ofrece un claro apoyo al proceso de integración europea y formula principios y orientaciones que avalan el status de la UE como socio indispensable en el ámbito bilateral e internacional. También reitera la importancia de establecer sinergias para tirar el máximo provecho de las respectivas estrategias de desarrollo. China, en suma, no desea el colapso de la UE.
Por otra parte, el documento no oculta la importancia que el respeto a sus intereses centrales tiene para China en el desarrollo de las relaciones bilaterales. En tal sentido, destaca la trascendencia del respeto a la soberanía nacional y la integridad territorial o a su sistema político, elementos que suscitan tensiones a la vista de los diferentes enfoques en materia de derechos humanos.
El documento revela la profunda densidad que China y la UE desarrollan en numerosos campos, contando con una estructura institucional y líneas de acción en las más diversas áreas, un capital de alto valor que ha sido acumulado a lo largo de los últimos lustros y que asegura un amplio marco para abordar de forma constructiva los desacuerdos que pudieran surgir entre ambas partes.
Según se desprende del documento, China aborda las relaciones con la UE plenamente consciente de que sus intereses estratégicos no son contradictorios en lo fundamental, desmintiendo cualquier atisbo de duda respecto al fomento de políticas de división que debiliten a la UE. Por el contrario, China sigue comprometida con la integración europea y considera a la UE como sujeto indispensable de esa multipolaridad que asoma como característica esencial del orden mundial en el siglo XXI.
Es más que dudoso que tan buenos oficios desactiven las reservas de algunos países europeos en tanto no se respalden con medidas concretas que afronten los más delicados contenciosos que enfrentan a ambas partes. En lo económico, el gobierno chino está dando pasos que apuntan a una mayor liberalización, alineándose con las exigencias occidentales. Este proceso tiene, no obstante, importantes líneas rojas que mantendrán las espadas en alto. Las medidas de protección comunitarias frente a las intenciones chinas no han hecho más que empezar.
Asimismo, cabe imaginar que este documento de poco servirá para armonizar las cautelas de Bruselas con los entusiasmos de los líderes de los PECO, desde Milos Zeman a Viktor Orban, y varios más, decididos a estrechar lazos con China especialmente en el marco de la controvertida Iniciativa de la Franja y la Ruta. Polonia, valga de ejemplo, se ha convertido hoy en el centro de difusión hacia toda Europa de Huawei, la misma compañía de la que Francia o Alemania recelan por motivos, ciertos o no, de todos conocidos.
La presencia e influencia de China en Europa avanza de forma sostenida. Hubo un tiempo en que la UE era un modelo en muchos aspectos para China. Es posible que no crea ya que la UE pueda ejercer como un pilar del orden multipolar pero, a la vista de este documento, su visión de Europa como un continente innovador y culto sigue ahí. Europa se lo tiene que creer para idear una política hacia China no solo pensada desde la defensiva sino también con la vocación de fijar un partenariado mutuamente beneficioso.