Tras haber anunciado Corea del Norte el desarrollo de una bomba H, China mostró, primero, su oposición a la prueba y, segundo, su sorpresa por no haber sido informada con antelación. Desde la primera prueba nuclear llevada a cabo por Pyongyang en 2006, la posición china ha evolucionado cada vez más hacia el distanciamiento de su aliado y, sobre todo, desde la llegada de Xi Jinping.
El movimiento es sumamente desafortunado y constituye un golpe al proceso de desnuclearización de la península, dijeron las autoridades chinas al funcionario de más alto nivel de la embajada norcoreana en Beijing, añadiendo que tal comportamiento contraviene el desarrollo normal de las relaciones entre China y Corea del Norte.
En los últimos meses se había producido cierto deshielo en relaciones intercoreanas. La reanudación de los encuentros de familias separadas por la guerra coreana (1950-1953), acordada en agosto, alejaba la sombra del retorno a las hostilidades en la zona desmilitarizada, donde varios soldados surcoreanos habían sufrido lesiones al estallar minas terrestres. La falta de acuerdo respecto a la reanudación de las visitas al centro turístico del Monte Kumgang (donde falleció una turista surcoreana en 2008 por disparos de un soldado norcoreano) hizo encallar los hipotéticos progresos.
No obstante, el principal destinatario de la prueba nuclear no es Corea del Sur sino EEUU. La clave que a la postre puede desbloquear el contencioso es la reanudación del diálogo directo entre Washington y Pyongyang y no parece fácil a pesar de los cambios auspiciados por Obama, por ejemplo, en relación a otro viejo enemigo, Irán. De hecho, China deja entrever la responsabilidad de la Casa Blanca en el actual estado de cosas. El deterioro de la seguridad regional vendría a ser una razón añadida para argumentar la idoneidad de su estrategia de Pivot to Asia para contener a Beijing. Tras la prueba, los viceministros de Corea del Sur, Japón y EEUU se reunieron para concertar medidas de respuesta.
Las veladas críticas de China a Corea de Norte y su insatisfacción con el comportamiento del díscolo vecino no equivalen a una identificación con las posiciones occidentales. Tampoco a una hipotética neutralidad. China teme los riesgos derivados de una emergencia nuclear en Corea del Norte, pero parece haber perdido capacidad de influencia en su aliado y las relaciones son frías. La combinación de firmeza en la condena con la continuidad del apoyo (petróleo y cereales) para evitar el hundimiento del régimen le sitúa en una posición incómoda pero de difícil desencaje.
A China le convendrían dos cosas. Primero, rebajar el tono y evitar una espiral de nuevas medidas unilaterales que agraven la tensión. China quiere cero sorpresas en su entorno próximo y no lo tiene fácil por las crecientes disputas en los mares contiguos, con Japón, Vietnam o Filipinas, sobre todo. Necesita calma para que sus proyectos en el orden económico-comercial (el BAII, la ruta marítima de la Seda, etc.) se afiancen sin distracciones. Segundo, el encauzamiento de este marco y el sosiego vendrían de la mano de la reanudación del diálogo hexagonal (las dos Coreas, Japón, Rusia, EEUU y China) que se inició en 2003 y quedó paralizado en diciembre de 2008. Corea del Norte se retiró de él unos meses más tarde.
La combinación de osadía norcoreana, impotencia china y desinterés interesado estadounidense augura nuevas y futuras crisis.