Xi Jinping asistió por séptima vez consecutiva a una cumbre del G20, esta vez en Osaka, Japón. Como cabía esperar, el eje central de su presencia giró en torno a la defensa del multilateralismo frente al proteccionismo y las calificadas como “prácticas de hostigamiento” en alusión a las múltiples medidas adoptadas por la Administración Trump en los últimos meses para supuestamente “equilibrar” la relación comercial bilateral. Durante la cumbre, Xi mantuvo encuentros con numerosos líderes de países africanos, de los BRICS, de países europeos como Francia o Alemania, etc., pero la palma se la llevó la reunión bilateral con Donald Trump.
A juzgar por el balance ofrecido por los medios chinos, Xi “guió” las decisiones, “trazó el rumbo” a seguir por la economía global y todo ello con reiteración de promesas conocidas: China abrirá más su mercado, expandirá las importaciones, proporcionará igual trato a la inversión extranjera, mejorará el ambiente de negocios…. La política china en este aspecto contrasta, sin duda, con la adoptada por EEUU y pone de manifiesto cada vez más el paradójico aislamiento de la primera potencia global.
En la reunión con Trump, Xi obtuvo dos contrapartidas notables que le presentan como claro ganador del evento: nueva tregua y reiniciación de las negociaciones comerciales y el levantamiento del veto a Huawei. La imposición de aranceles adicionales quedó en suspenso a cambio de que China de nuevo aumentara sus compras de productos agrícolas estadounidenses. En suma, Trump se la envainó. El futuro es incierto por el momento para el total de 47 compañías e instituciones chinas que están incluidas en la “lista negra” de EEUU. También los detalles de la similar lista china se darán a conocer pronto, dijo un portavoz del Ministerio de Comercio, aunque es probable que se retrase a la vista del nuevo tono de las consultas, a partir de ahora cada vez más dependiente de los intereses electorales del líder republicano.
Xi, además, se presentó en la reunión con un muy avanzado acuerdo para ultimar las negociaciones con ASEAN e India, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda, el 40 por ciento del PIB mundial, para cerrar la RCEP (Asociación Económica Integral Regional) que China promueve en la región y que podría estar concluido a finales de año. Esto, a medio plazo, puede mermar aún más la significación económica de EEUU en un entorno clave para la economía global.
En materia climática, otro asunto determinante de la agenda, mientras EEUU acentúa su desentendimiento del problema, China presumió de sus progresos constantes en la protección del medio ambiente, con una estructura energética mejorada y las renovables representando ya el 38,4 por ciento en la capacidad total de generación de electricidad.
En suma, la cumbre del G20 si de algo ha servido es para intensificar la sensación de aislamiento de EEUU. Puede Trump enorgullecerse de pasar a la historia como el primer inquilino de la Casa Blanca que pisó suelo norcoreano pero tal hecho podría quedar eclipsado por otro de mucho mayor calado, el haber sentado las bases definitivas durante su mandato de la pérdida definitiva del liderazgo global estadounidense a favor de una China que, pese a sus deméritos y contradicciones, ha sabido captar e interpretar mejor las principales tendencias globales.