Obama en Asia: parcos resultados en China

In Análisis, Política exterior by PSTBS12378sxedeOPCH

La primera gira asiática de Barack Obama estuvo muy focalizada en China, visitando Shangai y Pekín del 15 al 18 de noviembre de 2009. El comunicado conjunto del 17 de noviembre constituye una mera declaración de buenas intenciones para mejorarlas relaciones. La agenda inicial de Obama incluía cuestiones y propuestas para reconducir los efectos de la crisis económica (la paridad dólar-yuan, el doble déficit fiscal y comercial estadounidense o las acusaciones mutuas de proteccionismo comercial. También para colaborar y hacer frente a los grandes desafíos globales, como el cambio climático y la proliferación nuclear (Irán y Corea del Norte). Sin embargo, la cumbre entre Obama y Hu Jintao ha dejado, más allá de los buenos gestos y las declaraciones oficiales, la cruda sensación de una falta de resultados concretos para las pretensiones estadounidenses. Siguen existiendo unas perspectivas o unos intereses distintos a la hora de afrontar los temas más conflictivos, sean políticos o económicos. Obama finalizó su larga y densa visita de cuatro días a China, muy fatigado y con la sensación agridulce de que, a pesar de sus propuestas de entendimiento, poco o nada efectivo había logrado de los mandatarios chinos. ¿Estaba reflexionando Obama sobre ello mientras paseaba por la Gran Muralla antes de tomar el avión hacia Corea del Sur?

 

Aunque Obama y Hu Jintao se muestran pragmáticos, ambas personalidades pueden chocar debido a las distintas características de los valores de civilización o tradición histórica, occidental y confuciana, de los países que representan y especialmente por el carácter, básicamente democrático o autoritario, de sus respectivos regímenes políticos. Este viaje habrá significado para Obama un master acelerado para conocer y aprender a relacionarse y negociar con los chinos. A pesar de los excelentes expertos que le asesoran, Obama ha podido comprobar personalmente “in situ”, el carácter sutil de las palabras y “los silencios” de Hu Jintao y de su primer ministro Wen Jiabao. El “poder inteligente” anunciado por la secretaria de Estado Hillary Clinton para desarrollar la diplomacia de EEUU necesitará mucho más que “la inteligencia emocional” que Obama domina muy bien en los diversos escenarios. En China las relaciones de toda índole se basan en las relaciones de confianza que solo se logran con el paso del tiempo. Estas relaciones de confianza  no se han aún asentado entre ambos países y solo se alcanzarán cuando exista una coincidencia de  intereses.

 

Obama pretendió agradar a los chinos con el mensaje conciliador de que los EEUU no pretendían contener “el ascenso” chino. Al contrario, afirmó que una próspera China podía ser una factor positivo para la comunidad internacional. Y quiso reconocer a China el status de una gran potencia que está a punto de convertirse, superando a Japón, en la segunda economía mundial. Incluso invitó a compartir con los EEUU las responsabilidades mundiales para favorecer la paz y la estabilidad mundial. Wen Jiabao

       

respondió a Obama que China no quiere decidir con EEUU los asuntos globales que cree deben ser conducidos en el marco multilateral de las NNUU. Asimismo, cuando EEUU insistió en una apreciación  del yuan respecto al dólar que ayude a reequilibrar el déficit de la balanza comercial bilateral, los chinos contestaron con una leve sonrisa o un gran silencio, actitudes que en China significan una respuesta negativa. Y cuando Obama pidió una mayor apertura del mercado chino a los productos estadounidenses, se le respondió exigiendo que EEUU exporte sus productos de alta tecnología, alto harto peligroso teniendo en cuenta la insuficiente protección de los derechos de la propiedad industrial e intelectual por parte de las autoridades chinas. También hubo acusaciones recíprocas de proteccionismo comercial. Washington ha incrementado recientemente los aranceles a neumáticos y tuberías de acero de fabricación china. La respuesta no se hizo esperar con denuncias chinas contra las exportaciones estadounidenses de componentes del sector automóvil.

 

De todas maneras cabe decir que estamos ante una nueva era de las relaciones bilaterales. Ambas economías son cada vez más interdependientes. Obama y Hu Jintao, en su encuentro del G20 en Londres, acordaron elevar el nivel de las consultas con la celebración del “Diálogo Estratégico y Económico EEUU-China”, celebrado el 27 y 28 de julio de 2009 en Washington. Un diálogo complicado entre dos potencias que necesitan colaborar pero también compiten y mantendrán conflictos de diversa índole en los mercados mundiales.

