BEIJING, 18 oct (Xinhua) — Las relaciones entre China y Estados Unidos se encuentran actualmente en una encrucijada. La reciente sucesión implacable e infundada de retórica antichina por parte de los líderes estadounidenses ha revelado un Washington empeñado en arrastrar a Beijing hacia un enfrentamiento a gran escala.
El mundo está preocupado. Dada la profunda importancia de su relación, lo que está en juego va mucho más allá de China y EEUU. Por el bien de los 7.000 millones de personas que viven en el planeta, chinos y estadounidenses incluidos, ambos países deben ahora asumir sus responsabilidades y tomar decisiones responsables.
La sistémica campaña de desprestigio llevada a cabo últimamente por EEUU contra China, que alcanzó su punto álgido, hasta el momento, la semana pasada con el discurso del vicepresidente estadounidense, Mike Pence, en el Hudson Institute, un grupo de expertos con sede en Washington, es algo muy poco común desde que ambos países establecieran relaciones diplomáticas hace 39 años.
Con nuevas cargas y acusaciones, el ataque ha conseguido un espectro inusualmente amplio, alcanzando también una gran ferocidad. Desde reclamar un crédito indebido por el desarrollo de China, hasta acusar a Beijing de interferir en las elecciones estadounidenses, Washington verdaderamente ha dado rienda suelta a su máquina de rumores en esta ocasión.
Sin embargo, a su vez también resulta familiar. Al igual que otras rondas previas de descalificación contra China, las últimas provocaciones apestan a mentalidad de Guerra Fría y a arrogancia al estilo de EEUU. Las acusaciones, salidas de la nada, llaman al blanco, negro, y no se sostienen.
Para empezar, la épica transformación de China de un país pobre y débil a uno próspero y fuerte se ha visto impulsada principalmente por el trabajador pueblo chino, y se ha beneficiado de la cooperación de ganar-ganar de China con el resto del mundo, pero de ninguna manera es resultado de la caridad o de los regalos de otro país.
En el frente de política exterior, China se ha mantenido inquebrantable en el camino del desarrollo pacífico y de la construcción de una comunidad con futuro compartido para la humanidad, y se ha ganado el reconocimiento y el apoyo de todo el mundo. No importa cómo EEUU siga demonizando a China, nunca podrá cambiar el hecho de que el círculo de amigos de Beijing se ha seguido expandiendo.
Las tensiones actuales en las relaciones bilaterales no fueron generadas por China. Es Estados Unidos quien desató primero la corriente guerra comercial entre las dos principales economías del mundo; China sólo se vio forzada a tomar las medidas adecuadas para defender sus intereses legítimos y el régimen de comercio internacional basado en normas en común.
En cuanto a la acusación de injerencia en las elecciones, es absurda. Como todos saben, la política exterior china se basa en la no intromisión en los asuntos internos de otros países. El cargo es tan absurdo que incluso los medios de comunicación occidentales no lo compran.
Irónicamente, está muy claro qué país está obsesionado con infringir la soberanía e interferir en los asuntos internos de otros países. El intento de Washington de etiquetar a otros países bajo esta denominación sólo lo convierte en el hazmerreír.
Entonces, lo disparatado de esas mentiras hace que uno se pregunte sobre los verdaderos motivos de EEUU. Muchos creen que la Casa Blanca tiene múltiples estimaciones a corto plazo. Pero a un nivel más profundo, la última descarga marcó un arrebato concentrado de la sinofobia de Estados Unidos. Eso es lo que ha puesto al mundo al borde de un ataque de nervios.
En el momento crítico, la relación bilateral más fuerte del planeta necesita una nueva orientación estratégica. Enfrentar a China en todos los frentes no solo es poco realista, sino también perjudicial para los propios intereses de Estados Unidos y del mundo entero.
El próximo año marcará el 40º aniversario de los lazos diplomáticos entre Beijing y Washington. La historia ha demostrado que la cooperación es la única opción correcta para estos dos pesos pesados.
China ha dejado clara su postura. Está comprometida a desarrollar relaciones saludables, estables y a largo plazo con Estados Unidos, que a su vez no presenten conflictos, confrontaciones y se basen en el respeto mutuo y la cooperación del tipo ganar-ganar. El presidente chino, Xi Jinping, ha dicho que hay «mil razones para hacer que la relación China-EEUU funcione, y no hay razón para quebrarla».
En cuanto a Washington, ya es hora de que detenga su campaña de calumnias contra China, que abandone su anticuada mentalidad de confrontación y que trabaje con Beijing para encaminar su relación hacia un buen sendero lo antes posible. Fin