La intervención en Libia tras bambalinas

In Noticias, Política exterior by PSTBS12378sxedeOPCH

Muchos en China y el resto del mundo se siguen cuestionando los verdaderos motivos de las fuerzas de la coalición de aliados occidentales para proseguir sus acciones militares en Libia, bajo la bandera de la intervención humanitaria y con la bendición de una resolución de la ONU.


Todo esto con el telón de fondo de un creciente número de víctimas civiles y el gran riesgo de que la nación se hunda en la guerra civil.


Muamar el Gaddafi, líder de Libia, ha estado ofreciendo gestos de buena voluntad a los países occidentales en los últimos años. A tal tenor, anunció en 2003 que Libia renunciaba voluntariamente a la fabricación de armas de destrucción masiva. Libia aceptó su responsabilidad por el atentado aéreo de Lockerbie y pagó 2.700 millones de dólares en compensación a las familias de las víctimas.



La industria petrolera de Libia absorbe gran volumen de capital de los países occidentales, y en ella las compañías petroleras de Francia, Italia y España tienen una importante cuota de mercado. Además, Gadafi expresó su oposición a Al-Qaeda, adhiriéndose en la campaña de los países occidentales contra el terrorismo.



Pero a pesar de tantas concesiones y gestos Gadafi siendo rechazado por los países occidentales, que le han declarado blanco de sus ataques militares. ¿Por qué?



Desde la perspectiva personal de Gadafi, sus cambios en política exterior destacan entre las principales razones para ser objeto de la ira occidental. En su etapa inicial, el régimen de Gadafi acudió a métodos violentos para enfrentarse a Occidente, por lo que cosechó numerosos enemigos. En cada intento suyo por enmendar la situación, fue rechazado de plano. Peor aún, le declararon ejemplo de represión contra la población civil. Ya se servía la mesa para el actual banquete de rapiña.



Incluso el discurso del coronel libio ha enojado a sus enemigos oocidentales, al expresar su oposición a la «nueva cruzada.» Aunque tal vez Gadafi no lo haya hecho ex profeso, su elección de términos, a los ojos de Occidente, son un llamado a fomentar el sentimiento anti-occidental.



Lo que sí queda claro es que los países occidentales no aceptan más el camino político que propugna Gadafi. En ese rechazo se incluyen sus exhortaciones a unificar el país y las regiones, desarrollar un poderoso ejército y organizaciones políticas, nacionalizar el petróleo, movilizar y basarse en las masas de clase media e inferior, realizar la reforma agraria y luchar contra la intervención occidental. Aunque tdoos estos propósitos tienen poca base para su realización, todos apuntan de manera inequívoca hacia un renacimiento del mundo árabe.



La segunda mitad del siglo pasado fue el mejor período para el mundo árabe, tanto en términos de reputación internacional, como en influencia mundial. Pero los buenos tiempos no duraron mucho. La posición internacional del mundo árabe y la seguridad nacional de sus países han ido de capa caída desde mediados de los 70.



En los últimos años, Estados Unidos lanzó sendas guerras contra Afganistán e Irak, e Israel protagonizó ataques militares a gran escala contra El Líbano y los territorios palestinos. Sin embargo, el mundo árabe no hizo nada al respecto.



Para los países occidentales, mantener la situación actual del mundo árabe, o incluso intentar “democratizarlo” es mera respuesta a sus actuales intereses estratégicos. Pero si en lugar de permitir que se concrete esa expectativa, el mundo árabe lograra la unidad, con su gran población y abundancia de recursos, el espacio vital de Occidente se vería notablemente afectado.(Pueblo en Línea)




02/04/2011