 

Una encuesta del 16 de noviembre realizada por la CNN/Opinión Research Corp. indicaba que el 71% de los estadounidenses consideran a China como una amenaza comercial y un 51% una amenaza militar para los EEUU. Estos datos demuestran que las grandes barreras que dificultan las relaciones bilaterales es el gran desconocimiento mutuo. Las barreras existentes, más que económicas o comerciales, son principalmente culturales. Creo que los chinos conocen más  a EEUU que viceversa. Uno de los logros positivos de la última cumbre fue el impulso de un plan para favorecer los intercambios de estudiantes. EEUU se plantea enviar 100.000 estudiantes a China en los próximos 4 años. Hoy hay 600.000 estudiantes chinos en EEUU pero solamente unos 20.000 estadounidenses en China. Ambas partes deben conocerse más y mejor.

 

En el ámbito político, Hillary Clinton ya avanzó en su primer viaje a Pekín en febrero que las discusiones sobre la situación de los Derechos Humanos en China (Tibet, Xinjiang, disidentes políticos, etc.) no podían bloquear las relaciones bilaterales. No las bloquean pero sí las enrarecen. Obama no recibió al Dalai Lama en su última visita a EEUU. Prefirió demorarla para más adelante y no provocar las iras de sus acreedores chinos, muy susceptibles en todo lo relacionado con el conflicto tibetano. Obama reconoció que “el Tibet es parte de la República Popular de China” pero exhortó a Pekín a renovar el diálogo con el Dalai Lama. Esta recomendación  molesta a los chinos por considerarla una inaceptable intromisión en sus asuntos internos chinos.

 

Merece destacar que Obama dio el 18 de noviembre una conferencia en el Museo de Ciencia y Tecnología de Shanghai ante una audiencia de unos 500 estudiantes chinos previamente  seleccionados por las autoridades. Resaltó los esfuerzos y los éxitos del país para sacar de la pobreza, y solo en unas décadas, a millones de chinos. Pero tras reconocer, con razón, que “los diferentes países tienen diferentes tradiciones” resaltó que “las libertades de expresión y de culto y el acceso a la información son, en su opinión, derechos universales” y “deberían ser accesibles a todos, incluso a las minorías étnicas y religiosas, ya sea en EEUU, en China, o en otros lugares”. También afirmó que siempre había sido favorable a Internet y a la ausencia de censura. Sin embargo, las palabras de Obama apenas tuvieron eco en el país. Solo fue retransmitido por una cadena local de Shanghai. Las cadenas de televisión estatal e incluso el canal CCTV-9 en inglés y la prensa escrita solo reprodujeron aquellos párrafos de la intervención de Obama en los que reconocia los logros chinos. Pero le censuraron en cambio sus referencias sobre los Derechos Humanos. Y las websites que las reprodujeron fueron oficialmente censuradas el mismo día.

 

Tampoco se alcanzaron logros o avances significativos en otros temas políticos, claves en la agenda de Obama, como el Cambio Climático o el control de la proliferación nuclear como en los casos de Irán y Corea del Norte.

 

EEUU y China no cerraron un acuerdo definitivo sobre la reducción de gases para paliar el efecto invernadero. China es ya el mayor contaminador mundial con el 20,7% de las emisiones globales. Seguido de EEUU con el 15,5%. En la Cumbre de Copenhague sobre el cambio Climático que se inicia el 7 de diciembre no se podrá aprobar un nuevo tratado internacional que pueda sustituir a los Protocolos de Kyoto. Obama se encuentra atado por un Congreso de los EEUU muy reticente a aprobar una legislación medioambiental más restrictiva y China no dará un decisivo paso adelante si los EEUU no asumen efectivamente sus responsabilidades internacionales.

 

EEUU y China manifestaron en su comunicado conjunto su preocupación por los últimos acontecimientos concernientes a la cuestión nuclear iraní. Reiteraron su llamamiento a Teherán para que se comprometa de manera constructiva con el grupo de los 5+1 y  a cooperar plenamente con la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA). Otra declaración de intenciones que no aporta nada nuevo a la situación actual. Y lo mismo se puede decir sobre la cuestión norcoreana. Se urge a Corea del Norte a volver a la negociación multilateral en el marco del Grupo de los 6, tras romperlas unilateralmente en abril. A principios de octubre, Pyongyang, presionado por China, anunció su disposición a retornar a la mesa de negociaciones pero exige previamente un diálogo y un acuerdo directo con los EEUU y espera el 8 de diciembre al enviado estadounidense Stephen Boswort. Pyongyang volverá a pedir a Washington unas contraprestaciones políticas y económicas a cambio de aceptar una completa desnuclearización. Una historia “déjà vue”. Mientras tanto, el Norte recibe el apoyo financiero de Pekín que hace caso omiso a las resoluciones sancionadoras aprobadas por el Consejo de Seguridad de las NNUU, tras el ensayo nuclear norcoreano del 25 de mayo.

 

No se puede calificar como un fracaso para Obama su reciente visita a China. Pero los resultados fueron parcos. Toda negociación o acuerdo con Pekín requiere “su tiempo” algo que por tradición los chinos manejan muy bien. EEUU y China, dos países con sistemas políticos distintos, están ante “una larga marcha” con un camino lleno de incertidumbres que solo con el tiempo se irán diluyendo.