Nuevo look para las relaciones China-América Latina

In Análisis, Política exterior by PSTBS12378sxedeOPCH

La próxima gira del presidente chino Xi Jinping por Trinidad y Tobago, Costa Rica y México (además de EEUU), es una nueva evidencia del interés de China por construir una relación más intensa con la región latinoamericana. Solo unas semanas le precedió el vicepresidente Li Yuanchao, con visitas a Argentina y Venezuela. Xi ya visitó México en 2009. Y Costa Rica, su único aliado diplomático en América central, ya fuera visitado por su antecesor, Hu Jintao, en 2008. También le precede la  visita a China del presidente Mújica, de Uruguay. Peña Nieto (México) y Ollanta Humala (Perú) visitaron China en abril pasado.

Hasta la visita de junio de 2012 del ex primer ministro Wen Jiabao, la relación entre China y América Latina se había conducido por cauces prioritaria y esencialmente económicos, registrando un avance espectacular en este ámbito en razón de una complementariedad general reconocida por ambos aunque también con asperezas cuando la relación no descansa en la comercialización de materias primas. El déficit comercial de América Latina con China se disparó el año pasado, pasando de 150 millones de dólares en 2011 a 6.588 millones en 2012. El volumen comercial creció un 8,1 por ciento para situarse en 261.200 millones de dólares y en 2013 podría rondar los 300.000 millones de dólares. Las expectativas comerciales en áreas como la energía, el turismo, las infraestructuras, telecomunicaciones, etc., ganan progresivamente en relevancia. China es el segundo socio de la región y uno de los principales inversores, vínculos que podrían reforzarse en los próximos años.

Partiendo de esa realidad, el objetivo acariciado por China radica en incrementar la confianza e influencia política en la región en su conjunto y, en este caso, prestando una especial atención al área de Centroamérica y Caribe. Cabe señalar que los países de América Latina que más han incrementado las exportaciones a China son Nicaragua, Guatemala y Honduras. Se trata de una circunstancia muy peculiar porque todos ellos son aliados diplomáticos de Taiwán. En Taipéi, el gobierno ha debido dar explicaciones en el parlamento sobre los movimientos de acercamiento de aquellas capitales a China continental. Por otra parte, la anunciada implicación china (de Hong Kong) en la construcción de un Canal Interoceánico como vía alternativa al de Panamá desde una Nicaragua con la que no tiene relaciones diplomáticas levanta algunas suspicacias.

Pero no parece que la intensificación de los vínculos económicos, siempre deseada por China, discurra en paralelo al propósito de presionar a favor de un cambio de las alianzas. Pudo ocurrir así en otro tiempo, pero no ahora, cuando las relaciones a través del Estrecho de Taiwán asientan, entre otros, en una tregua diplomática asentida por ambas partes. Aunque a nadie escapa que de producirse marejada en aquellas relaciones, el notabilísimo incremento de la influencia de China continental en la región podría tener efectos devastadores para Taipéi.

 

Por el contrario, más que de abrir frentes de conflicto con Taiwán, el valor estratégico de esta ofensiva diplomática de China continental en toda la región reside en la posibilidad de arbitrar nuevas bases para una cooperación bilateral que hasta ahora ha discurrido por los cauces de una complementariedad, rica, pero de escaso valor añadido. La voluntad política parece existir a ambos lados. Sería ahora el momento de encarar el salto hacia una mayor integralidad, como sugiere el informe anual (2012-2013) del Instituto de América Latina de la Academia de Ciencias Sociales (CASS, siglas en inglés), dado a conocer recientemente, pero para ello, la región deberá fortalecer sus capacidades de negociación a riesgo de salir perdiendo en la ecuación.

El empeño de China tiene dos valores añadidos. De una parte, viene a reconocer que América Latina es una pieza clave de ese mecanismo alternativo que explora las posibilidades de una cooperación Sur-Sur a diferentes niveles y con calidades disímiles y probablemente a la carta, pero con el denominador común del compromiso con el afloramiento del orden mundial alternativo al conocido de la posguerra fría. De otra, China necesita asegurar las posiciones logradas y proteger sus intereses en la región de forma que las relaciones no sufran con las alternancias, especialmente cuando afectan a los socios más relevantes. Diversificar y pluralizar los contenidos de las relaciones trascendiendo el entendimiento con gobiernos “amigos” parece siempre aconsejable si se trata de afianzar vínculos duraderos, equilibrando las hipotéticas consecuencias de unos resultados electorales a menudo inciertos con el desarrollo de una diplomacia pública que tienda puentes con la sociedad y sus actores más dinámicos y representativos.