Esta semana se ha celebrado la tan esperada cumbre, iniciada el miércoles 27 de febrero en Hanoi, entre el presidente de Estados Unidos (EEUU), Donald Trump, y el líder de Corea del Norte (República Popular Democrática de Corea, RPDC), Kim Jong-un. Sin embargo, ésta ha terminado abruptamente el jueves, sin llegar a ningún tipo de acuerdo ni conseguir nada más allá de lo obtenido en la cumbre de Singapur del 12 junio de 2018, la cual fue una mera declaración de buenas intenciones. A pesar de ello, y simplemente por el hecho de celebrarse, la primera cumbre en si misma ya se consideró como un éxito, pero en esta segunda ocasión el objetivo era dar algún paso más en el proceso para solucionar el conflicto nuclear con Corea del Norte.
Después de un inicio cordial y lleno de buenas palabras, se ha dado una falta de entendimiento en el proceso a seguir para avanzar en las negociaciones sobre la desnuclearización de Corea del Norte, sosteniendo ambos países versiones contradictorias. Según Trump, el fracaso se ha debido a que la RPDC exigió, a cambio de desmantelar su centro nuclear de Yongbyon, el levantamiento de todas las sanciones internacionales impuestas contra el régimen, algo a lo que Estados Unidos no estaba dispuesto a aceptar. Por otro lado, Ri Yong Ho, ministro de exteriores de Corea del Norte, convocó una conferencia deseoso de aclarar las cosas y afirmó que sólo reclamaba un levantamiento parcial de las sanciones y que su requerimiento mantenía una clara secuencia con el levantamiento de las cinco últimas resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que afectaban a la población civil y que, a cambio, ofrecería las instalaciones de producción nuclear de Yongbyon. Además afirmó que su propuesta era la mayor medida para la desnuclearización que se podría tomar en este estadio en relación con el nivel de confianza actual entre la RPDC y los EEUU. Como resultado, se consolidó la ruptura de las conversaciones sin llegar a la firma de ningún tipo de acuerdo.
El problema, según algunos expertos, puede haber surgido a partir de la diferencia existente en cada una de las partes respecto al concepto “levantamiento de sanciones”. Para Corea del Norte, según palabras de Ri, “el desmantelamiento de Yongbyon” se refiere al reactor de gas-grafito de 5 megavatios y a las salas de centrífugas para el enriquecimiento de uranio. El reactor de agua ligera experimental y el reactor IRT de investigación presumiblemente permanecerían, además de otros lugares del complejo en el que existen alrededor de 300 construcciones más. Lo que esto representa respecto al total del programa nuclear de Corea del Norte, no es más que una fracción de lo que representa, en términos de presión al país, el levantamiento de las últimas cinco sanciones del Consejo de Seguridad de la la ONU impuestas entre 2016 y 2017 a causa de sus ensayos balísticos y nucleares. Por parte de Corea del Norte, la oferta realizada es claramente asimétrica ya que, con muy poco esfuerzo, obtendría un gran alivio económico que le permitiría abrir su economía y seguir con su política de desarrollo paralelo.
El presidente Trump ha indicado que nunca tiene miedo a salirse de unas negociaciones, ya que prefiere eso a un mal acuerdo. Además afirmó que las puertas no están cerradas a futuras conversaciones y que se conseguirá llegar hasta el final. La ruptura del diálogo ha supuesto un revés a los esfuerzos diplomáticos entre EEUU y la RPDC, así como para los países próximos involucrados en el proceso, especialmente China y Corea del Sur. El presidente de este último país, Moon Jae-in, ha llevado a cabo un gran ejercicio de mediación en busca de la reconciliación, cooperación económica y distensión militar entre las dos Coreas en este último año, y ha sido el principal impulsor y valedor del actual proceso diplomático.. Por otro lado, Beijing, a lo largo de las décadas, desde la guerra de Corea en los años 1950-1953, ha sido el único aliado de Pyongyang y ha realizado un gran trabajo diplomático como mediador entre ambos países con el objetivo de abrir y mantener el diálogo y poner fin al conflicto nuclear para conseguir la estabilidad regional.
Estas últimas sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tras los lanzamientos a lo largo de los años 2016 y 2017 de diversos misiles balísticos, algunos de largo alcance que podrían llegar a los EEUU y la realización de varias pruebas nucleares, incluyendo una bomba de hidrógeno, estaban consiguiendo su objetivo de dañar a Corea del Norte ya que le impiden su desarrollo económico, fundamento de la política Byungjin de desarrollo económico paralelo al desarrollo militar. Además, el cumplimiento con dicha política legitimaría al líder de Corea del Norte ante su pueblo, al haberse comprometido a implementar su promesa de desarrollo. Por ello no era ningún secreto que Corea del Norte buscaba como algo primordial en el proceso negociador el levantamiento de dichas sanciones, además de construir la confianza y mejorar las relaciones EEUU-RPDC.
