Con duros retos de transición ante sí y concienzudos ajustes a sus espaldas, China se ha convertido en uno de los líderes del libre comercio global y en un símbolo de la globalización, 15 años después de su acceso a la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Con duros retos de transición ante sí y concienzudos ajustes a sus espaldas, China se ha convertido en uno de los líderes del libre comercio global y en un símbolo de la globalización, 15 años después de su acceso a la Organización Mundial del Comercio (OMC).
China, sin duda un ganador de la globalización, ha atravesado todo el proceso con costes y dolor. Pero todo ello ha beneficiado al país y al mundo, y su inexpugnable integración en el sistema global ha demostrado que esos momentos dolorosos valieron la pena.
De todos los catalizadores del éxito de China, la apertura siempre es el primero. El histórico acceso de la nación al mayor bloque comercial del mundo ha constituido un matrimonio perfecto entre el país asiático y la cadena de valor global, en un momento en el que pujantes empresas chinas empiezan a ser globales y las firmas internacionales están en la cresta de la ola de sus ambiciones hacia el tentador mercado chino.
Más destacable es la disposición de China a bailar con los lobos alimentados por el sistema del libre comercio global. En lugar de meter la cabeza en la tierra como las avestruces, China ha respondido desde el principio a los desafíos con decididas reformas para erigir una economía de mercado a toda costa, en lugar de sofocar su desorientación inicial con un proteccionismo venenoso.
El éxito de China después de su entrada en la OMC ha demostrado que, frente a otros recursos, el vigor aportado por una mentalidad inclusiva y flexible ganará en la carrera del libre comercio mundial.
Durante todos estos años los líderes políticos y empresariales del país asiático se han ido acostumbrando cada vez más a actuar dentro de la legalidad y el marco empresarial internacionales, lo que supone un marcado contraste con el intenso proteccionismo y conservadurismo político de sus homólogos en los países desarrollados de Occidente, que una vez fueron los máximos defensores y beneficiarios del libre comercio global.
Más irritantes son algunas avariciosas maniobras de varias economías en concreto que buscan aprovecharse de los alarmantes «cisnes negros» contra la globalización para sus propios intereses.
Un ejemplo de ello son las declaraciones de Japón y sus aliados occidentales, todos miembros principales de la OMC, con las que rompen sus compromisos morales y legales con la organización al rechazar el reconocimiento del «estatus de economía de mercado» de China, aunque este domingo el país ha cambiado automáticamente a ese estatus bajo las reglas de la OMC.
Sin embargo, este rechazo nunca podrá borrar la dedicación china al libre comercio mundial durante 15 años, ni debilitará su decisión de continuar persiguiendo la conectividad global mediante medidas como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, la Iniciativa «la Franja y la Ruta» y el Area de Libre Comercio de Asia-Pacífico.
Los tejemanejes proteccionistas de Occidente con el pretexto de defender el bienestar público son solo un intento de encubrir su renuencia a perder el monopolio de la elaboración de las normas, uno de los principales culpables de que el defectuoso sistema global actual sea preferible para esa próspera minoría.
Es altamente aconsejable para todos los socios del comercio mundial que renuncien a la mentalidad de suma cero y trabajen con China para la cooperación de beneficio mutuo a fin de lograr una robusta recuperación global.