BEIJING, 13 oct (Xinhua) — Los viscerales ataques de Washington a China parecen haber llegado al más álgido punto a través de la diatriba del vicepresidente Mike Pence la semana pasada contra el país asiático.
En su discurso del 4 de octubre en la Instituto Hudson, un centro de expertos en Washington, Pence no sólo repitió trilladas acusaciones tal como el comercio injusto y el robo de tecnología, sino que fue más allá y acusó a China de ser ingrata con la ayuda histórica que Estados Unidos le brindó y también habló de la intromisión del país asiático en las elecciones estadounidenses.
El abordaje del tema y la amplia campaña de difamación contra China indican que algunos formuladores de políticas en Washington están sufriendo un severo ataque de sinofobia y se victimiza a si mismo. Las acusaciones son tan espurias y absurdas que no se pueden confrontar con los hechos.
Existen al menos cinco grandes falacias en el discurso de Pence sobre China. Primero, el absurdo reclamo de que Estados Unidos «recontruyó» China en las últimas décadas.
El notable desarrollo de China es movilizado por el arduo trabajo de más de 1.300 millones de chinos y facilitado por la cooperación del tipo ganar-ganar con otros países del resto del mundo.
Segundo, la acusación de expansionismo es como tomar al blanco por negro. Lo que China ha estado haciendo es una justa defensa de sus intereses fundamentales y derechos legítimos, mientras que es Estados Unidos quien ha presionado a través de los asuntos de Taiwan, el Mar de China Meridional y muchas otras cuestiones, ignorando los derechos e intereses de otros países.
Tercero, Pence acusa a China de meterse en prácticas de comercio poco justas, pero de esta forma ignora la naturaleza del beneficio mutuo en los intercambios económicos bilaterales.
Mientras ayuda a darle un estímulo al desarrollo chino, el comercio China-EEUU ha ofrecido al país americano un vasto mercado, productos de calidad y asequibles para los ciudadanos estadounidenses e incentivos para potenciar la economía de EEUU.
En cuarto lugar, al cuestionar el compromiso de China con la reforma y apertura, el líder de EEUU hizo la vista gorda ante los incansables esfuerzos de Beijing por profundizar el proceso, ampliar el acceso a los mercados y reducir los niveles arancelarios. China ha prometido que los cambios en el entorno externo no alterarán su propio plan y ritmo de reforma.
Por último pero no menos importante, la afirmación de que China ejerce influencia sobre Estados Unidos e interfiere en sus elecciones es mera ilusión. Comprar espacios de publicidad en los periódicos estadounidenses es una práctica legítima y común, y los grandes medios de comunicación internacionales han declarado que Pence no tiene evidencia frente a esta acusación.
En un país que predica constantemente la libertad de prensa, la afirmación suena a intento de impedir que el público de Estados Unidos sepa más sobre la verdad acerca de las fricciones comerciales entre su país y China.
Aunque Pence pidió una relación basada en la justicia, la reciprocidad y el respeto por la soberanía, su discurso amerita lo contrario.
Muchos han señalado detrás de la reciente ventaja de Estados Unidos contra China es su renuencia a aceptar el rápido desarrollo de China y la correspondiente remodelación del panorama internacional.
Como dijo el ex secretario de Estado de Estados Unidos, Colin Powell, Washington «está ocupado…tomando a China como enemigo» y «pensando demasiado en conflicto en lugar de mejorar las relaciones diplomáticas».
Los lazos entre ambos países representan una de las relaciones bilaterales más importantes del mundo. En cuanto a China, ha defendido consistentemente la construcción de relaciones estables, duraderas y sanas con Estados Unidos, basadas en el mutuo respeto, la no confrontación ni conflicto y la cooperación del tipo ganar-ganar.
Por parte de Estados Unidos, Washington está disperso en un espectro extremadamente amplio. Su postura cada vez más dura hacia China ha puesto a los lazos bilaterales en una encrucijada 39 años después de que establecieran relaciones diplomáticas.
Para el beneficio de ambos lados y del mundo entero, Estados Unidos ahora deben dejar de jugar a pedir limosna y devolverle la cordura y la responsabilidad a su política en relación a China.