En su gira por Europa, Xi Jinping propuso el fortalecimiento de una asociación en cuatro aspectos (paz, crecimiento, reforma y civilización). A tono con sus giras en 2013 por otras regiones del mundo, el líder chino, tanto en su visita a Bruselas como en las llevadas a cabo en Francia, Holanda, Bélgica y Alemania, propuso un nuevo impulso a las relaciones bilaterales con propuestas ambiciosas cuya mayor salvedad es la receptividad final de sus interlocutores, probablemente más activos en el plano bilateral.
Xi, quien reiteró su apoyo al proceso de integración europea y al euro sin pasar por alto los asuntos pendientes (reconocimiento como economía de mercado o embargo sobre la venta de armas) puso sobre la mesa los vectores sobre los que debería descansar el nuevo impulso: perspectiva estratégica, respeto al sistema social elegido, apuesta por el crecimiento y las reformas, progreso mutuo, multipolaridad.
Como antaño, la economía sigue condicionando estas relaciones, entre otras razones porque la consistencia de la Europa política no ha hecho sino decrecer en los últimos años. El primer ministro Li Keqiang visitó Europa en dos ocasiones en 2013, destacando la cumbre con los PECO a finales de 2013. También fueron recibidos en Beijing el primer ministro francés, británico y holandés. En noviembre se celebró la cumbre China-UE. Dichos encuentros han sentado las bases de nuevos enfoques y nuevas agendas.
Durante el viaje de Xi hemos asistido a la puesta en escena del doble enfoque con que China aborda sus relaciones con Europa: a nivel bilateral (Alemania, Holanda, Francia, Bélgica) y a nivel continental (UE). En este último marco, debemos sumar también otros mecanismos como el bilateral extra-comunitario (con los TLCs firmados con Islandia y Suiza) y el sub-continental (caso de los PECO). Con todo, la clave del galimatías es Alemania.
Convertido en el primer mandatario chino que visita la sede de la UE, Xi Jinping fue agasajado con gran pompa y boato allá por donde pasó. La espina dorsal de los acuerdos se relaciona con el ámbito económico y tecnológico, aspecto este último de creciente interés para una China que aspira a su independencia total a este nivel. Junto a la alta tecnología, la inversión, el desarrollo sostenible o la urbanización son ejes de la cooperación que esperan fructificar en años venideros a la par que se implementa la Agenda 2020, una oportunidad para elevar el contenido cualitativo de las relaciones bilaterales y transformar las limitaciones de hoy en posibilidades estratégicas. Xi bregó por sumar a la UE al proyecto de revitalización de la Ruta de la Seda creando un gran corredor económico que vincule a Asia con Europa por vía terrestre. El primer tren de carga regular que une a la municipalidad de Chongqing, en el suroeste de China, y Duisburg en Alemania partió el día 8 de abril, marcando el paso más reciente en la construcción entre ambos países de un cinturón económico a través de dicha ruta.
Al término de la visita, se hizo público un nuevo documento sobre las políticas de China hacia la UE, el segundo de su tipo tras el emitido en noviembre de 2003. En él se contextualizan las relaciones bilaterales y se señalan los dominios clave de la cooperación apostando por el desarrollo pacífico, el impulso paralelo a las reformas internas y el acercamiento civilizatorio
Para China, Europa sigue siendo importante, vino a decir Xi Jinping, una referencia en muchos temas que hoy le preocupan, tanto en el plano interno como exterior, y anhela construir una relación cooperativa y estrecha con Bruselas. En su disputa con Japón con el telón de fondo del renacer militarista impulsado por los conservadores, China enarbola el ejemplo europeo a la hora de condenar y descalificar el nazismo, una actitud que contrasta con la complacencia de Tokio con su pasado. Europa puede ser un aliado de peso en el orden político y estratégico con impacto en las relaciones con otros actores decisivos como Rusia o EEUU. Pero la última palabra la tiene Bruselas, ahora mismo, muy callada.
Europa puede encontrar en su relación con China un factor adicional de integración, pero China no puede perder de vista que la actual orientación del proyecto europeo adolece de serias taras, con creciente desapego de una población que observa a sus dirigentes más al servicio de los mercados que de las personas. Una Europa así podrá ser un socio comercial pero poco más.