Las relaciones entre el Reino de España y la República Popular China han cumplido 45 años pero los vínculos históricos de ambas realidades político-territoriales se remontan a los contactos establecidos a través de la antigua Ruta Marítima de la Seda. Sin duda, este hecho estará muy presente durante la próxima visita a España del presidente Xi Jinping.
Contemporáneamente, la relación ha cobrado un creciente dinamismo que se ve reflejado tanto en la formalización de una Alianza Estratégica Integral de la que en 2020 se cumplirán tres lustros como en el incremento del volumen del comercio bilateral y de las inversiones y en la fluidez alcanzada por los intercambios culturales, sociales y educativos. Vistos los síntomas de cierto agotamiento del marco actual, la Iniciativa de la Franja y la Ruta que China impulsa desde 2013 traza un horizonte de redefinición de la relación bilateral.
La confianza política mutua se reveló como una constante que se ha consolidado entre ambas partes. Esta buena sintonía institucional no ha sufrido con la alternancia partidaria, fenómeno infrecuente en la política española dado el perfil usualmente asilvestrado del debate político.
La cristalización del “vínculo especial” desarrollado por España en relación a China se materializó con el establecimiento de aquella Alianza Estratégica Integral que se firmó en noviembre de 2005 durante la visita de Hu Jintao. España quedaba a la par que Francia, Italia, Alemania o Reino Unido (quienes la habían suscrito el año anterior), aunque el nivel de nuestros intercambios económicos era sensiblemente inferior al de nuestros socios. Cuando España formalizó con China esta relación pasaba a formar parte de un club de países elegidos. La decisión china de incluir a España en este club respondía a la buena sintonía política existente pese a que era el orden económico el que principalmente le aportaba sustancia en el caso de otros socios.
La relación económica y comercial
China es el principal socio comercial y económico de España en Asia, así como el primer destino de las exportaciones españolas en la región. China es también en la actualidad el mayor socio comercial de España fuera de la UE y España, el sexto mayor socio comercial de China dentro del bloque comunitario.
Las exportaciones españolas a China en 1971 no pasaban de los 39 millones de pesetas. Las importaciones en cambio representaban entonces 137 millones de pesetas, casi cuatro veces más. El déficit de la balanza comercial es un dato crónico que persiste hasta hoy día. En 2017 superó los 20.000 millones de euros. En conjunto, el volumen del comercio bilateral pasó de los 12 millones de dólares de hace 45 años a los más de 30.940 millones de dólares en 2017, un récord histórico.
A lo largo del periodo 2000-2009, China se convirtió en un socio comercial estratégico para España. No obstante, fue a partir de 2004 cuando las tasas de crecimiento del comercio bilateral se aceleraron visiblemente. Esta tendencia se paralizó en 2009 como consecuencia de la crisis económica. Con la excepción de tal año, el comercio entre España y China creció de forma continuada durante toda la década.
Aunque en 2010 ya se aventuraba la superación de algunos de los efectos de la crisis y el ritmo de crecimiento era muy positivo, no sería hasta 2014 cuando el valor del comercio bilateral alcanzaría los 25.000 millones de euros, superando las cifras previas. Las importaciones españolas constituían entonces alrededor de las cuatro quintas partes del conjunto del comercio mutuo.
Según los datos de las aduanas españolas, las exportaciones a China en 2017 experimentaron un incremento del 30,9 por ciento respecto a 2016, superando ampliamente el aumento de las exportaciones chinas a España y señalando una tendencia al equilibrio largamente ansiada. En paralelo, el desarrollo del turismo o de los intercambios culturales y educativos afianzaron unos cimientos más equilibrados de las relaciones bilaterales.
