Una visita “floja” Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China

In Análisis, Política exterior by Xulio Ríos

El balance de la reciente visita a España del presidente Xi Jinping se antoja flojo. Cierto, ha habido declaración conjunta, memorandos, convenios, protocolos fiscales y de exportación, acuerdos empresariales, etc., y aún así, queda la sensación de que las relaciones no acaban de despegar del todo. La visita fue presentada como un reflejo de la cercanía de ambos países, como incentivo para impulsar más los vínculos bilaterales, pero no ha trascendido ninguna hoja de ruta para el futuro inmediato.

Los tópicos habituales a propósito del turismo, la cultura, la lengua, la educación, hasta la ciencia y, sobre todo, el “gran potencial”, no han faltado, lo cual da cuenta del amplio marco de la relación bilateral en el que convergen factores de diversa índole (económico, político, cultural, histórico, etc.). Tampoco las alusiones a principios compartidos como la defensa del sistema multilateral y contra el unilateralismo, el sistema de libre comercio y la condena del proteccionismo en lo económico, etc., pero sería osado afirmar que las relaciones se elevaron a un nuevo nivel. No ha habido un reforzamiento significativo de la asociación estratégica global, tal como cabría esperar en el marco de una visita que se demoró 13 años.

Mediáticamente, lo que ha resumido la visita es la mayor facilidad para exportar jamones enteros o uva de mesa. Y eso da idea de un relativo estancamiento que ojalá el  Consejo Asesor Empresarial España-China, creado en 2015 y reunido por primera vez tres años después, ayude a desperezar. A otro ritmo, necesariamente. Es difícil que los déficits de la relación comercial se puedan resolver solo con más jamón y vino. Convendría incidir para lograr un acuerdo que mejore sustancialmente los aspectos económicos de la relación.

Otro eje de la trascendencia pública de la visita fue la negativa de España a suscribir el memorando de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), dándose a entender que su rúbrica, efectuada ya por unos 90 países entre los cuales se incluyen algunos PECO y otros más en Europa, no resultaba oportuna en este momento.

Lo cierto es que con independencia o no de la firma, la realidad bilateral nos informa de la participación activa de España en el proyecto, tanto en su versión terrestre (con el tren Yiwu-Madrid) como marítima (con fuerte presencia china en los principales puertos españoles) como igualmente participando como miembro fundacional del BAII o explorando posibilidades de cooperación en terceros mercados, especialmente en América Latina, Oriente Medio y África donde los proyectos comunes, al parecer, funcionan bastante bien. Tanto dentro como fuera de esta iniciativa. Para China, la firma de España aportaría fiabilidad y pluralidad al proyecto y sería un gesto político de mutua confianza.

La actitud de la Moncloa sugiere que el Gobierno se vio en una encrucijada. De una parte, no quiere desairar a una China con quien mantiene una relación comercial ascendente aunque deficitaria en más del 70 por ciento. Por otra, quiere evitar que una hipotética mayor entente con China vaya en detrimento de las posibilidades de un mayor desempeño en la gestión de la UE tras el Brexit, avalado por una Alemania que también rechaza sumarse al proyecto chino y lidera la reivindicación de un enfoque más estricto de la UE sobre la inversión china en cuanto atañe a la protección de los sectores estratégicos.

China, España y la UE nunca defenderán los mismos valores en razón de sus diferencias ideológicas y de sistema político, cuestiones que van más allá incluso de la exigencia de respeto a los derechos humanos. Pero eso no impide reconocer que España pueda tener aliados y también amigos que no son aliados pero que pueden ser socios con modelos diferenciados de cooperación. Estos dos planos se pueden conjugar.

El espacio que en su caso abandone España no quedará vacío. Otros han firmado ya documentos semejantes (Portugal, en la misma gira) y otros lo harán (Italia). Se puede insistir en los riesgos o relativizarlos. En cualquier caso, lo que no queda claro es que China sea una prioridad de la política exterior española.