Una decisión cero salomónica Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China

In Análisis, Política exterior by Xulio Ríos

“Todos los países del mundo deberían poder decidir determinar su propia política exterior libres de toda coerción”, decía el Secretario de Estado de EEUU al denunciar la presión ejercida por China contra Lituania, “un pequeño país”, por no tener en cuenta sus exigencias de respeto al principio de “una sola China” a propósito de Taiwán. Pero cuando las decisiones que adopta un “pequeño país” no se ajustan a sus intereses, entonces Washington aplica el libreto de la defensa del “orden internacional basado en (sus) reglas”. Es lo que está ocurriendo en las Islas Salomón desde hace tiempo.

Las Islas Salomón y China han firmado un acuerdo de seguridad pese a las fuertes presiones de la cercana Australia y de Estados Unidos para que lo rechazara. El coordinador de Asuntos Indo-Pacíficos del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Kurt Campbell, planea liderar una delegación de funcionarios estadounidenses a la nación del Pacífico Sur en los próximos días, según un comunicado de la Casa Blanca. Le acompañará Daniel Kritenbrink, secretario de Estado adjunto para el Pacífico y Asia oriental. En la agenda, entre otros, los planes para la creación de una embajada de EE.UU. en el país del Pacífico (ahora tiene un consulado) para contrarrestar la influencia de China, tal como reconoció el Secretario Antony Blinken en febrero. Es más que probable que el viaje de Campbell contemple la implementación  tanto tácticas blandas como duras en un intento de socavar la cooperación de seguridad entre China y las Islas Salomón.

Ya a principios de abril, a la desesperada, el ministro australiano de Desarrollo Internacional y del Pacífico, Zed Seselja, realizó un inusual viaje a mitad de la campaña electoral a las Islas Salomón, donde pidió públicamente a los dirigentes del país del Pacífico que «consideraran» no firmar el acuerdo de seguridad.

El argumento es que el acuerdo contempla el despliegue de fuerzas de seguridad de China en caso de disturbios internos o que facilitaría la instalación de una base naval. Sin embargo, el primer ministro de las Islas Salomón, Manasseh Sogavare, afirmó que el pacto no permitiría a China construir una base militar y que cualquier presencia de la policía china, que especialmente se relaciona con sus proyectos en las islas, debe efectuarse a petición de Honiara y reivindicó con firmeza el derecho de su país a una política exterior independiente. A EEUU, que dispone de una amplia presencia militar en múltiples países de Asia, le preocupa que deje la puerta abierta al envío ocasional de fuerzas militares chinas a estas islas. Un precedente “preocupante”, dijo Ned Price, portavoz del Departamento de Estado.

China e Islas Salomón reiteran que el acuerdo no está dirigido contra nadie y que EEUU, Japón, Nueva Zelanda o Australia, todos ellos involucrados en la dinamización de asociaciones de seguridad claramente dirigidas contra China, deben respetar las decisiones soberanas de terceros. Una vez más, la seguridad se erige aquí en la excusa para incrementar el control y asegurar la impenetrabilidad de la creciente influencia china en una región tradicionalmente bajo su dominio.

En noviembre último, cuando la gestación del acuerdo de seguridad se adentraba en su última fase, surgieron violentas protestas y disturbios al estallar las tensiones por cuestiones económicas, que llevaban mucho tiempo enquistadas, pero también la disputa sobre la política exterior fue uno de los varios problemas que se plantearon. Las denuncias sobre una “interferencia extranjera” que animaba una “revolución de color” en el archipiélago estaban al orden del día. El primer ministro Manasseh Sogavare, acusó a ciertos políticos de incitar a los disturbios, y dijo que no se rendiría ante los alborotadores y nunca renunciaría bajo presión. China condenó la violencia y expresó su apoyo al Gobierno, proporcionó varios lotes de asistencia material policial y envió un equipo asesor policial temporal para ayudar a la policía local a fortalecer el desarrollo de sus capacidades en este orden. Australia, por cierto, mandó tropas para garantizar el orden, más de 1.500 soldados.

Cabe recordar que las Islas Salomón fueron un aliado diplomático de la República de China, nombre oficial de Taiwán, durante casi 40 años, desde 1983, antes de que ambos cortaran sus relaciones diplomáticas en septiembre de 2019, después de que el primer ministro de las Islas Salomón, Manasseh Sogavare, anunciara que abandonaría a Taipéi en favor de Beijing.

El jefe de la provincia más poblada de las Islas Salomón declaró que el país probablemente volvería a establecer vínculos diplomáticos con Taiwán si el primer ministro era destituido de su cargo tras la votación de una moción de censura que tampoco prosperó. El primer ministro de Malaita, Daniel Suidani, declaró que las Islas Salomón deberían asociarse con Taiwán porque comparten valores democráticos y que  el cambio de aliado “se hizo sin consultar adecuadamente al público”. En 2020, el gobierno estadounidense prometió un paquete de ayuda de 25 millones de dólares a Malaita, en lo que se consideró un intento de recuperar influencia. También recibió equipos sanitarios de protección de Taiwán durante la pandemia de Covid-19.

Lógicamente, Taiwán se unió a Estados Unidos al expresar su «profunda preocupación» por el acuerdo de seguridad, alertando de que “pueda abrir la puerta a una base naval china en el Pacífico Sur”.

Las Islas Salomón tienen pleno derecho a la diversificación de la cooperación exterior y a elegir a sus socios de forma independiente. Con una población estimada en algo más de 600.000 personas, la resistencia de las Islas Salomón a las presiones de quienes se dicen defensores de un Indo-Pacífico “libre, abierto y resiliente”, constituye no solo una lección de dignidad sino sobre todo un reflejo más de las dificultades de Washington para seguir imponiendo su dictado hegemónico.