En 2017, España vendió a China por un importe de 7.976 millones de dólares consolidándose como la séptima potencia exportadora de la UE hacia China. El incremento fue del 28,3 por ciento respecto al año anterior, el mayor aumento desde 2010 y el tercer mayor incremento desde 1995. Ese ritmo de crecimiento, superior al de los países de nuestro entorno europeo (que fue del 16,85 por ciento), permite acortar distancias con nuestros principales socios continentales, de los que seguimos alejados en este aspecto.
Hoy cerca de 2/3 partes de toda la exportación española a China está compuesta de productos industriales y tecnología, entre los que destacan los equipos y componentes electrónicos e informáticos. No siempre fue así y la imagen es otra. Hasta no hace mucho tiempo, gran parte de las exportaciones españolas a China poseían un bajo nivel de valor añadido (pieles, productos minerales, metales o carnes, entre otros). En la actualidad, unas 15.000 empresas españolas exportan a China (cifra superior a la que pueden exhibir países como Alemania, Italia o Reino Unido, aunque ello debe relacionarse con la estructura de nuestro tejido empresarial) y unas 600 más están implantadas en dicho país en sectores como la energía, automoción, servicios financieros, tecnología industrial, agroalimentario y bienes de consumo.
Un dato novedoso importante son las cifras del turismo chino en España, que ha aumentado de forma muy notable en los últimos ejercicios, con incrementos anuales cercanos al 30 por ciento. En los últimos 20 años, el incremento anual del turismo chino fue superior al 17 por ciento y desde 2013 es el principal país del mundo emisor de turistas con una cifra que en 2016 alcanzó los 135 millones de viajeros. Pero de los turistas chinos que viajan al exterior solo el 0,5 por ciento elige España como destino. Hay por tanto un gran potencial de crecimiento.
Asimismo, los flujos de personas hoy circulan en ambos sentidos. Unos 200.000 chinos están afincados en las principales ciudades españolas. La comunidad china asentada en España se ha diversificado y sofisticado, constituyendo un poderoso agente de dinamización de las relaciones bilaterales, azuzada por una segunda generación que ha crecido y estudiado en territorio español y más integrada en la sociedad. Muchos de ellos son asesores e intermediarios y actúan como elementos de apoyo para el fomento de los vínculos entre ambos países. En paralelo, la afluencia de profesionales españoles a China en virtud de la crisis económica, también se ha convertido en un instrumento de gran importancia para reforzar los vínculos económicos entre los dos países.
En el plano de las inversiones, la llegada de grandes empresas chinas a España es un fenómeno reciente, pero ha ido creciendo a gran velocidad. A pesar de ello, España no se encuentra entre los principales destinos de la inversión china en el mundo. En la actualidad, son cerca de un centenar las empresas chinas que operan en España con grupos como China Construction Bank, Dalian Wanda Group, Fosun, Bright Food, que se han sumado en los últimos años a Huawei, ZTE, Lenovo, Haier, Cosco, Air China o ICBC. A los inversores chinos les interesa el conocimiento tecnológico en sectores ligados a la energía, o la experiencia en el sector inmobiliario y hotelero, agroalimentario o infraestructuras, especialmente las portuarias.
En cuanto a la inversión española en China, arrojaba un stock de 2.769 millones de euros en 2015, cifras que no reflejan del todo la realidad teniendo en cuenta que el Registro de Inversiones en el exterior no computa la reinversión de beneficios ni tampoco refleja el éxito de empresas como el caso de Inditex. La inversión española en China computada ha ido evolucionando a la baja con unos flujos de 548M€ en 2014, 247M€ en 2015, 125M€ en 2016 y 93M€ en 2017.
Las relaciones culturales y educativas
La decisión del Ministerio de Educación de China de incluir la enseñanza del idioma español en los cursos que se imparten en las escuelas de secundaria representa un salto cualitativo de gran importancia en la difusión de la lengua y cultura españolas. El español cuenta también en la evaluación para la prueba de acceso a la universidad, el gaokao. Este escenario abre una inmensa posibilidad de fomentar las relaciones educativas, correspondida con el creciente interés por el chino en España y generará una alta demanda de servicios, incluyendo profesores nativos, formación de profesores, consultoría educativa, desarrollo de materiales, etc.
