La UE y la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) celebraron una cumbre que debía servir para resetear sus relaciones tras un largo vacío diplomático de ocho años. Al igual que en otros entornos geopolíticos, la UE trata de empoderarse como un actor de referencia aunque su atractivo bien pudiera haberse reducido.
Desde la última vez que estos dos bloques se habían reunido, las condiciones geopolíticas, económicas y sociales mundiales han cambiado significativamente. Quizá por ello, la reunión no fue fácil. En otros tiempos, la región latinoamericana acostumbraba a rubricar sin más las iniciativas europeas, pero ahora, por el contrario, el encuentro CELAC-UE puso de manifiesto una reafirmación de las visiones e intereses propios, un claro rechazo de las perspectivas hegemónicas y la apuesta por un mundo multipolar.
Ningún país de la región pasa por alto que el renovado interés de la UE tiene como añadido circunstancial la necesidad de limitar la influencia de una China que ha ganado en proyección y, sobre todo, en poder de seducción. En este sentido, la reunión de la UE con la CELAC puede entenderse como un instrumento para mitigar la presencia de China en este mercado, así como atraer a estos países a la causa estadounidense y europea en su doble enfoque contra Moscú y Beijing.
La UE anunció su disposición a invertir en América Latina y el Caribe un monto de 45.000 millones de euros hasta 2027, frente a los 12.024 millones de dólares de la inversión china en la región en 2022, según el último informe del Monitor de la OFDI china en América Latina y el Caribe, publicado en abril de 2023. Se trata, sin duda, de un importante contingente económico para proyectos de desarrollo que habrá que materializar a riesgo de tener que afrontar esa laminación común de un descrédito reiterado.
La UE, por otra parte, debe evitar seguir viendo a Latinoamérica como mero proveedor de materias primas ni las inversiones europeas en la región deben ser una fuente de agravado endeudamiento. En ambos aspectos inciden las críticas a la política china para la región. Habrá que hacer otra cosa.
En este nuevo impulso a las relaciones bilaterales, la UE ha tratado de resaltar la comunidad de valores, desde la democracia a los vínculos históricos, que nos unen. Un credo común que, a veces, suena a mantra incoherente a juzgar por los posicionamientos adoptados ante crisis políticas locales de fuerte impacto, ya nos refiramos a Venezuela o Perú, pongamos por caso.
La UE ha perdido posiciones frente a China en la región porque a ojos de muchos de estos países, Beijing aprecia mejor los intereses y necesidades regionales, afrontando con pragmatismo y eficiencia sus demandas de infraestructuras, tecnología, industria y cooperación general. China ofrece experiencias de valor en áreas significativas para la región, desde la lucha contra la pobreza extrema al propio modelo de desarrollo con las apuestas tecnológicas o ambientales como seña de identidad. Además, China se ha dotado en estos años de importantes espacios de reflexión que alargaron su influencia en relación a los centros de estudios europeos que gozaron siempre de notable presencia en la región. Ya no somos, europeos y estadounidenses, los únicos que tenemos algo que decir a los latinoamericanos. No obstante, contamos aun con una poderosa arquitectura de vínculos comerciales y de todo tipo que puede servir de plataforma eficaz para multiplicar los impactos y crear dinámicas esperanzadoras.
Es dudoso que la recuperación de la influencia perdida de la UE en la región se arbitre a partir de la exacerbación de la competencia con China. Quizá esa energía debiéramos emplearla en multiplicar los espacios de cooperación para actuar conjuntamente en países terceros. Un diálogo institucionalizado sino-europeo a propósito de América Latina y el Caribe podría sustentarse en una cartera de grandes áreas donde la colaboración y la inversión podrían establecerse de común acuerdo. Esos espacios de oportunidad ayudarían a la región pero también a labrar un mejor entendimiento bilateral.
En cualquier caso, el paternalismo de antaño es cosa del pasado. En las capitales latinoamericanas se anhela una relación equitativa y equilibrada. España, otro mantra, dispone de una posición privilegiada siempre y cuando sepa adaptarse a la nueva realidad política regional y global. En esa línea, es importante tirar lecciones del seguidismo un tanto suicida de los últimos años, definiendo en mejor medida nuestras ambiciones en función de nuestros intereses. Tal debiera ser también el fundamento de nuestra interlocución con Bruselas en este ámbito.
(Para Diario El Correo)