Tras más de 30 años de esfuerzos denodados, China disfruta hoy de mejores condiciones materiales y, en consecuencia, ejerce un mayor grado de influencia. Pero el país, nuevo líder en la economía global, no se duerme en los laureles de la recién adquirida prominencia, como tampoco se vale de su poderío económico para amenazar a otros, especialmente, a los pequeños y débiles.
(Por Li Hong, en Renmin Ribao).
Las enseñanzas de Confucio han arraigado en nuevas generaciones de chinos, inculcándoles la discreción y la modestia, dos virtudes ajenas a las poses de perdonavidas. De ellas deriva la enseñanza de que la paz es lo más precioso.
Solamente cuando China se vea agredida por las potencias más ricas y poderosas, o por sus peones y lacayos, se verá forzada a utilizar sus influencias y responder en condición, hasta que el agresor sienta el dolor.
Las acusaciones de algunos de que China se está convirtiendo en “una superpotencia económica delincuente, poco dispuesta a respetar las reglas establecidas” no sólo son absurdas, sino también aviesas. Que la acusación provenga de un experto de Estados Unidos — un país que ha dado origen y le ha sacado el máximo de provecho a la infame política exterior de la “zanahoria y el garrote”-, suena a sarcasmo en muchos oídos.
Sin precondiciones, China ha otorgado numerosas ayudas a través de los años, según sus posibilidades financieras, a los países más pobres del Tercer Mundo, sobre todo en África. Queda más que claro que China no se pliega a las reglas occidentales, que catalogan a los gobiernos según argumentos políticos. Pero gracias a las ayudas de China y sus inversiones, han mejorado las condiciones de vida de decenas de millones de personas.
A cambio, China ha ganado más amigos, a pesar de que estos siguen siendo relativamente pobres aún hoy. A los ojos de esa gente, el ascenso de China no implica que el país se convierta en “delincuente”.
El profesor Paul Krugman publicó un artículo esta semana en el diario The New York Times, con el título de “Raro y absurdo”, abordando el caso de la supuesta restricción de China a sus ventas de minerales de tierras raras a Japón, como consecuencia del arresto el mes pasado del capitán de un pesquero chino por guardacostas niponas, en aguas territoriales de China. Japón sólo liberó al capitán después de que la tensión llegara a su punto de ebullición, propinando un golpe potencialmente demoledor a las relaciones bilaterales, incluyendo el comercio.
El Sr. Krugman le dio un tirón de orejas a los diseñadores de políticas de EEUU por no haber hecho nada “mientras un régimen poco confiable se hacía con el dominio de materiales clave”. No contento con lo dicho, agregó que el diferendo entre Beijing y Tokio mostró a “un peligroso Gobierno chino presto a desenfundar las armas de una guerra económica a la más leve provocación”. Las acusaciones se pasaron de rosca.
Al final, el laureado Nobel indicó que las “potencias económicas importantes, concientes de lo que tienen en juego en el sistema internacional, suelen pensarlo dos veces antes de acudir al recurso de la guerra económica, incluso frente a una grave provocación.” Eso suena demasiado autosuficiente.
Sólo mencionaré el comentario en línea de un lector estadounidense, quien se granjeó la aprobación mayoritaria de los internautas participantes. “¡Ja!.. como si nosotros no hubiéramos emprendido una guerra económica contra una pequeña isla al sur de la Florida, que no es ninguna amenaza (a los Estados Unidos)…” este comentarista lo dijo todo.
¿Y no fue acaso el muy “confiable” régimen en Washington el que inventó la “doctrina Monroe”, como instrumento apropiado para someter a los ingobernables, declarados tales según las reglas del juego? ¿No se estremecen los pequeños e impotentes en el mundo después de ver cómo se cambian violentamente los regímenes, de Yugoslavia a Irak?
¿Es preciso mencionar la guerra económica lanzada por Estados Unidos? ¿Además de Cuba, cuántos países permanecen incólumes ante los embates de los embargos comerciales “omnipotentes” del tío Sam y su lista negra financiera? Aún pasados más de 20 años desde 1989, EEUU sigue rechazando levantar el abarcador embargo tecnológico contra China. ¿Quién está a punto de desatar una guerra monetaria global, cuya inminencia preocupa ya a tantos? Apuesto a que Beijing intentará por todos los medios mantener estable su moneda, para bien del mundo, aunque el dólar siga en picada.
China debe continuar exportando los minerales de tierras raras, que son cruciales para la producción de muchos productos modernos, incluyendo coches más ecológicos que no dañen el medio ambiente. Pero si alguien elige la vía de la confrontación, tratando de poner a China contra la pared, debe saber que el país estará presto a salir de la encerrona. Y para ello acudirá a cuanta influencia tenga a mano. (Pueblo en línea)
22/10/2010