El número de estudiantes de español en China supera los 40.000, con una oferta privada a cada paso más pujante y a la que se debe sumar la labor del Instituto Cervantes (González, 2013). Cada curso se abren nuevos departamentos de español en universidades chinas. El español es un valor en alza y cabe imaginar un periodo de promisoria expansión.
Por otra parte, en España funcionan ocho Institutos Confucio y nueve Aulas Confucio que contribuyen junto a las Escuelas Oficiales de Idiomas y otras instituciones a difundir el idioma chino. En 2012 se abrió en Madrid un Centro Cultural de China, uno de los primeros de su tipo en todo el mundo.
Es importante igualmente reivindicar nuestro importante capital histórico. El jesuita español Diego de Pantoja, por ejemplo, de cuya muerte se cumplen ahora 400 años, fue una figura pionera del intercambio cultural entre España y China, quien efectuó una valiosa y exhaustiva reflexión sobre la sociedad china de su tiempo, logrando una cabal comprensión de la enorme distancia que separaba a Oriente y Occidente en importantes aspectos. Pero sigue siendo un perfecto desconocido tanto en un país como en otro.
La Iniciativa de la Franja y la Ruta
El presidente Xi Jinping promueve desde 2013 el ambicioso proyecto de revitalización actualizada de las viejas rutas de la seda, tanto en su versión terrestre como marítima. En el marco de dicho proyecto, España, por su localización estratégica, la competitiva oferta de puertos y el desarrollo de infraestructuras terrestres como el Corredor Mediterráneo, puede acercar China a los principales centros de distribución y consumo de Europa con un ahorro de tiempo y costes. España puede afirmarse como un referente clave para conectar Asia y Europa con una oferta multimodal. El corredor Asia-Europa es el segundo del mundo y en los últimos años la creciente actividad de los puertos del Mediterráneo les ha permitido posicionarse por delante de sus principales competidores en la gestión de los millones de toneladas de mercancías que cada año se mueven en esta ruta.
El tren Yiwu-Madrid está en funcionamiento desde noviembre de 2014. Se trata del tren más largo del mundo (13.052 km). La línea Yiwu-Madrid ofrece un tercer nuevo método logístico entre el transporte marítimo y aéreo que resulta en muchas oportunidades comerciales para las empresas españolas. España tiene que hacer un esfuerzo por entender el proyecto como un tren China-Europa del que pueden hacer uso, sobre todo, las pymes. La evolución ha sido lenta desde el lado español pero segura y las autoridades aseguran estar sensibilizadas sobre la necesidad de apostar por él.
¿Una nueva era?
Las relaciones sino-hispanas atraviesan un momento de inflexión por la acusada evolución del contexto global en que se desarrollan. La implicación activa de España en la Iniciativa de la Franja y la Ruta debe ser un exponente principal de ese ejercicio de inflexión que requiere el nuevo tiempo de las relaciones bilaterales. El Ministerio de Asuntos Exteriores español publicó el documento «Una visión estratégica para España en Asia 2018-2022», en el cual resalta el interés por esta propuesta y anuncia una estrategia específica (recomendación 4). Por su inmenso poder simbólico pero igualmente por su atractivo material, la Ruta de la Seda ofrece esa bandera de enganche para un nuevo tiempo a condición de que una adecuada proporción de realismo y ambición permita aprovechar las oportunidades logísticas que ofrece.
Potenciar los vínculos económico-comerciales y enfatizar el diálogo cultural –un valor añadido que nos permite brillar con luz propia y que no debiéramos considerar de inferior nivel- son los dos ejes esenciales para que España se sume de modo activo a esta ruta internacional de intercambio. Participar de esta arteria logística implica sumarse de inicio a una gran transformación cultural y geoestratégica que prefigura la integración de Eurasia.