A días de la toma de posesión de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, se comienza a especular sobre cómo el próximo ejecutivo y su gabinete podrán vincularse con China. Dentro de esta especulación, se reafirma algo que desde Beijing se conoce, que es la radicalización del discurso anti chino y que la nominación de personajes como Marco Rubio lo confirma.
En este proceso, es importante señalar una serie de aspectos preliminares a dar una respuesta tentativa a la pregunta de este artículo.
Primero, que la sinofobia no es un fenómeno exclusivo del discurso republicano, sino que, a lo largo de los últimos diez años, el posicionamiento internacional chino ha sido un tema de incomodidad para Washington. Por lo que la postura de limitar a China es algo presente en la clase política americana. No obstante, el principal diferencial ha sido el grado de agresividad en el discurso según el partido político. En el caso de la administración Biden, previo a la ceremonia de apertura del mandato, China estuvo presente en el discurso. Entre las declaraciones de Biden en 2021, se rescata lo siguiente:
«Instamos a Beijing a que cese su presión militar, diplomática y económica contra Taiwán y, en cambio, entable un diálogo significativo con los representantes elegidos democráticamente de Taiwán … Nuestro compromiso con Taiwán es sólido como una roca»
Por lo tanto, esto no es nuevo. Sin embargo, a diferencia de Biden, Trump carece de un lenguaje diplomático, por lo que hace que las declaraciones parezcan ser más agresivas y radicales. Previo a su opening, Trump ha mantenido su postura respecto a China.
Como segundo punto, el gabinete entrante reafirma que Trump es un hombre de negocios con una personalidad que rompe con la tradición política estadounidense. Justo este aspecto es lo que ha sido su marca para crear un capital político que le ha llevado a ganar una elección en una sociedad que vive un momento crítico a nivel identitario-cultural y económico. Este segundo mandato, parte de un conjunto de nuevos personajes en su gabinete, que dan un refresh, pero también reafirman esta idea de romper el estilo de política tradicional de Estados Unidos. Este aspecto fue algo presente en su primer mandato, pero que estuvo balanceado con la presencia de personas clave de los republicanos para reconciliar al partido. No obstante, en esta ocasión las condiciones de la contienda, pese al escandaloso proceso judicial del que es protagonista, le han permitido construir una legitimidad dentro del partido. Por lo tanto, esto dará mayor autonomía, pero no absoluta. Si bien, pareciera que el sistema de contrapesos es un modelo agotado, estos siguen existiendo dentro y fuera de la vida política de Estados Unidos. En este sentido, los perfiles de la triada mencionada, tiene particularidades que llevan a una reflexión más allá del tenor de lo mediático sobre el retorno de Trump y de personajes como Musk y Rubio. La primera experiencia dejó en claro que Trump es un experto del marketing político, pero esto no significa que haya logrado ser un estadista. En el caso de Musk, antes de ser administrador y gestor, es empresario. Y, por último, Marco Rubio, no es un diplomático de carrera, sino un político conservador con posturas no necesariamente ad hoc a la dinámica internacional.
Tercer aspecto, la herencia demócrata de “caballos de Troya” para la entrante administración. En el ojo mediático, se ha generado la impresión de que el momento más crítico en la relación entre Washington y Beijing vendrá a partir del 20 de enero de este año. Sin embargo, la sigilosa retirada de Biden conlleva acciones contundentes hacia China. Profundizando un poco más, un detalle a rescatar es que, en las últimas dos administraciones norteamericanas, los golpes más fuertes hacia China vinieron con Biden y no con Trump; tomando en cuenta que pese a que el republicano formalizó la llamada guerra comercial, la administración demócrata fue más agresiva en la práctica. Más allá de lo polite y amistosa que fue la despedida entre Xi y Biden en el Perú, las prohibiciones comerciales sobre proveeduría de tecnología hacia China han sido constantes.
