Con el fin de argumentar la guerra comercial que provocó Estados Unidos, Washington ha recurrido a su informe de la investigación 301. Con cifras seleccionadas, acusaron a China de “desequilibrar el comercio”, “robar derechos de propiedades intelectuales”, “forzar transferencias de tecnologías”, “subsidiar Made in China 2025”, entre otras “práctica injustas”. Sin embargo, la mentira nunca se convertirá en la verdad aunque se repita mil veces.
¿De dónde viene el déficit comercial de Estados Unidos? Se debe a la muy baja tasa de ahorro de los estadounidenses, a la función del dólar, como la principal moneda de conserva internacional, así como a la restricción sobre la exportación de los productos de alta tecnología, que debían ser ventajas del país norteamericano, impuestas según la ideología de la Guerra Fría.
Estados Unidos ha de importar gran cantidad de productos extranjeros a bajo precio, para satisfacer la demanda de sus ciudadanos que no quieren depositar dinero. Como advierte el profesor Stephen Roach, de la Universidad Yale, si Estados Unidos no resuelve la baja tasa de ahorro, sino que castiga a China como chivo expiatorio, tendrá que hacer negocios con los países con el más alto coste de producción. Eso significa cobrar más impuestos a sus propios consumidores.
Por otra parte, la posición ventajosa del dólar de USA, concede a Estados Unidos el privilegio de imprimir ilimitadamente los billetes verdes para adquirir los productos y recursos de otros países. En otro sentido, si Estados Unidos desea mantener la posición del dólar como moneda internacional, tendrá que aceptar el déficit en su comercio internacional.
En cuanto a las restricciones sobre la exportación de productos de alta tecnología, el déficit del país norteamericano respecto a China en este sector, ocupa el 40 por ciento del total. Si se levantasen estas cortapisas, se reduciría su déficit de una vez.
La acusación del “robo de derechos de propiedades intelectuales” por parte de China, no es tampoco sostenible, ya que se está perfeccionando la red legal del país asiático en diversos niveles y áreas. El año pasado, tres empresas chinas fueron condenadas por tribunales locales por violar la marca norteamericana de New Balance, con una multa de 10 millones de yuanes.
En tanto, los cargos por el uso de propiedad intelectual que China paga a compañías o individuales extranjeros, ha mantenido un crecimiento anual del 17 por ciento a partir del 2001, para alcanzar 28,6 mil millones de dólares. Por otro lado, China ya es el segundo mayor país que solicita patentes a través del Tratado de Cooperación en Materia de Patentes.
La cuestión de la “transferencia forzada de tecnologías” es pura mentira. En los 40 años pasados, ningún acuerdo se ha suscrito sobre la transferencia obligada de tecnología, no se ha registrado ninguna queja al respecto por parte de firmas extranjeras.
La integración de mano de obra de bajo coste de China y capital y tecnología internacionales, ha ayudado a facilitar su rápido crecimiento económico y la prosperidad económica global desde la campaña de reforma y apertura del país, la cual también ha generado grandes dividendos para las firmas extranjeras. Tales cooperaciones son comportamientos totalmente voluntarios basados en contratos comerciales.
Al final, la acusación de Estados Unidos de que las políticas industriales de China distorsionan el mercado no tiene fundamento. Todos los países tienen derecho al desarrollo y derecho a elaborar políticas industriales apropiadas para promover el desarrollo. Estados Unidos tiene su “AMP (Advanced Manufacturing Partnership)”, Alemania, por su parte, Industrialización 4,0. ¿Por qué China no puede tener Made in China 2025, un programa inclusivo y abierto a todas las compañías del mundo? Porque la administración de Donald Trump quiere reprimir la manufactura china de alta tecnología con miras a contener el desarrollo del gigante asiático.
Por su parte, el Gobierno estadounidense concede, del 2015 al 2024, un subsidio anual de 5 millones de dólares a cada centro de innovación de su país. Sin los subsidios y otras políticas preferenciales del Gobierno norteamericano durante décadas, no habría la prosperidad actual en Silicon Valley.
Curiosamente, el informe de investigación 301 contra China, confía en la mayor parte de los casos, los testimonios unilaterales de los departamentos gubernamentales y las empresas estadounidenses, aplicando muchos términos vagos como “según informaciones” o “creen las partes interesadas”. La lógica del informe aprovecha el “doble estándar” que Estados Unidos suele usar al tratar los asuntos internacionales. Las cifras también son dudosas. Con estos “argumentos”, la Casa Blanca ha desatado la mayor guerra comercial en la historia económica.