Vietnam se deja querer

In Análisis, Política exterior by PSTBS12378sxedeOPCH

A Vietnam y China les une la ideología pero les distancia la desconfianza estratégica. Ambos países están gobernados por partidos comunistas y aplican similares políticas de reforma y apertura. Esta circunstancia facilita que tanto las dinámicas de cooperación como las incertidumbres predominen en el orden bilateral.

La reciente visita oficial del presidente Obama a Vietnam (Clinton lo hizo en 2000 y Bush en 2006) se explica y enmarca en este contexto. En julio del año pasado, el presidente estadounidense recibió en la Casa Blanca al secretario de los comunistas vietnamitas, Nguyen Phu Trong, considerado equidistante con Washington y  Beijing, con quien no rechaza la posibilidad de un compromiso en el asunto que más incordia su entendimiento, las controversias en el Mar de China meridional. El antiguo primer ministro vietnamita, Nguyen Tan Dung, era más favorable a Washington pero tras diez años en el cargo ha perdido influencia.

En esta visita, Obama no perdió ocasión para denunciar el inaceptable “expansionismo chino” en las aguas en disputa que confronta con las legítimas demandas vietnamitas, ofreciendo a cambio el levantamiento del embargo sobre las ventas de armas que, por otra parte, mantiene respecto a China desde 1989. Vietnam, antaño férreo enemigo, tiene hoy en EEUU a su mayor socio comercial y al mayor importador de sus productos.

El tercero en discordia, la Rusia de Putin, también aspira a recuperar parte del terreno perdido ante su aliado de los tiempos soviéticos, cuando Hanoi se acercaba a Moscú para igualmente equilibrar la alargada sombra de su vecino. Aquella Rusia, con más de un millón de soldados apostados en la frontera con China, no movió un dedo cuando las tropas del Ejército Rojo infligieron severas pérdidas a Vietnam para obligarle a salir de Camboya. Son muchos quienes advierten de una situación similar a propósito de la implicación militar de EEUU en una posible crisis de idénticas proporciones.

La sintonía de Hanoi con Washington en el rechazo de las pretensiones marítimas chinas tiene consecuencias importantes que van más allá de la viabilidad de hipotéticas alianzas militares, facilitando la expansión de los proyectos comerciales estadounidenses en la zona. Esta circunstancia preocupa en una China que tiene en la economía el mascarón de proa de su proyección regional e internacional. Su propuesta de Ruta Marítima de la Seda y la creación de plataformas financieras ad hoc como fondos específicos o el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras se complementan con la demanda de una solución bilateral, tratada caso a caso, con los países involucrados, una perspectiva frágil a la vista de la asimetría de poder existente entre el gigante asiático y sus modestos vecinos.

Mientras, EEUU pesca en aguas revueltas para consolidar su estrategia de “regreso a Asia”. La doble tenaza –comercial y militar- auspiciada por Washington tiene sus proyecciones en Manila, Seúl, Tokio o Canberra, pero avanza en Hanoi y Nueva Delhi a otro pero sostenido ritmo.

Todo indica que Beijing va a plantar cara a esta estrategia. China no se amilana frente al “intrusismo” estadounidense en su periferia aunque debe tomar buena nota del incremento de la crispación en la zona y de la importancia que Estados Unidos concede a las diferencias con sus vecinos hasta el punto de transgredir las habituales exigencias de respeto a los valores universales o sus principios en el orden comercial. Mientras la Casa Blanca critica a China por sus violaciones de derechos humanos o unas prácticas económicas que representan una frontera infranqueable para sumarse al Acuerdo Transpacífico (TPP), Vietnam, con similares problemas, exhibe patente de corso en uno y otro asunto.

No obstante, ni está claro que el TPP pueda salir adelante (la propuesta china, la RCEP, Asociación Económica para la Integración Regional, podría quedar cerrada este año) ni tampoco que las capacidades militares del Pentágono puedan obviar los progresos logísticos de un Ejército chino que desde hace años viene prestando la máxima prioridad a esta contingencia operacional.

Sea como fuere, si la neutralidad de EEUU en estos contenciosos es cada día menos  creíble, tampoco el activismo chino en la zona contribuye a calmar las aguas. Es posible que logre ganar posiciones de facto sobre el terreno pero la falta de avances en propuestas políticas que puedan sumar complicidades para un arreglo pacífico le restará influencia y buena imagen, dos aditivos de gran valor para evitar la creciente ascendencia estadounidense  en la región.

El inminente fallo de la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya a instancias de Filipinas anticipa una resolución poco favorable para China. El G8-1 reunido en Japón abundó en el asunto. Ahora, el levantamiento del embargo de la venta de armas en Vietnam puede atizar la carrera de armamentos en la región y añadir más leña al fuego.