Un discurso de política exterior a destiempo
Si bien, se ha enfatizado en lo anti sistémico que es Trump para la política estadounidense; en el caso de cómo se ha perfilado la visión de política exterior hacia el mandato 2.0, no lo es. Esto hace alusión a que las posturas y las declaraciones hechas por Trump respecto a los temas de agenda internacional, responden a una perspectiva vintage de las relaciones internacionales. En otras palabras, su visión de mundo responde a una construcción del siglo pasado.
El discurso trumpista se enfoca a la coacción como único mecanismo de negociación, que, a su vez, hace alusión a la capacidad de agencia que tuvo Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo pasado en la arena internacional. Dinámica que emula a estar jugando Monopoly bajo una visión geográfica en donde el Sur Global no existe. Por lo que esta visión colonialista de la realidad internacional será su mayor talón de Aquiles.
Al mismo tiempo, este sesgo da por sentado la nulidad de los intereses nacionales de los aliados históricos de Estados Unidos. Pensar un 2025 bajo una dinámica de badwagoning es prácticamente imposible en un sistema internacional que ha pasado por una hiperglobalización, una pandemia y una reorganización que sigue en proceso. Apropiar esta visión significa dejar de lado a muchos actores dentro de la política internacional que son importantes en la construcción de una agenda.
Aunado a esto, y rescatando parte del preámbulo del artículo, la profesionalización en la elaboración y la ejecución de la política exterior en una potencia como Estados Unidos es un factor clave, y más en un momento en donde la relación más importante es con un contrapeso sistémico, como lo es China. En este sentido, la dupla Rubio-Stefanik no es necesariamente la más estratégica en el plano internacional; sino responde más a reafirmar aliados políticos dentro del partido en caso de alguna eventualidad a lo largo de su administración.
¿Todo es miel para China?
La respuesta es no. Si la línea discursiva continua en este tenor, lidiar con una administración así en lo internacional será un dolor de cabeza no sólo para China, sino para cualquier gobierno. En el caso de China, vincularse con un gobierno encabezado por Donald Trump no es algo nuevo, y esto le permite tener un parámetro del alcance de su discurso.
Al mismo tiempo, esto no quiere decir que no sean importantes los temas sensibles entre ambos países. Al contrario, la expectativa de una radicalización del discurso es algo de esperarse, en donde se dará continuidad a ataques en esos tópicos, como lo son: Taiwán, Hong Kong, Sinkiang, ciberseguridad y espionaje, militarización, autoritarismo, derechos humanos, etc. Sin embargo, gran parte del status quo de ambos actores recae en la tecnología. Las últimas acciones de la administración Biden y los intereses de la clase empresarial dejan un precedente interesante para poder plantear no una guerra comercial, sino una carrera tecnológica con alcances no sólo geoeconómicos, sino también geopolíticos.
En este aspecto, la pregunta para la entrante administración es ¿hasta dónde se puede desacoplar la economía estadounidense de China? Varios trabajos de especialistas estadounidenses en tecnología y economía señalan que existe un gran riesgo en esto. Sin embargo, el desacoplamiento a través de barreras arancelarias y no arancelarias es algo que ya está sucediendo entre ambas economías. Situación que representa un gran reto para China y que la obliga a irse adaptando según el contexto. Esto también es un tema crítico para Beijing, ya que el modelo de alta calidad tiene que suceder, sí o sí. El proyecto de rejuvenecimiento necesita un modelo que permita crecimiento, pues una contracción abrupta de la economía china no sólo pone en riesgo la economía internacional, sino el propio discurso del partido al interior de China. Es aquí en donde legitimar la idea de una “comunidad compartida” se vuelve un eje estratégico.
Como reflexión final, se coincide con lo previsto por Yan Xuetong recientemente:
“En la actualidad, tanto los líderes chinos como el equipo de Trump están más preocupados por los asuntos internos que por los externos. Si los líderes chinos hacen un mejor trabajo de implementación de reformas que Trump en los próximos cuatro años, China reducirá la brecha de poder con Estados Unidos. Pero si Trump hace un mejor trabajo que China en este aspecto –y evita conflictos y enredos externos perjudiciales– la brecha de poder entre los dos países se hará más grande.”