La maltrecha gloria de HK Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China

In Análisis, Política exterior by Xulio Ríos

Durante años hemos asistido a reiterados elogios de la política de Henry Kissinger a propósito de China. El también polémico Nobel de la Paz, igualmente muy admirado en China, demostró su astucia diplomática al establecer un entendimiento con Beijing cuando la guerra fría y el mundo bipolar condicionaban la geopolítica mundial. Kissinger tiró provecho de la división en el mundo comunista con la convicción íntima de que la cooperación sino-estadounidense acabaría por ejercer una influencia tal en las huestes maoístas que el advenimiento del liberalismo político era solo cuestión de tiempo. Y esa idea persistió y se acentuó tras el fin de la URSS.

Hasta ahora, desde aquellos lejanos años setenta del pasado siglo, ningún presidente había osado enmendarle la plana a Kissinger. Pero Donald Trump, como en tantas otras cosas, va camino, parece, de sepultar definitivamente la doctrina Kissinger pasando de la cooperación a la confrontación abierta con China. En los últimos tiempos, el ex Secretario de Estado se aprestó a completar sus voluminosas memorias con el despacho de jugosas entrevistas quizá para no acabar viéndose reflejado en la historia como “el viejo tonto que despertó al dragón”.

La creencia de que una China más desarrollada sería, por lógica, liberal ha gozado de amplio arraigo en numerosos círculos políticos, empresariales e incluso académicos. Los dilemas acerca de los derechos humanos manifestaban presiones cíclicas que China capeaba multiplicando las ofertas de negocio que muchas multinacionales estadounidenses y occidentales aprovecharon sustanciosamente, cuidándose de no hacer concesiones en otros ámbitos. Pero la famosa “quinta modernización” no llegó ni parece que esté cerca. En el Partido Comunista de China la convicción más extendida es que una imitación de la democracia occidental derivaría en caos y debilitaría la soberanía del país que solo el modelo político actual está en condiciones de preservar. Es más, si tanto interés tiene Occidente en que China se democratice a su manera es porque le brinda la oportunidad de atraerla a sus redes de dependencia con el fin de evitar así lo que parece una tendencia inexorable, la pérdida de la hegemonía global.

El rumbo actual del PCCh excluye una democratización de signo liberal, que rechaza expresamente. No sabemos qué ocurrirá dentro de 30 años pero la guía del xiísmo sugiere transitar una senda propia que no solo complete el desarrollo sino que preserve la soberanía con una gobernanza mejorada a través del imperio de una ley que canoniza su liderazgo absoluto.

De la cooperación a la confrontación

En la política de EEUU, la contención fue abriéndose camino poco a poco frente a la cooperación hasta que logró imponerse por completo. Hoy amenaza con dar el salto a la confrontación. China nunca mostró interés en sumarse al G7 ni tampoco en aceptar una especie de G2 con EEUU, apelando a la plena confianza en las capacidades propias. Pero la guerra comercial desatada por la Administración Trump podría afectarle más de lo inicialmente previsto y quizá minar su confianza. En el tercer trimestre de este año, la economía creció un 6,5 por ciento, el nivel más bajo desde el primer trimestre de 2009. Las fortunas de los mayores empresarios chinos cayeron de 1,19 billones de dólares en 2017 a 1,06 billones este año, según Forbes. El año pasado, 79 multimillonarios chinos del sector manufacturero figuraban en su lista; este año, el número bajó a 72. No todo es consecuencia directa de las fricciones comerciales pero sin duda han pesado en la evolución problemática de la economía china en los últimos meses.

El acoso de la Administración Trump no quiere dejar huecos y promete extenderse más allá de la imposición de aranceles. El concepto de «seguridad nacional» es objeto de ampliación constante para convertirse en una herramienta capaz de bloquear el accionar de las empresas chinas dentro de Estados Unidos. Y el afán de evitar que China se convierta en una gran potencia tecnológica se traduce no solo en el control exhaustivo de sus inversiones sino hasta en detalles “menores” como el rechazo de visados de científicos, rumores de cancelación total de visados para estudiantes chinos, etc.

Y no solo en el campo económico o tecnológico. Las cábalas sobre un enfrentamiento militar van en aumento, especialmente tras la reforma militar promovida por Xi con el principal objetivo de estar preparados para “librar guerras y ganarlas”. El Mar de China meridional se perfila como el escenario idóneo para una operación que acote la presencia de EEUU en la región. Una aventura muy arriesgada para el PCCh pues en caso de derrota podría suponer su destrucción. El gasto militar de China equivale a una cuarta parte del presupuesto estadounidense y si lo valoramos en términos per cápita, representa una decimonovena parte del de EEUU.

Hace unos días, dos buques de guerra navegaron por el Estrecho de Taiwán, por segunda vez en tres meses. Aunque EEUU dice que fue un “tránsito de rutina”, pudiera ser una medida más para expresar el apoyo de Washington a las autoridades de Taipéi, contrarias a la reunificación que Xi pretende acelerar. China aun ve a Taiwán como parte de su territorio para ser unificado. Múltiples barcos de guerra chinos siguieron a las dos embarcaciones estadounidenses durante su tránsito. En noviembre, el Pentágono podría llevar a cabo unas importantes maniobras en aguas próximas donde también prevé iniciar la explotación de recursos minerales. Una “provocación” en toda regla.

El teniente general retirado Ben Hodges, antiguo comandante de las fuerzas militares de EEUU en Europa, admitió en un foro celebrado recientemente en Varsovia que es muy probable que su país entre en guerra con China dentro de 15 años. Vaticinó, además, que la relación será crecientemente tensa y que la competencia será cada vez más fuerte en todos los dominios.

Desde la presentación de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional en diciembre de 2017, las presiones estratégicas han aumentado. El discurso del vicepresidente Mike Pence a primeros de octubre en el Houdson Institute marcó un punto de inflexión. China, más que Rusia, es el blanco. Mike Pompeo dice que China quiere construir un imperio sobornando a los líderes con inversiones, aseverando que el impulso económico de China representa un riesgo mayor para los intereses de EEUU. También John Bolton dejó claro que la presión hacia China se multiplicará.

En tal contexto, ¿cuál será el legado final de Henry Kissinger? ¿Será culpabilizado de alentar irresponsablemente el despertar de un dragón desagradecido o se completará finalmente su vaticinio aunque con ayuda de la confrontación?  HK sigue defendiendo la cooperación, incluso como vía más idónea para favorecer la democratización de China.