El Primer Ministro francés, Manuel Valls, ha cerrado un viaje de tres días a China (29 a 31 de enero) en el que ha visitado Tianjin, Beijing y Shanghai y se ha encontrado con las más altas personalidades del país: su Presidente Xi Jinping, el Primer Ministro, Li Keqiang y el Presidente del Comité Permanente de la Asamblea Nacional Popular, Zhang Dejiang.
La visita respondía a una invitación del Premier chino, Li Keqiang y suponía el broche final de la celebración del 50 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países (1964-2014).
Este 50 aniversario ha desplegado una intensa agenda de actividades (más de 800), tanto en China como en Francia, que han sido muy visibles a lo largo de todos estos meses y que han permitido continuar con el impulso que el Gobierno francés viene dando a la relación bilateral desde 2013, momento en el que se quiso cerrar la etapa de desentendimiento que se inicia en 2008.
En efecto, a partir de 2013, comenzando con un viaje a China del nuevo Presidente de la República, François Hollande, la totalidad del Gobierno francés se ha movilizado para desplegar una presencia constante en dicho país y promover, además, la visita de las más altas personalidades chinas a Francia, como fue el caso de la visita del Presidente Xi Jinping en marzo de 2014. En este sentido, hay que señalar que el esfuerzo francés para renovar el calor de esas relaciones está teniendo resultados y esta reciente visita del Primer Ministro Valls ha sido acogida con mucha cordialidad.
Era ese componente político el que figuraba como objetivo esencial del viaje, si bien este también ha tenido un componente económico, con representantes de cerca de 50 empresas viajando con el Primer Ministro. A pesar de ello, no se han registrado resultados concretos en forma de nuevos contratos, sino solo la visualización de la firma de 11 acuerdos de intenciones en ámbitos muy diversos. Esos acuerdos sí sirven, en todo caso, para ratificar los sectores en los que la cooperación sino-francesa es más intensa: nuclear, aeronáutica, automóvil, energía o medioambiente.
A pesar de esta falta de realizaciones prácticas en el campo económico-comercial, el Primer Ministro sí quiso manifestar a las claras el objetivo del Gobierno francés de caminar hacia un mayor equilibrio de su relación comercial (muy desfavorable para Francia que compra a China 2,5 veces más de lo que vende), así como su voluntad de atraer mayor volumen de capital y de inversiones chinas y un mayor número de estudiantes y turistas. Un dato que el Primer Ministro francés utilizó para animar a esta mayor inversión china en Francia fue el de que Francia es, por su parte, el país europeo que mayor volumen de empleo genera en China, con más de 550.000 personas trabajando en cerca de las 1.500 empresas francesas que operan en dicho país.
En conclusión, debe ser desde el punto de vista del fortalecimiento de las relaciones políticas como debe valorarse este viaje. Se hace obvio deducir que Francia ha tomado buena nota de los errores del pasado y, desde 2013, se está empeñando en corregir el rumbo de una relación declinante que requería, como principal medida correctora, de un diálogo político más intenso a todos los niveles y de un mayor contacto entre sus más altas personalidades.
En este sentido, la cordialidad con que se ha recibido al Primer Ministro francés en China parece mostrar que el objetivo buscado se está consiguiendo. El propio Li Keqiang realizó un elogió de la evolución de esta relación bilateral en estos últimos años que corrobora esta impresión.
Si bien es cierto que ello no asegura que Francia pueda conseguir ese otro objetivo de equilibrar su balanza comercial (que requerirá de muchos más esfuerzos), también lo es que el avanzar hacia ese objetivo es mucho más factible cuando las bases de la relación política con China están firmemente asentados. Y es por ese camino por el que Francia ha decidido encaminarse en estos últimos tres años.