Las cojeras de la política china en África

In Análisis, Política exterior by PSTBS12378sxedeOPCH

La presencia china en África sigue sumando impulsos que son objeto de escrupuloso examen por parte de sus más directos competidores estratégicos. Abundando en los mensajes y principios tradicionales al uso, la gira del primer ministro Li Keqiang (Etiopía, Nigeria, Angola y Kenia) ha elevado la apuesta por la cooperación económica con propuestas ambiciosas que tanto podrían contribuir a resolver déficits sustanciales del continente como a dar salida a los excesos estructurales de capacidad que subsisten en algunos sectores de la economía china. El ferrocarril de alta velocidad y la propuesta de unir con él a todas las capitales africanas sintetiza este doble propósito.

 

¿Es constructiva y ejemplar la cooperación sino-africana? No se puede negar que China es en gran medida responsable del cierto auge que viven las economías del continente, con un crecimiento económico superior al 5% anual en los últimos diez años. Según un informe del FMI, la cooperación entre China y África ha contribuido a más del 20% del desarrollo de este continente. Más de 2.500 empresas chinas están implantadas en África. El comercio, la inversión y los proyectos explican que China se haya convertido en el mayor socio de la región, lo que ha despertado el interés de Japón, Europa y EEUU (Washington acogerá en agosto una cumbre con África), tras años de marginación por su postrada situación. De hecho, la gira de Li casi se solapa con la visita de Kerry y de Fumio Kishida, el ministro de exteriores de Japón.

 

Los problemas de China en África, que también afectan a su imagen global, se relacionan directamente con la falta de respeto por parte de sus empresas de las leyes locales, la deficiente calidad de algunos de sus proyectos, la precariedad que acompaña su modelo laboral o el desprecio del medio ambiente. Estos fenómenos fundamentan la crítica de “prácticas coloniales” que China rechaza de plano y que define como situaciones “aisladas”. No obstante, el hecho de que buena parte de las inversiones se centren en actividades mineras y energéticas facilita las tensiones y consecuentemente la multiplicación de huelgas en exigencia de una mayor justicia laboral y/o salarial (de Chad a Níger) que se suman a los conflictos relacionados con la competencia comercial (Kenia).

 

El contenido de este viaje de Li Keqiang puede representar, no obstante, un punto de inflexión, apuntando, primero, al reconocimiento de ciertas malas prácticas, y, segundo, a la apuesta por formas más modernas de asistencia y cooperación. El propio primer ministro chino reconoció la existencia de problemas antes de iniciar su viaje aunque advirtiendo sobre el error de generalizar. Al mismo tiempo, debe señalarse que la percepción de esta cooperación es diferente según se interprete desde Occidente o desde la propia África

 

Pero es incuestionable que la falta de valor añadido en gran parte de las operaciones realizadas hasta ahora dificulta un desarrollo económico de calidad, por eso se requiere poner el acento en una nueva fase que tanto debe mitigar la extrema dependencia de las materias primas como urgir una nueva actitud de los inversores chinos y de la acción del gobierno en materia de ayuda (Li prometió destinar a África más de la mitad de la total presupuestada por su gobierno).

 

Li Keqiang aseguró, por activa y por pasiva, que China nunca emprenderá una vía colonial en África y que los problemas surgidos en la relación bilateral obedecen a una “crisis de crecimiento”. Bien es verdad que muchas de las prácticas empresariales chinas en el continente africano, aunque lesivas, no obedecen a una actitud que pudiéramos calificar de colonial strictu sensu sino que reproducen allí lo que esas mismas empresas, en buena medida públicas, vienen haciendo desde hace años en la propia China, donde frecuentemente pueden ignorar igualmente los derechos de sus trabajadores o las consecuencias ambientales de sus actos. Pero se coge antes a un mentiroso que a un cojo, dice el refrán…. China debe demostrar que la asunción de conceptos como la responsabilidad social, respeto al medio ambiente o inclusión de la mano de obra local, con implicación en formación, transferencia de tecnología, etc., no se queda en la retórica y deviene en una verdadera inserción en el tejido social y en las economías locales.

 

En sus intervenciones, el primer ministro chino reivindicó ese hilo conductor común del pasado colonial para rechazar cualquier coqueteo en tal sentido. Por eso, se esforzó por aclarar los “malentendidos” y transmitir nuevas percepciones a sabiendas de que no es poco lo que está en juego en el continente (si bien representa el 5% de su comercio global y un 3% de su IED, le provee el 20% de las necesidades de petróleo). La diversificación de los contenidos de la relación es un elemento clave para ese nuevo enfoque como también la necesidad de prestar atención no solo a las relaciones con los poderes locales sino también a las demandas de la población y a las expresiones de la sociedad civil, protagonistas de nuevas aspiraciones sociales que no debiera ignorar aun cuando los gobiernos locales las desprecien. Es un salvoconducto para el futuro. Desde la educación a la lucha contra la pobreza o el intercambio cultural son rubros que debieran ganar en importancia. Ello no quiere decir abandono de las infraestructuras o el ferrocarril –que recibió un gran impulso en este viaje- sino añadido de aderezos y no superficiales.

 

Li Keqiang mostró que China no es insensible a las críticas a su política en África. Ahora, ajustándola, tendría que demostrar que Beijing no se va a comportar en el continente como un poder tradicional.