Tiempo de expansión en la OCS

In Análisis, Política exterior by PSTBS12378sxedeOPCH

La Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) celebra sus primeros tres lustros de existencia. Y lo hace a lo grande. En la víspera de la cumbre que celebran en Tashkent (Uzbekistán), se presentó en Beijing el Libro Amarillo de la OCS, en el cual se asegura que en los próximos diez años las relaciones internacionales experimentarán cambios significativos y la OCS debe estar preparada para ampliar su influencia. En dicho contexto, una primera medida será la ampliación del número de miembros efectivos pasando de los seis iniciales (Rusia, China, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán) a ocho (sumando a India y Pakistán), ganando dimensión euroasiática. Partiendo de los cinco integrantes del “Grupo de Shanghai” (1995), la actual OCS ofrece una armazón que distingue además entre observadores y socios de diálogo, sumando casi una veintena de países.

En su día, no fue ajeno a su formación el propósito de poner coto al expansionismo de la OTAN en Asia Central. De hecho, en 2005, estos países reclamaron a EEUU un calendario de retirada de las bases establecidas en la zona tras la intervención en Afganistán. La cooperación en materia de seguridad marcó su origen, en especial en el combate a las que llaman “las tres fuerzas malignas” (terrorismo, separatismo y extremismo). La coordinación en inteligencia, la celebración de ejercicios antiterroristas con regularidad o la lucha contra el ciberterrorismo siguen formando parte sustancial de su agenda. Para China se trata sin duda de un mecanismo clave para encarar la violencia que acompaña el conflicto uigur en la alejada Xinjiang y, en general, la amenaza islamista radical con dos focos importantes, Afganistán y Pakistán.

Muy alejada de cualquier propósito similar al de la OTAN, a la que se asoció de forma inmediata, la OCS surgió como un foro para resolver también de forma negociada las diferencias fronterizas.

La necesidad de estabilidad es un imperativo para que los proyectos de corredores económicos y el diseño de redes de transporte asociadas a la nueva Ruta de la Seda puedan discurrir sin sobresaltos. Aunque la seguridad antiterrorista sigue desempeñando un papel sustancial para China y los demás socios, los intercambios comerciales, la coordinación energética, la armonización financiera y la integración económica son  aspectos clave de la nueva OCS. Sus ambiciones se han diversificado ganando en intensidad y amplitud estratégica y sus dos pilares (seguridad y economía) parecen sólidamente asentados.

La reducción de la brecha de desarrollo entre los diferentes países, a día de hoy considerable, exige en el orden económico una agenda de largo plazo y singular impacto. La implementación de los corredores de tránsito Europa Occidental-Oeste de China y Uzbekistán-Turkmenistán-Irán-Omán aseguran un impulso sostenido a las infraestructuras para mejorar la interconectividad regional y China, un referente clave en momentos en que persiste la desaceleración global, desempeña un papel de primer orden en la cooperación económica.

Paso a paso, la OCS va configurando un nuevo modelo de cooperación regional caracterizado por la hibridez: economía y seguridad se entrelazan junto a una creciente intensidad estratégica con vistas a influir cada vez más en el orden global. La clave de su funcionamiento radica en el entendimiento ruso-chino y en el acoplamiento de sus grandes proyectos estratégicos: la Ruta de la Seda y la Unión Económica Euroasiática con el instrumento suplementario del BAII (Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras), reforzado con la creación del Fondo de Desarrollo y el Banco de Desarrollo de la OCS, que complementarán el Consorcio Interbancario de la OCS y el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS.

La reforma que lidera la OCS en su décimo quinto aniversario es la más importante desde su fundación. La expansión en curso reafirma su voluntad de confirmarse como un actor estratégico decisivo en el presente siglo y figura en cabeza de los acrónimos que China lidera para limitar la hegemonía estadounidense y abrir paso a un escenario multipolar a nivel global.