El sermón de Cameron en África es otro ejemplo de cómo los países occidentales intentan denigrar los logros de China. (Por Liang Xiaoning)
Durante la primera visita a África del primer ministro británico, David Cameron, que se vio abreviada ante el escándalo por espionaje telefónico en casa, el estadista no olvidó hacer un aparte en su apretada agenda para dar una clase de democracia occidental y libre comercio en Nigeria. Su advertencia a los africanos no pudo ser más clara: No copien el modelo de desarrollo de China, que es un capitalismo autoritario; sólo una sociedad libre puede traer estabilidad y desarrollo a África.
Es decir, que el sistema occidental es la única opción para los países africanos.
Es común que los líderes occidentales prediquen sobre los “males” de China en sus visitas a África. El sermón de Cameron fue el segundo en un mes, tras la previa arenga en una conferencia similar a cargo de la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, hace dos semanas. Ambos se mostraban impacientes por desacreditar el modelo de desarrollo de China.
En mi opinión, el enfoque occidental, que reside en “menospreciar a otros para elevarse”, no sólo es perjudicial para sus esfuerzos diplomáticos con África, sino que también expone su envidia por las florecientes relaciones entre China y África.
¿Es acaso el enfoque occidental el único válido para medir los méritos o fallas de un modelo de desarrollo? La respuesta es no. Diversas condiciones nacionales y la diversidad cultural determinan que no exista un único sistema social o modelo único de desarrollo. Las condiciones reales de una nación deben ser el punto de partida para implantar cualquier modelo de desarrollo y sus resultados serán la única medida de su viabilidad.
Occidente, ahíto de orgullo y perjuicio, gusta de propugnar su modelo como norma, en detrimento de cualquier otro esquema de desarrollo. Este enfoque encarna su pensamiento hegemónico y autoritario, que es realmente contrario a la esencia de la democracia.
¿Es el modelo occidental realmente tan perfecto? Más allá de los resultados lamentables causados por la puesta en práctica del ajuste occidental al sistema político y la economía de África en los años 80 y 90, o el desastre humanitario a que ha conducido el bombardeo encabezado por la OTAN en Libia hoy, bastará echar un vistazo a los escándalos que estallan en los países occidentales para verificar sus máculas.
Las crisis financieras, de la deuda soberana y los escándalos de espionaje telefónico exponen al sol los males y defectos del sistema occidental, y reflejan la avaricia y los aviesos intereses de los gigantes financieros y medios informativos, que proclaman sustentar sus acciones en la libertad y la democracia.
Occidente no esté capacitado para enseñar lecciones a los países en vías de desarrollo. La riqueza enorme que acumularon los estados occidentales después de la Revolución Industrial se basó en la explotación de sus colonias. Sus verdaderas intenciones al promover su sistema político y modelo de desarrollo no es permitir que los habitantes de los países en vías de desarrollo vivan vidas más plenas. Su objetivo real es hacer de esas naciones sus eternos vasallos.
¿Pueden otras naciones aprender lecciones de la experiencia de desarrollo de China? Podemos contestar con confianza que “sí”. China se ha convertido en uno de los países de más acelerado crecimiento, con una mejora fenomenal en la calidad de vida de la población, como resultado de 30 años de desarrollo. Y la historia de su desarrollo apenas comienza. Hay una historia espléndida que deberá revelarse en los próximos años.
Esto es por supuesto, en gran parte, resultado del camino de desarrollo elegido por China y del sistema socialista con características chinas. Incluso el propio Cameron tuvo que admitir que el despegue de China “señala otro camino a la prosperidad”. No importa qué actitud adopte Occidente hacia China, el desarrollo del país tiene, y continuará teniendo, un efecto positivo para el mundo.
Al atacar las relaciones entre China y África, Occidente revela su falta de confianza en sí mismo. Menosprecian deliberadamente a China delante de los africanos como forma de salvaguardar su control y monopolio sobre África en los campos intelectual, político, económico, cultural, a la vez que sofocan la autoconciencia y sentido autóctono del desarrollo de los africanos.
En este sentido, Cameron, que invitó a los africanos “a salir de la sombra del colonialismo” ha continuado promoviendo el “capitalismo autoritario” occidental.
China alberga esperanzas de que los africanos encuentren su propia trayectoria de desarrollo, acorde a sus propias condiciones prácticas, y de buen grado comparte sus experiencias con los países africanos.
China nunca impondrá su modelo a África. El futuro de ese continente descansa en las manos de los africanos, que es exactamente lo que Occidente no quiere que suceda. (Pueblo en Línea)
29/07/2011
El autor es un experto en estudios africanos.