Ciertamente, algo así era de esperar ya que el conflicto de Corea del Norte lleva siete décadas sin poderse resolver, y se han llevado a cabo múltiples intentos que se hicieron muy intensos a partir del año 2003, cuando China, en un ejercicio de mediación diplomática sin descanso, consiguió lanzar las Conversaciones a Seis Bandas, entre EEUU, Corea del Norte, Corea del Sur, Rusia, Japón y China, dedicadas ad hoc a solventar el problema nuclear. A pesar de las dificultades por el comportamiento errático de Pyongyang, se logró la firma de varios acuerdos entre las partes pero que, finalmente se quedaron en el aire tras abandonar definitivamente Corea del Norte la mesa de negociaciones en el año 2009.
China considera que el conflicto es entre EEUU y la RPDC, aunque se ha visto altamente involucrada por su proximidad a Corea del Norte tanto regional como ideológica, por lo que ha llevado a cabo un intenso papel mediador y negociador entre las partes poniendo como fin la estabilidad regional, necesaria para la paz y el desarrollo económico. Ante la nueva situación generada por la ruptura de las negociaciones entre los dos países, China posiblemente considere que necesita de nuevo volver como mediador a intentar reabrir el diálogo entre las partes para conseguir algún punto común de coincidencia y de comprensión del problema. El conflicto nuclear con Corea del Norte no es algo simple y plano, sino que tiene muchos aspectos y niveles involucrados y hay que abordarlo en un planteamiento holístico. No es necesario avanzar a base de cumbres del más alto rango entre Donald Trump y Kim Jong-un ya que, cualquier problema desemboca en un fracaso ante el cual no hay ningún estamento superior al que poder recurrir para solucionarlo. Es importante que las conversaciones necesiten previamente de reuniones entre distintos grupos de equipos expertos que puedan ir solventando los escollos fundamentales. Una vez se consiga tener allanado una parte del camino, sería el momento para intentar una nueva cumbre entre Donald Trump y Kim Jong-un para lograr firmar un pequeño acuerdo, pero no antes, con el fin de evitar un nuevo fracaso a vista de todos los países y que pueda llevar a que Pyongyang definitivamente abandone de nuevo las negociaciones, retome su clásica actitud errática y vuelva al desarrollo nuclear para seguir fortaleciéndose dentro del tablero de ajedrez mundial y mantener activa su capacidad de disuasión para proteger su seguridad.
China, gracias a su conocimiento de Corea del Norte y de sus dilemas de seguridad, debido a haber sido su aliado a lo largo de tantas décadas, puede ejercer de nuevo un importante papel mediador en el conflicto. Aunque tiene claro que el proceso a desarrollar ha de ser paso a paso y a largo tiempo, haciendo concesiones ambas partes para ir poco a poco construyendo la confianza y haciendo desaparecer el dilema de seguridad de Corea del Norte. Como mediador, y por su adherencia al principio de no interferencia en los asuntos internos de otros países, podrá ejercer su papel para favorecer que los dos países en conflicto puedan encontrar ese punto común desde el cual retomar las negociaciones y volver a empezar donde lo dejaron. El proceso con Corea del Norte no se puede pretender que desemboque en la desnuclearización completa, verificable e irreversible (CVID por sus siglas en inglés) abogada por los EEUU, sino que sea llevado a cabo de una manera paulatina, concesión por concesión, aspecto en el que están de acuerdo tanto China como Corea del Sur, y sin fecha exacta de finalización.
La celebración de esta cumbre Trump-Kim sin haber cincelado con antelación ningún acuerdo se puede considerar como un error diplomático significativo por parte de la administración Trump. Sin embargo, el proceso no se ha colapsado completamente, sino que parece existir todavía un camino abierto a nuevas reuniones donde, debido a sus propios intereses, podrán ejercer un papel mediador tanto China como Corea del Sur. Es importante a través del diálogo, crear un marco de trabajo para la implantación de un proceso por fases a largo plazo, un levantamiento de sanciones paulatino a cambio de una disminución cuantitativa y cualitativa del programa nuclear de Corea del Norte que genere un aumento de confianza entre las partes para conseguir una disminución en el dilema de seguridad de Pyongyang. El no menos realista Henry Kissinger ya resaltó el fallo básico en cualquier búsqueda de la seguridad absoluta: «El deseo de seguridad absoluta para un poder significa la inseguridad absoluta para el otro». Ha quedado ya muy claro que las armas nucleares son el abrigo de disuasión que posee Corea del Norte y del cual no está dispuesto a desprenderse, a no ser que se den unas circunstancias de completa seguridad algo, como hemos visto, difícil de alcanzar.