El cacofónico discurso que los analistas enarbolaron en 2008 sobre temas políticos e ideológicos ha sido sustituido en esta ocasión por un estentóreo saludo a los voluminosos acuerdos empresariales entre China y el país europeo, que cubren la aviación civil, la energía atómica, la tecnología espacial y la protección del medio ambiente.
El presidente chino, Hu Jintao, llegó a Francia este jueves.
El cacofónico discurso que los analistas enarbolaron en 2008 sobre temas políticos e ideológicos ha sido sustituido en esta ocasión por un estentóreo saludo a los voluminosos acuerdos empresariales entre China y el país europeo, que cubren la aviación civil, la energía atómica, la tecnología espacial y la protección del medio ambiente.
En comparación con las recientes fricciones que China encaró en Asia Oriental, cualquier diferencia con Francia dista de tener bases estratégicas, lo cual se repite en el ámbito de la Unión Europea (UE) en su totalidad.
Partiendo de tradicionales prejuicios sobre la trayectoria ideológica que China eligió, algunos países europeos optaron por ponerse de parte del Dalai Lama, otorgar el Premio de Nobel de la Paz Nobel a un disidente chino y sacar a relucir el tema de los derechos humanos en el momento inapropiado.
No es preciso dedicar demasiados esfuerzos para que los países europeos desarrollen una fluida relación con China para beneficio de todos.
Pero es preciso que partan de la premisa de cierto respeto al derecho de China a elegir su propia trayectoria.
Si bien los diferendos comerciales entre las partes se han incrementado en años recientes, éste ha sido el resultado del incremento en los lazos comerciales.
Sin embargo, nada que ver con la confrontación que enfrentó a China y Francia hace dos años, pues las economías de la UE y China se han entrelazado más profundamente, y las rencillas previas no han hecho más que consolidar la comprensión mutua.
Los europeos deben tratar a China con mente abierta, entendiendo que el pueblo chino tiene un sistema de vida y valores distinto, lo que para nada significa que China procure derrocar los valores europeos tradicionales.
Este intercambio es una extensión de la libertad a escala mundial.
Los europeos deben demostrar su confianza para competir con las economías emergentes.
El declive de las antiguas civilizaciones se produjo a menudo cuando éstas cerraron sus puertas por temor a la competencia foránea. Los europeos no deben repetir los errores que la antigua China experimentó en su trayectoria de desarrollo.
Ello no implica que los franceses deban renunciar a sus principios cuando reajustan su política hacia China.
Los demás europeos podrían aprender de los franceses a no imponer sus sistemas de valores a los demás y deberían entender que no será fácil que los chinos cambien sus valores y que más fácil resultará que cada cual acepte las diferencias del otro.
El pueblo chino ha demostrado por largo tiempo un respeto sincero hacia la civilización europea, incluyendo su literatura, filosofía y artes.
Pero Europa debe también estar clara en que la civilización china tiene su propia vitalidad, y que se resistirá a cualquier tentativa de cambio forzado.
Los que decidan mantener una buena relación con China comprenderán que han tomado una sabia decisión a largo plazo, pues las civilizaciones más duraderas son a menudo las que respetan y dan la bienvenida a las diferencias, no las que intentaron unificar al mundo o cerrar sus puertas.(Pueblo en Línea)
05/11/2010