Tres pájaros de un tiro

In Análisis, Política exterior by PSTBS12378sxedeOPCH

¿Es China la razón última del caso Chang Song-thaek? Pese a suscribir una alianza de facto, las relaciones entre China y Corea del Norte no acostumbran a ser fáciles. Xi Jinping lo significó claramente en la edición del Foro Boao de este año, en abril,  al decir que “ningún país tenía derecho alguno a poner en peligro a los demás por intereses egoístas”, a modo de reprimenda de los previos gestos belicistas de Corea del Norte, incluyendo el lanzamiento de un cohete, la tercera prueba nuclear y el anuncio de la invalidación del armisticio con Corea del Sur en un contexto también marcado por la reiteración de ejercicios militares a instancias de Seúl y Washington. Beijing secundó entonces en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas un nuevo paquete de sanciones al régimen norcoreano, asumiendo gestos que indicaban una nueva actitud, valiosa aunque matizada, como la cancelación de alguna cuenta norcoreana relacionada con el programa nuclear o el endurecimiento de las restricciones respecto al suministro de materiales susceptibles de uso en la producción de armas nucleares.

Cabe reconocer que a lo largo de este último año, China adoptó una posición más incisiva respecto a Corea del Norte, en buena medida como consecuencia de la necesidad de sosegar esa espiral de multiplicación de las tensiones que amenazan la agudización de la pugna por el liderazgo regional. Recuérdese que en mayo último visitó Beijing Choe Ryong Hae, el  primer alto funcionario militar norcoreano desde diciembre de 2011. Posteriormente se celebró un diálogo estratégico entre ambos países. A Corea del Norte viajaron el vicepresidente Li Yuanchao y Liu Qibao, miembros del Buró Político del PCCh. En paralelo, más voces en China pedían un acercamiento a las tesis estadounidenses ante lo que consideran una reiterada “ingratitud” de Pyongyang, a quien por otra parte sostiene económicamente a través del suministro energético y alimentario.

Cabe interpretar la caída de Chang como un signo inequívoco del reforzamiento de la autoridad de Kim Jong-un, con el que pretende demostrar, primero, su control de las principales estructuras del poder interno, prescindiendo sin complejos ni condescendencias de los valedores que en su día pudieron haberle apoyado en su ascenso y consolidación; segundo, una muestra de independencia respecto a China, y por una doble vía, rechazando seguir su camino de reformas y eliminando a quien dentro del régimen pretendía erigirse como el principal contemporizador con sus intereses.

En efecto, Chang se había convertido en un reconocido valedor de las tesis chinas en el país. Beijing llevaba años tratando de desarrollarlas, especialmente tras la visita del ex primer ministro Wen Jiabao en 2009, en vida de Kim Jong-il, con importantes proyectos en cartera que en gran medida permanecen atascados desde entonces. Chang era un interlocutor privilegiado para China, país que visitó en agosto de 2012, y simpatizaba con el propósito de alentar una reforma económica similar a la aplicada en el gigante asiático capaz de sentar las bases de una nueva estabilidad. En aquella visita, se renovaron y proyectaron acuerdos económicos de gran alcance ligados al desarrollo de infraestructuras, mineros y la cooperación en materia de zonas económicas especiales. Precisamente, en el pliego de cargos filtrado por Pyongyang, Chang fue acusado, entre otros, de venta de los recursos del país a bajo precio, lo que constituye una clara alusión a China. Y entre las imputaciones que fundamentarían la “traición” se incluye el intento de controlar los temas económicos, jurídicos y de seguridad, y de formar su propia facción rival dentro del gobernante Partido de los Trabajadores.

Los intereses que comparten China y Corea del Norte son muy poderosos y nada hace presagiar que este incidente vaya a generar grandes retrocesos en las relaciones bilaterales. Sin embargo, este golpe de autoridad de Kim Jong-un es una clara advertencia contra la tentación de interferir por parte de terceros y obligará a ambas partes a estar vigilantes. Para el líder norcoreano sería un suicidio agrietar las relaciones con China y esta siempre dará prioridad a la estabilidad frente a cualquier otro interés. No obstante, la desaparición de Chang exige a China la construcción de una relación más directa con Kim, que probablemente no será fácil. El actual vacío es notorio.

La caída de Chang, por otra parte, puede revelar no solo un conflicto en torno al modelo a seguir para asegurar el crecimiento y la mejora de la economía norcoreana, sino sobre todo en orden a la priorización del desarrollo militar o económico en la agenda del país. La recuperación en su día del primer ministro Pak Pong-ju, cesado en 2007, había despertado las esperanzas de un cambio en tal sentido, pero la purga de Chang revelaría que la defensa seguirá liderando las prioridades del régimen.

En suma, se trata de una vuelta de tuerca que reafirma la independencia norcoreana con el riesgo añadido de que pueda derivar en una nueva demostración belicista que añada más tensión a la península y a la región, sacudida recientemente por la decisión china de establecer su propia ZIDA y un rearme japonés no menos preocupante.